26/11/10

Listas

Si hay algo que hacen bien los norteamericanos, entre otras cosas, es presentar la información de manera agradable para el espectador. Así como para explicarte cuánto mide un avión, te lo cuentan en "campos de fút-ból", los amigos del norte tienen una buena política de crear listas y rankings. Para todo, hay listas de "los 10 algo". Discovery Channell y National Geographic son pioneras en esto: los diez tiburones más pulenta, los diez tipos de hormigas más mortíferas o los diez pescados que nadan más profundo, son algunos ejemplos.

Desde BCD somos fans de poner las cosas en listas, y quién te dice que un día no empecemos con las propias. Mientras tanto, aquí una lista de nuestras 17 listas favoritas, valga la redundancia. Como en la tele, la lista va de menor a mayor (o sea: de la que menos nos gusta a la que más nos gusta) para ponerle suspenso. Sería pavote contar antes del primer corte que el tiburón más pulenta es el Carcharodono, que actuó en Tiburón.

17. Los diez mejores partidos de Mundial. Esta podría haber sido una de mis tres listas favoritas y, sin embargo, debo ubicarla como última por razones políticas. Una mano negra, seguramente el lobby brasilero en la FIFA, dejó afuera al mejor partido de fútbol que se disputó en la historia de la Humanidad: el Maracanazo.

16. Los 10 casos más ridículos de corrección política.

15. La gente más rica del mundo según Forbes. Esta es un clásico, aunque también nos gustan los personajes ficticios más ricos del mundo.

14. La lista de los diez mejores servicios de inteligencia sería, posiblemente, nuestra favorita. Si no fuese porque Foreing Policy pide suscripción para verla. Pero sube unos puntos cuando vemos que el servicio secreto ruso sigue a la cabeza.

13. Las 10 tradiciones más locas que protege la UNESCO.

12. Los 20 mejores avisos en edificios.

11. Los 10 mejores libros de memorias. Este nos gusta porque, además de la tradición de hacer listas, nos gusta la tradición de la clase política norteamericana (en especial de sus presidentes) de escribir sus memorias. ¿Cuánto garparíamos por las memorias de Dromi, del Coti, de Corach, de Alfonsín, de Menem?, ¿y de Néstor?, ¿cuánto?

10. Los 10 mejores discursos políticos de la historia.

9. Los 10 libros más "incendiarios" de la Biblia. Acá nos cuesta la traducción exacta de la palabra "fieriest". Pero digamos que esta lista garpa, sobre todo porque gana el mejor libro de la Biblia que es el Apocalipsis.

8. Los 33 edificios más raros del mundo. Este tiene unas fotos espectaculares.

7. Los 10 desastres aéreos con deportistas más trágicos de la historia. Este nos gusta porque hay una correlación muy alta y loca entre subir deportistas a un avión y que el avión se caiga. Igualmente, hay un buen recurso en las listas que es meter un bonus, y que esta lista no lo aprovecha, introduciendo la masacre de Munich, que no implica una tragedia aérea pero que involucra aviones, deportistas y tragedias.

6. Los 10 mejores capturas de los más buscados.

5. Cualquiera que hable de listas, sabe que no puede faltar la de los 10 más buscados del FBI. Por deformación de gustos personales, nos gusta también la del servicio secreto ruso, que hasta buscan a Rucci.

4. Los 44 mejores avisos de preservativos.

3. Los peores temas para parques temáticos. Un parque de diversiones sobre un gulag, otro que recrea el paso de los inmigrantes mexicanos por la frontera y uno que empezó una compañía lavapetrodolares y nunca lo terminó. Esta lista se garpa sola.

2. Los 10 animales que más comen hombres. Esta es buena porque el ganador es Gustavo, un cocodrilo de Burundí que mató 300 tipos (y no para comérselos, sino para matarlos nada más), y hasta tiene su propia peli y perfil en Wikipedia.

1. La mejor lista de todas: El ranking de estados fallidos. Este nos encanta porque tiene indicadores concretos (un poco subjetivos, sí) que no dependen del todo del arbitrio del que hace la lista. Somalia viene reteniendo el primer puesto desde 2008.

19/11/10

El Poder Ejecutivo recomienda quitárselo para jugar al fútbol o tender la ropa

La historia anterior, la de Álvaro, terminó con que los protagonistas llegaron a intimar. O, al menos, hasta las vísperas de la intimidad.

Porque, luego, ellos se quitaron sus ropas, y ella vio, como Reutemann, algo que no le gustó. Cómo explicarlo sin ser demasiado explícito.

Digamos que Álvaro venía prevenido. Pero desde demasiado antes (no había tenido tiempo para que haya ocurrido entre besos y caricias).

Él le dijo que era por ley. Que, en su pueblo, el Concejo Deliberante había sancionado una ley para su uso permanente.

Ella le dijo que estaba loco, y se fue.

Qué lástima que el veto del Poder Ejecutivo vino después de que Álvaro perdió el amor de su vida.

La excesiva literalidad conspira contra el amor.

18/11/10

Álvaro

Cuento N° 25 de "El amor en tiempos del kirchnerismo".


