19/9/08

Sapos que no puedo tragar

- ¡Me da bronca, hombre, me da bronca!

- ¿El qué?, espere para indignarse, cuénteme primero.

- No me quiero poner mal, pero me parece que, al final, soy un tibio...

- Bueno la tibieza, si usted lo piensa republicanamente...


- Oiga, que no está el horno para bollos. Después de ese proceso largo, tortuoso, infinito, después de esa conversión y aceptación del pragmatismo peronista, resulta que hay un sapo, uno sólo, que no lo puedo tragar. Ni con condimentos, ni batido en licuadora, ni nada. Me queda en la garganta, a mí, que me hubiese tragado cualquier basura pa´ arreglar el 2009, para llegar tranquilo al 2011. Mi dieta batracia tiene límites.

- ¿Reutemann?, ¿Schiaretti?, ¿la burocracia del PJ?, ¿quién?


- La Iglesia.

- Vamos, hombre, que poner un embajador en El Vaticano, tampoco es avalar la Inquisición.

- Ya lo sé. Pero no puedo, y le juro que trato. Es algo que me sale de adentro, sin pensarlo: cualquier gesto a la Iglesia me resulta repugnante. Le juro que me digo a mí mismo que están instalados y hay que negociar, que más de dos mil años no sostiene cualquier caudillito, que nosotros nos jactamos de seguir hablando de un tipo que se murió hace treinta años y el último lider de ellos tiene dos mil años, imagínese. A veces, incluso, agarro el Peronismo y Cristianismo de Mugica y digo: puta, debe haber algo buena acá, hace falta interpretarlo bien nada más. Hago el esfuerzo y pienso que con la fe no se jode, que no se puede discutir la fe, que hay que aceptarla y que hay que aprender a hacer política también con la fe. Me emponcho de pragmatismo para aceptar la fría realidad y cuando salgo me congelo igual. Hasta ahí me llega el pragmatismo...


- Mire, por esta vez, yo le ayudo. La Iglesia siempre contó con el recurso de ser un actor político que juega a no serlo. Cuando las papas queman, se van para adentro, invocan a dios jesús y los santos evangelios y olvidate: te cagan a trompadas espirituales los tres. Y tus dos amigos, la historia y la política, no le hacen ni cosquillas. Porque ni dios ni jesús ni los santos evangelios se embarraron nunca. Se metieron mil veces con tus dos amigos, y siempre salieron impolutos. No joda hombre, la Iglesia es un Dinki Dino: mientras le de techo y comida, no lo va a joder.

- Créame que le entiendo, créame que entiendo que abrir ese frente de lucha, hoy, es una gansada. Con todos los que hay abiertos, ir a uno en el que se perdió históricamente por goleada, allá en el `55, no tiene sentido. Es olvidarse del pragmatismo, del bueno, del que permite construir. Le juro, aunque no parezca, que no estoy criticando a la Iglesia: el que está mal soy yo, el que no entiende que no es el momento soy yo, el que no puede hacerse la idea de que quizás esta convivencia forzada sea inevitable, también, soy yo . Y, sin embargo...

- ¿Sin embargo?


- No sé. Siempre que abro la Constitución me molesta el católicoapostólicoromano. Me parece que arrancamos mal. No me gusta tener que financiar a los curas, y no porque haya algunos pedófilos, no me gusta financiar a los curas aunque sean Lassie entre dos pan lactales. ¿No es re loco?

- ¿La Iglesia?

- Me resulta muy llamativo que el neoliberalismo haya cuestionado todas las funciones del Estado. Que, con tal de achicarlo, se preguntaron para qué servía todo. Hasta para qué servían los planes sociales, y así los recortaron. Jamás se metieron con la Iglesia. La locura tecnocrática jamás llegó a preguntarse por la utilidad de un cura. O sea: saquémosle a la gente la posibilidad de vivir dignamente. Pero no le toquemos la Iglesia.

-De todas maneras, como dice usted, hubo gente -como Mugica- que dijo lo contrario: que para hablarle de religión a un desposeído primero hay que darle un techo. Y Mugica era un cura...


- No, Mugica no era un cura.


- ¿No ve la foto de ese libro? Esa copa es un cáliz...


- Mugica no era un cura. Mugica era, antes que nada, un peronista. Eventualmente, fue cura. Eventualmente, había sido el hijo de una familia de oligarcas. Y el día que se volvió peronista, dejó de ser las dos cosas.

1 comentario:

Luciano dijo...

Mugica tenía ese instinto para comprender lo popular de manera genuina,y siendo un tipo erudito ( no le hizo asco ni a Marx ni a Freud,) desde allí confrontaba todas las posturas que se decían más revolucionarias que el peronismo con una claridad terrible. Siempre tuvo claro que las necesidades del pueblo se anteponían a cualquier "receta política".
Bueno el post, saludos