Álvaro.

Era la tercera vez que la veía pasar, y se puede decir que fue amor a tercera vista. Pero, ¿cómo hacer?, ¿cómo hacer para que la frase no sea trillada, para que no sea tan de película?, ¿cuántas veces le habrían prometido a ella un poco de amor eterno? Cientos, miles. Y, sobre todo, ¿cómo hacerlo con el ruido de la música, cómo sonar convincente con música electrónica de fondo? Ah, el romanticismo, pensó, también es una contextualización. Es fácil ser Shakespeare cuando no se inventó el éxtasis, ni el Facebook, ni los mensajes de texto. Sobre todo, ¿cómo vencer la timidez, cómo superar la barrera del temor al rídiculo? Quizás así, pensó. Quizás tomándola del brazo como hizo. Ella se sorprendió, quizo sacárselo de encima, inventó unas amigas a las que estaba buscando, pero él ya estaba decidido.

- Por favor -le dijo- es un minuto.

- No, disculpá, pero no bailo -intentó ser cortés, ella

- No, no quiero bailar. Y me angustia pensar que, en las primeras cinco palabras de nuestras vidas, ya te mentí. No quiero un minuto, necesito tal vez tres. Necesito tres minutos para contarte una historia.

Se quedó parada, sin entender. Le habían dicho cosas esa noche, pero ninguna como esa.

- Necesito contarte una historia. No quiero que me digas nada, ni que pienses que soy un loco. No voy a tratar de darte un beso, no te voy a pedir plata ni quiero nada de vos, más que esto. Necesito que te imagines a un coronel que se llama Álvaro. Álvaro Barros.

Fue la primera vez que ella supuso que el tipo estaba bajo los efectos de alguna sustancia.

- Necesito que pienses que estás en un lugar desierto de la pampa húmeda, sí, sí, no me mires así, yo se que parece una locura, pero estás hace 143 años en un lugar de la pampa húmeda, en el centro geográfico de la Provincia de Buenos Aires. ¿No te lo querés imaginar? Hubo un tipo que no se lo imaginó, que vino en un barco y lo vio con sus propios ojos. El tipo no lo podía creer. Una noche, mirá lo que le pasó, estaba indignado porque decía que le iban a dar de comer una “ternera sin acabar de formarse”, lo escribió después, en un libro. Pero no, se estaba por comer un puma, y no sabía, ¡un puma! Se estaba por comer un puma y va y dice “es carne blanca y tierna, y se parece a la ternera”. Estaba llegando a este lugar que te digo que te imagines, Tapalguen se llamaba todavía, y el tipo describe “una llanura perfectamente plana y sembrada, hasta donde alcanza la vista, de toldos o chozas en forma de horno, de los indios. Aquí residen las familias de los indios aliados que combaten en las filas del ejército de Rosas”...

- Che, todo bien, sos simpático, pero mirá yo...

- Pará, pará, no te vayas, ¿sabés quién era el tipo? Charles Darwin, que estuvo en ese lugar. En ese lugar al que llegó 30 años después el coronel Álvaro Barros, con el nombre de jefe de Frontera Sur. Pensá que llegás, y hablás con el cacique de la zona. Un indio, ¿entendés?, pero no cualquier indio, un indio que ya echó al ejército de los blancos en 1855, en una batalla en Blanca Chica, una lagunita linda, donde yo pesqué algunos pejerreyes cuando era chico, con amigos, con asados. Pero no te voy a hablar de mí, no, esperá, no te vayas, pensá que vos, el Coronel Álvaro Barros, lográs la paz con el cacique. Hasta lo escribís en una carta, ¿sabés? Escribís esto: que sos de la opinión que a los indios amigos debés concederle la propiedad de las tierras que ocupaban, para obligarlos a poblar y vivir en sosiego.

Ella, por primera vez, se interesó. Qué momento ese. Hay que ver la cara del pibe cuando ella lo mira, de una buena vez por todas, el ruido de fondo, las luces que se prenden y apagan tan rápido, los vasos con tragos de colores que interrumpen el relato por momentos.

- Y entonces vos, Álvaro, conseguís el reconocimiento oficial. Fundaste un pueblo. Un pueblo que se llama Olavarría. ¿Sabés por qué? Porque había otro tipo, un militar también. No, no, no me gustan los militares, no sé, pero esos eran otra cosa. Este tipo, Olavarría, era del Ejército de los Andes... de los de San Martín, de los que estuvieron en Chacabuco, en Cancha Rayada, en Maipú, de los que fueron a Perú. Y cuando San Martín renuncia, este tipo, Olavarría, se va con Simón Bolívar, ¿me escuchaste? Como jugar en el Barcelona y en el Real Madrid....
- No me gusta el fútbol

- Bueno, ¿qué te gusta?

- Soy periodista.

- Entonces imaginate que escribís en el New York Times y en el Washington Post el mismo año. Te vas con Bolívar, después de haber peleado con San Martín, y después de Ayacucho, Bolívar te condecora. ¡Te está condecorando Bolívar, flaca! Y te volvés, pero querés más, y sos jefe de regimiento para la Guerra del Brasil, y peleás Ituzaingó. Volvés de nuevo...

- Mirá, me tengo que ir, mis amigas se están yendo...

Y el pibe agradeció al Cielo que ella no tuviera de esas amigas apropiadoras, de esas amigas que alguna vez sufrimos todos, las secuestradoras corporativas que no dejan a ninguna en el camino de la batalla nocturna.

- Y te retirás de la vida militar. Estás un poco con Lavalle, pero el rosismo te mata, viste, querés estar tranquilo, porque te casaste, tenés pibes, el ejército te da un campito en Mercedes.

Ella, entre asustada y algo intrigada, busca la cartera y le ofrece su número de celular.

- No quiero tu celular, ya te dije, necesito que ahora pienses en Villegas, el tipo que le puso de nombre Olavarría al primer fortín que se levantó ahí, entre Trenque Lauquen, ¿conocés Trenque Lauquen?, entre Trenque Lauquen e Italó, al Oeste de la Zanja de Alsina, ah, si tuviera tiempo para la historia de la Zanja de Alsina, pero no, escuchame. Vos sos Villegas y querés recuperar el nombre del Coronel Olavarría, y a tu fortín le ponés así. Y es alrededor de ese fortín que vos, Álvaro Barros (por primera vez le toca el hombro), fundas el pueblo. Pero en el ´68 la pudrís, porque tuviste tres años tremendos, ¿te acordás? Llegaste, arreglaste con el cacique, fundaste un pueblo y... tres años despuéstu ministro de Guerra te traiciona, el hijo de puta del Dr. Gainza, te traiciona, y te reemplazan. Te fuiste. Pasan la comandancia a Blanca Grande, otra laguna, que tiene un arroyito al costado, se sacan chatas y dientudos, más linda, pero te dejan tu pueblo sin comandancia, y entonces empezás a depender de Azul, del Juez de Paz de Azul. Ahí empezó la pica con Azul, ¿sabías vos? Olavarría y Azul, no se pueden ni ver...

- Como Springfield y Shelbyville -acota ella.

- ¡Exacto! -se entusiasmó, por la primera respuesta positiva - pero entonces estás vos, ahí, en el pueblo, y ya tenemos diez manzanas de gente, y vamos a pedirle a la gobernación que queremos nuestro propio partido. Porque encima llegó el tren, ¡llegó nuestro tren!, pasa por ahí, y construimos la primera Iglesia, y la Sociedad Rural, la Sociedad de Damas y Caridad, que eran lo más parecido a una Hospital, el Banco Provincia. Después nombramos autoridades.

Ella se dio vuelta, y él pensó que la había perdido. Pero, en verdad, ella había perdido definitivamente a sus amigas, y una forma rápida de escapar. Cuando él tomó nota, fue como si un segundo aire de inspiración le viniese del Cielo, y nombró a las autoridades como los viejos nombran las delanteras de equipos de fútbol de los ´50:

- Canavero, Celestino Muñoz, Leal y Cortéz. Hasta la primera estancia se había formado, que se llamaba, mirá qué casualidad, “La Cristina”, todavía existe. Entonces teníamos todo, y fuimos a ver al gobernador, Carlos Casares, le dijimos: queremos ser un partido. Y ganamos, no más depender de Azul, nada. Somos un partido, y Olavarría es cabecera. A principios de siglo, encima, vienen y nos nombran ciudad. ¿Sabés lo que es ser una ciudad? Es todo, es todo dejar de ser un pueblo, y que el gobierno te nombre: ciudad.

La pausa pudo haber servido para que ella se fugara, fingiera una última búsqueda de sus amigas, y emprendiera la marcha de dos cuadras que la separaban de una remisería. Dio unos pasos para atrás, pero cuando tuvo la oportunidad de escapar definitivamente, se volvió, quizás algo intrigada:

- Disculpame...¿alguna vez te levantaste una mina contando esta historia? Digo, no tiene final, pasó hace mil años, no tiene nada que ver con este lugar, y ni siquiera es muy heroica...

- No

- ¿Y por qué pensás que ahora...

- Porque ahora no quiero nada y porque es la primera vez que la cuento. Porque pasado mañana se cumplen 143 años de que el tipo este, Álvaro, fundó el pueblo, y porque de esas tolderías con las que empezó este cuento, de ese cacique negociador, de esas diez manzanas, de ese coronel que estableció la paz con los indios, ahora hay una ciudad de cientos de miles de personas que se van a juntar el domingo en un parque a agradecerle a ese tipo. Y yo tengo la llave de mi auto en la mano y el deseo estúpido, irracional y caprichoso, de que ese domingo estés vos ahí. Me llamo Álvaro y ojalá que en quince minutos, después de que busques tu cartera, estés en la esquina de este boliche, que no me deja escuchar nada, lista para hacer tres horitas de viaje hasta allá.

La besó en la mejilla, y salió.

15/11/10

Fausto

Cuento N° 24 de "El amor en tiempos del kirchnerismo". Hoy: "Fausto".


Fausto

Fue puro azar aunque, después, seguramente pensaron en que era todo parte de un plan más cósmico, más divino, tal vez más trascendental. Que los tres, por distintas razones, estén yendo en este momento, camino al mismo lugar, no puede ser más que la voluntad de un dramaturgo universal, de la fuerza de una entidad que no es sino el demiurgo del Universo. Que hayan entrado por tres puertas distintas al mismo hotel, con la certeza de que cargaban sobre sus espaldas la derrota de un gobierno que le había cambiado la vida a tanta gente. Y todo, por aquella noche fundacional.

También pudo haber sido puro azar que esa noche quedaran justo esos tres. Porque ese otro que se fue último pudo no haberse tenido que encontrar con ella, o algunos de esos tres pudo haberse ido a dormir un rato antes. Pero no. Así estaban dispuestas las fichas, y así jugaría el destino con sus tres juguetes. Los dejaría solos, en una terraza de esa casa que habían alquilado, cerca de la Avenida Córdoba, sentados en tres sillas plásticas, junto a la agonía de las últimas brasas. Intentaban adivinar qué era esa construcción que estaban mirando, un monumento de concreto de raíces espiritualmente soviéticas, que pudo haber sido un exagerado tanque de agua o el comienzo arbitrario de una autopista imposible. Tal vez, no lo sabrían nunca. Cuántas veces pensarían, luego, qué hubiera sido de sus vidas si en vez de haber tomado esa decisión funesta, se hubiesen mantenido especulando con el origen del monumento de concreto.

- ¿Pedimos helado? -dijo uno, y entonces el destino les soltaría la mano y caerían en las fauces mismas de la tragedia. Era verdad, pensarían, que el Señor obra de formas misteriosas. Quién hubiese dicho que el acto de proponer pedir un kilo de helado pudiese arruinar la vida de tres jovenes en una terraza cerca de la Avenida Cordoba.

Un democrático (por lo menos a la griega, aunque esta discusión sobre el carácter democrático del azar me exceda) piedra, papel o tijera decidió el reparto de tareas, y así fue que tuvo que bajar hasta la heladera a buscar el iman de la heladería “Fausto”. El otro llamó y pidió un cuarto de chocolate, otro de dulce de leche, otro de tramontana y el cuarto de banana. El tercero de ellos, es decir, quien todavía no había realizado ninguna tarea, realizó un chiste vinculando la elección de los gustos de helados (especialmente por el tercer y cuarto gusto) con la sexualidad de sus dos compañeros. Y se sentaron a esperar, mientras intentaron sin éxito retomar la consideración sobre el monumento de concreto. Porque enseguida uno de los tres, cuyo nombre no quisiera eternizar, abrió las puertas del Hades.

- Che, nos vamos a la B, ¿no?

Debo contarle al lector que, así, desnuda, esa frase tal vez no significa nada. Debo suplir las fallas de mis párrafos anteriores, y lograr resumirles un estado de situación. Explicarles que los tres amigos simpatizan con el club River Plate de la Capital Federal de la Argentina. Comentarles que, al momento en que estos sucesos acontecen, el club River Plate corre el riesgo, ante una serie de adversidades deportivas, de perder su categoría de Primera A e ir a jugar con equipos de la segunda división del fútbol argentino. Lectores extranjeros necesitarán, también, contar con el dato de que, junto a Independiente y su archirrival Boca Juniors, River Plate es uno de los tres equipos que jamás descendió a la B Nacional. Es decir, no es normal que River Plate descienda de categoría. Puesto en situación, el lector tiene el permiso de continuar sabiendo que esa pregunta sólo puede hacerse entre simpatizantes de una misma escuadra futbolística. Podría condenarlos en un tribunal de hipocresía si les relatase aquí los denodados esfuerzos por fingir una seguridad falsa ante miembros de otros equipos (especialmente frente a los del Boca Juniors), un convencimiento artificial y consciente sobre las serias chances del equipo de recuperarse y mantener la categoría. Pero sería fútil y, tal vez, vil. Lo que vale quizás contar es que, con sus matices, los tres estuvieron de acuerdo en las serias chances de su River Plate de perder la categoría, y dos de ellos encendieron sus cigarrillos, buscando algún consuelo químico. Pero el tercero, cuyo nombre aún menos voy a eternizar para que las fieras lo sometan al escarnio de la Historia, tuvo que contentarse con un discurso conmovedor.

- ¿Se dan cuenta, no? - y dejó un silencio teatralmente planificado.

- ¿De qué?

- De lo terrible que es que River se vaya a la B.

- No es para tanto, qué se yo... -intentó interrumpir otro, mintiéndose, pero el primero siguió.

- Porque no es solamente que tu equipo se va a la B. Es que sos de River y te vas a la B. Sos la generación que vio irse a River a la B. Se dan cuenta...

- Pero de qué, pelotudo.

- De que no vamos a poder hablar nunca más de fútbol. Nunca. No van a haber más asados en los que puedas hablar de fútbol desde una posición futbolística. Vamos a tener que hablar “de la Selección”, y nada más. Como las mujeres. Vamos a poder opinar cada cuatro años, durante el Mundial. Nos vamos a volver un ejército de “periodistas independientes” del fútbol. Tipos sin ideología, tipos que no defendemos nada... miserables, bah. Yo prefiero perder cinco a cero con Boca en un asado de veinte bosteros que tener que llamarme a silencio porque mi equipo se fue a la B. Nos vamos a volver parias. ¿Saben cómo va a ser? Va a ser como si te obligaran a ir con tu mujer a todos los asados del mundo por el resto de tu vida. Eso es. Nunca más un asado sólo de varones, nunca más hablar de minas, nada. Eso nos va a pasar.

Los tres se concentraron en el monumento de concreto, silenciosos por el nudo de la garganta. Hasta que uno remató:

- Yo prefiero que el Gobierno pierda las elecciones del 2011 antes que River se vaya a la B.

Lo pensaron. Se miraron entre sí. Evaluaron variables, compararon sus vidas, tomaron cuenta de sus situaciones personales, balancearon mentalmente el interés colectivo con el individual, les disgustaron los resultados, los repensaron. Todo, bajo el silencio de una noche de verano, que sólo sería interrumpida por el timbre. Los tres se movieron, más para distraerse de esa disyuntiva, que para colaborar, y llegaron casi al mismo tiempo hasta la puerta.

- ¿Quién es?

- Sí, habían pedido...

Y antes que el hombre pudiera terminar su frase, uno de ellos abrió la puerta y, observando la gorra blanca con la inscripción “Fausto”, lo completó:

- Sí, helado, es para acá, ¿cuánto te debo?

- No, me confundí entonces, no es helado. ¿Ustedes no pidieron un pacto con el Diablo?

Los tres quedaron atónitos, entre risas y confusión. El primero de ellos quiso cerrar rápido, temiendo que sea una maniobra distractiva para asaltarlos, pero el hombre del delivery alcanzó a poner el pie trabando la puerta.

- No, pará, es acá. Cerca de la Avenida Córdoba, me dijeron... - hizo un silencio y prosiguió. Sí, es acá, enfrente de la oficina de Mefistófeles -y señaló con la cabeza el monumento de concreto.

- Pará, flaco, ¿te sentís bien? Por qué no salís un poco afuera -dijo el tercero de ellos, ya un poco más asustado.

- “Que pierda el Gobierno en 2011 pero que River no se vaya a la B”...¿son ustedes, no? Firmen acá abajo, por favor, y les entrego el recibo.

Una fría gota de sudor se replicó por tres, en cada una de las espaldas. Voy a ahorrarles las posteriores incredulidades y las maniobras de acreditación del enviado de Mefistófeles, para apenas relatarle su resultado: la consumación de un pacto sellado con el Diablo para que el club River Plate no perdiera la categoría de Primera División, a cambio de que el Gobierno, de quien los tres eran partidarios, perdiese las elecciones de 2011. Un pacto que, firmado con una gota de sangre por cada uno de ellos, fue sellado con un pacto posterior de silencio. Pero firmar un pacto con el Demonio produjo algunas rispidices en esa amistad. Y no sería sino hasta el partido en el que River logró conservar la categoría, que los tres no volvieron a verse. Esa tarde, jugadores que semanas atrás eran incapaces de meterla en un arco iris, ahora repartían una delicia en el verde césped nunca antes vista. En diferentes puntos del Monumental de River Plate, sólo tres personas (y la hinchada visitante) no gritaron de alegría cuando River se salvó del descenso. Uno de ellos, incluso, creyó ver en el cocacolero, la cara del hombre con la gorra de “Fausto”, guiñándole un ojo. Pero vaya uno a saber.

Y habrá sido puro azar, o la última broma que les jugaría Mefistófeles, que los tres estuviesen yendo, en el mismo momento, al hotel donde el Gobierno recibía la noticia de la derrota electoral. No sabremos si habrá sido azar, o qué, que trabajando para distintos candidatos, para distintos miembros del Gobierno, en distintos proyectos que hacían a la campaña, ahora los tres se cruzaran en el mismo punto del hotel, y apenas levantaran la cabeza para mirarse. Los tres responsables.

Años después, la política los reuniría en algún asado en vistas a armar un candidato para la Provincia de Buenos Aires. Ninguna haría alusión a aquella noche trascendental, ni siquiera cuando la conversación se mudó al fútbol. Pero sí descubrieron, esa noche, en ese asado, que ninguno de los tres había pronunciado siquiera una sola palabra en esa discusión sobre fútbol. Haciendo memoria, notaron que desde aquél funesto encuentro en ese hotel, durante el 2011, no habían vuelto, jamás, a hablar del tema que otrora los apasionara. Entonces comprendieron que, en verdad, no hay posibilidad de salir satisfecho de un pacto con el Diablo. Y los tres temieron cuando uno de los comensales manifestó en tono jocoso que, de ser necesario, haría un pacto con el Diablo con tal de ganar las elecciones. Entonces sonó el timbre, y ese alguien se levantó:

- Debe ser el helado -dijo.

10/11/10

Cristina soñó con un caballo que tomaba agua en el estanque


Ahora que se puso de moda el periodismo de adivinación, o el especulacionismo periodístico, Luis Majul comienza a analizar, desde nuestro blog, la semana política. Basado en técnicas milenarias como la adivinación de pensamiento, la bola de cristal, la lectura de manos, el Google o el simple saraseo, Luis nos presenta hoy:

Cristina soñó con un caballo que tomaba agua en el estanque

Por Luis Majul

Se levantó 7 y cuarto. Le gusta poner el reloj a las siete, apagarlo, y dormir quince minutitos más. Siempre durmió del lado izquierdo de la cama, y no va a cambiar ahora. Como si quisiera conservar el poder de su esposo dejando su espacio sin ocupar. Así no funciona. Toma un té con dos tostadas. A una le pone Mendicrim light. A la otra, en cambio, mermelada BC, esta semana de durazno, pero la anterior de frutilla. Como el ying y el yang, como una comida agridulce en dos cuotas: primero lo agri, después lo dulce, quitándole la contemporaneidad que califica a una comida como agridulce.

Ese día, Cristina soñó con un caballo que tomaba agua en el estanque. Entonces pensó que eso debía significar algo. Se lo contó al Chino Zanini, pero no la escuchó porque agarró la pava con el trapo mojado, y el calor se pasa igual, y entonces se quemó la mano. Gritó: “ay, la re puta que lo parió”. Es un símbolo de crispación, también. Aunque hay cierto triunfalismo. Lo pueden decir los granaderos. A quien Cristina antes no saludaba y ahora, en cambio, sí. Asiente con la cabeza y les dice: “hola, ¿cómo andan?”. Y los granaderos no responden porque son, claro, granaderos, y trabajan de quedarse piolas ante los estímulos externos. Cristina una vez pensó que no le gustaría ser granadera. Vaya a saber uno por qué, yo solamente sé que pensó eso.

Pide un café, ni bien llega, y lo revuelve en 32 oportunidades, mientras piensa que, en vez de hacer cosas para que la vote menos gente, debería, claro, hacer cosas para que la vote más gente. Es una adicción tremenda al poder que tienen los peronistas, que en vez de hacer cosas para que la gente los desprecie de por vida, intentan hacer cosas para que los sigan votando. Esa enfermedad, quién sabe si no es la misma que deterioró la salud física de Néstor Kirchner. En el fondo son conservadores: en vez de querer perder todo revolucionariamente como deben hacer si dicen ser de izquierda, quieren mantener lo conquistado. Qué mentirosos, hijos de una gran siete.

Se pregunta si tiene crédito en el celular, pero no manda el mensajito de “Consulta de saldo”. Agarra y llama directamente, total cualquier cosa la chica de Claro le va a decir que “su saldo es insuficiente para realizar esa llamada”. Y sino, tiene el liberado de la Casa Rosada. Pero no, la atienden, se ve que sí tenía crédito, a pesar de sus dudas. Dudas que no quiere mostrar hacia afuera, porque su imagen caería: nadie quiere una presidenta que no sabe si tiene crédito en el celu. Habla algunas cosas, que sería relevante conocer a los efectos de este análisis político, pero la aversión del oficialismo a la prensa independiente se traduce en que Cristina no permite que viajemos con ella en su auto oficial. Mucho menos dormir en su cama. Aduce respeto a la intimidad pero, tras eso, esconde un rechazo visceral por todos los que piensan distinto a ella. Es una ley del periodismo que viene desde Truman Capote: si no te deja dormir con él, algo está ocultando. Rodolfo Walsh decía algo parecido. Si Cristina fuera progresista dende veras haría algo más parecido a lo que dijo Walsh. Que ahora no sé bien cómo era, y los resultados de Google son demasiado confusos. Como el entorno de Cristina. También está lo de Cristóbal López que no sabía bien dónde engancharlo. Y acá de paso pongo que la oposición está desconcertada, para quedar como periodista ecuánime, que soy, por cierto. Mirá cómo ecuanimizo: la oposición también hace cosas malas en vez de buenas.

Se acordó después de que soñó con un caballo que tomaba agua en el estanque, y le dio sed. Toma hace mucho tiempo esas aguas saborizadas, valga el oxímoron. Mientras tomaba el segundo vasito, porque toma dos, pensó en sus hijos y en cómo sería la vida de ama de casa. Cuidando a Máximo y a Florencia. Aunque Máximo esté ocupado poniendo funcionarios retrospectivamente, es decir, asumiendo la responsabilidad de cosas que le anteceden. Rosendo Fraga, sin ir más lejos, acusó esta semana a Máximo de haber sido asesor de Viola. Tal vez es una forma de elogio, si Máximo fue capaz de asesorar a Viola en pañales y andador, entonces estamos ante la presencia de algo extraño. Quizás ahí se conocieron Máximo y Rosendo: cuando Rosendo era asesor de Viola, ya.

Cristina también piensa en Florencia, con algo más de temor. Su gusto por el cine. El temor es que Florencia rompa con el kirchnerismo y se ponga a hacer películas como las de Pino Solanas. No tanto por las especulaciones que pudieran surgir, sino más bien por lo aburridos que son los documentales testimoniales. Cristina piensa que Pino debería hacer la remake de Rambo relatada con la voz en off de él mismo. Aunque yo, sinceramente, te iría a ver “Los hijos de Néstor” filmada por Florencia Kirchner. Quien, por cierto, cambió bastante desde el 2003 para acá. Mi abuela decía “pegó el estirón”. Ahí hay un espacio de poder vacante: el novio de Florencia. Creen que tal espacio será ocupado rápidamente por un militante de La Cámpora, como Marcelo Tinelli, Sting (que vendría por eso a tocar a Plaza de Mayo), Pochi, el sicario más joven de México o, quizás, Ángel Cappa, todos pertenecientes al círculo íntimo de Máximo Kirchner. A Cristina el que más le gusta es Pochi, porque combina la ternura de sus doce años con la capacidad política de armar y sostener una estructura de tráfico de drogas. Pero piensa en las dificultades de recuperar a los sectores medios con las imágenes del Pochi arrojando cadáveres degollados al costado de la ruta. Orlando Barone emitió su queja por la posible incorporación del Pochi al kirchnerismo. Pidió que ahora no llegue cualquier arribista y ocupe los espacios de los que estaban desde la primera hora. Como en el feudalismo, el entorno de Cristina también intercambia matrimonios por poder.

Esto pasó en la semana política.

9/11/10

Cappismo: etapa superior del rickymartinismo

¿Recuerdan el rickymartinismo? Era la "confesión deliberadad de cualidades que uno ya le sospechaba". El cappismo, a diferencia del rickymartinismo, es más una afirmación futurística de una evidencia, como ser, que el propio Cappa diga: "en dos meses nadie se va a acordar de mí". Claro, chocolate por la noticia. Entre estas dos doctrinas hay una diferencia sutil pero no menos importante: ahí donde el rickymartinismo afirmaba evidencias pasadas sobre el presente, el cappismo lo hace sobre el futuro. Miles de personajes dispuestos a relatar lo evidente acerca de los meses venideros, ¿lo imaginan? Si no lo imaginan, se los imagino por ustedes, vagos.







1/11/10

Cuarenta que ya están y sólo falta sumar a uno

Cuento N° 23, (y quizás último) de El amor en tiempos del kirchnerismo. 40 mini-cuentos finales.


Cuarenta que ya están y sólo falta sumar uno

(A vos, que fuiste conmigo)

#1

- ¿Llegó?

- Está en el despacho, ¿te paso?

- No, decile que hoy no voy, que estoy yendo a la Plaza.

- Pero mirá que no hay asueto, eh, están todos acá laburando.

- Decile que no voy. Si te pregunta por qué, decile que renuncio.

#2

Le dijo fuerza a Cristina en voz alta, pero también le agradeció por lo bajo a Néstor. Porque un segundo después, cuando se le cayera la anteúltima lágrima (se reservaría la última de todas para ver pasar el cortejo y caer desmayado en la cama que no visitaba hacía dos días), ella, la que lo acompañó a despedir a Néstor, lo iba a abrazar. Y algunos dicen que aquello que se funda en un momento histórico, no se rompe más. Y sonrió.

#3

“Yo no sabía que lo quería tanto”. La frase se convirtió en un lugar comun de la Plaza.

#4

Después de tantas idas y vueltas, durmieron juntos. Él hizo todo el esfuerzo del mundo para poder levantarse antes y hacerle el desayuno. Ella lo encontró hojeando un libro de Maquiavelo. Una lágrima corría la tinta de una hoja en la que estaba escrito que “la Fortuna y la Naturaleza llevan la cuenta en el balance. Y ella no te hace nunca un bien que, de repente, no te surja un mal”.

#5

En el Cielo, Kirchner le dijo a Perón que el más kirchnerista de todos esos que estaban mirando por la tele, era el loco que agarró una caja y metió cincuenta sanguches de fiambre para salir a vender a la Plaza. Perón le dijo: “naturalmente”, acariciando a un león vegetariano que comía un tomate sobre un colchón de arvejas.

#6

Quedará el recuerdo del calor hijo de puta que hacía ese día en la ESMA. Y, para mí, haber sido parte de las bambalinas de la historia. La verdad es que no sabía quiénes eran los otros dos, así que los apoyé contra la pared. Al de Videla lo conocía, así que, como quien no quiere la cosa, lo tiré al depósito desde arriba de la escalera. Se hizo mierda, me acuerdo. Pero recuerdo más el ruido extraño que hizo. Como a muerto.

#7

Ese día, el día que asumió Néstor, en la nacional salió el 358. Que era la patente del auto que lo llevó al Congreso. El pozo quedó vacante.

#8

A casi 600 metros del ingreso, mi amigo dice que piensa que Néstor no tenía pensado hacer nada de lo que hizo. Pero que esa notita de Escribano marcandole la cancha, le manoseó tanto el orgullo, que decidió hacer todo lo contrario. Mi amigo dice, entonces, que justicia sería que venga más gente al velorio de Escribano. Yo le digo que se calle, porque hay uno que nos escuchó y nos van a cagar a trompadas.

#9

Le dijo que podían ir a la noche, que el censo no importaba porque después de las ocho iba a estar todo abierto, y encontrarían una farmacia de turno. A ella le preocupaba, tenía una especie de escepticismo en las bondades de la pastilla del día después. Pero, digamos, ya no le quedaban muchas más opciones que la confianza en el positivismo científico. Entonces se enteraron de la noticia, y él le pidió si podían pasar un rato por la Plaza, a saludar a algunos compañeros, que él conocía una farmacia ahí cerca que abría seguro. Llegaron a la Plaza, encontraron a los compañeros, se saludaron, intercambiaron incredulidades. “Bueno, vamos, es acá a dos cuadras”, le dijo él, y ella se quedó parada. Fueron los primeros abrazos, los cachetes colorados, los ojos reventados de algunos, las primeras familias que se acercaban, los pibes a caballito, los que correteaban y se alejaban de las familias. Fue todo eso, y quizás otras cosas, los recuerdos familiares, los días juntos, las peleas, las reconciliaciones. No, pará, le dijo ella. Quedémonos acá. Y él pensó que se trataba de un ratito más, de un poco de cansancio, y ella lo agarró por la espalda, lo dio vuelta y le dijo: quedémonos acá. Y pongámosle Néstor. Y lloraron, juntos, abrazados, en la escalera de la Catedral. Se rieron, y él le preguntó que qué pasaba si era mujer. Y entonces una mujer gritó, casi a cien metros y con voz angustiosa: “Fuerza Cristina”. Y se abrazaron de nuevo.

#10

"Por la presente, se intima al recientemente miembro de nuestras instalaciones al cese total de las actividades que se encuentra realizando, en especial teniendo en cuenta que se trata de su primer día en el complejo Paraíso S.A. No podemos sino condenar su actitud de hacer llover sobre la tierra el primer día de su llegada, alterando el esquema meteorológico votado en enero por la asamblea de cristianos.

Asimismo, se le informa que de acuerdo al Código de Convivencia de nuestro establecimiento, el cargo de presidente es ocupado ad eternum por Dios, Matrícula N° 00000000000000000001, y no está permitido realizar llamados a los Apóstoles para eventuales candidaturas.

Atentamente,

El Cielo."

#11

De profesión guionista, lo único que le sacó una sonrisa durante todo el miércoles, fue un mensaje de texto: “Estaba pensando que si Gustavo Cerati fuese kirchnerista, podríamos hacer la peli Good Bye Néstor”.

#12

Se había despedido de sus amigos en su ciudad natal. Visitó a unos parientes de la Capital, y cerró los últimos detalles con la empresa que lo había contratado, tan lejos. Notó que el taxista cambió la cara cuando le devolvía el cambio, mientras subía la radio. Apagó el celular, y pensó -posteriormente -en lo trágico de ese gesto. Ahora está solo, sentado en ese aeropuerto lejano, a la espera de un hombre al que no podría abrazar ni explicarle su tristeza. Entonces comprende que haber apagado el celular fue apenas el segundo de sus errores.

#13

Ese señor que con su muerte hizo que los que no se atrevían ni a besar a sus novias en público, ahora chiflen la canción de Rosana en el bondi.

#14

De las tantas derivaciones que puedan surgir de esta muerte, esa muerte que es un big-bang de teorías, será la más hermosa e ineficaz políticamente, aquella que haga del kirchnerismo un shiísmo secular. No puedo evitar pensar en que algunos vamos a adherir a la idea de que Néstor Kirchner no ha muerto, sino que ha entrado en la fase del Ocultamiento o, como dicen los musulmanes shiítas, la ghaiba. Me fascina pensar que dentro de algunos años, no aceptaremos la legitimidad de ningún poder terrenal en ausencia del Néstor Oculto, y que generaciones posteriores desarrollarán el principio de taqiyya, aquél por el cual podrán adoptar técnicas de adaptación al poder dominante, ocultando sus verdaderas creencias y fustigando, en soledad, a los usurpadores del Néstor Oculto.

#15

Y es cierto eso de que el coraje no es no tener miedo sino saber enfrentarlo. Porque cuando empezó el suave murmullo... Se encontró parado arriba de un kiosco de diarios, tapando con aerosol una pintada que decía que Néstor, en verdad, vivía (sin ese barroquismo de “en verdad”). Pero, más que el desenlace fatal que le costó una buena tunda y algunas averías dentales, es el preludio de esa operación lo que aquí interesa. La manera en que ese hombre, sin estar bajo el efecto de ninguna sustancia que altere la racionalidad, decidió voluntariamente expresar su inconformidad ante un mar de lágrimas que estaba por devorarlo. Porque nadie se atrevió a pensar que ese hombre, que incomodaba, en verdad decidió poner su cuerpo a disposición de un cuadro incompleto. Faltaba la encarnación de la traición, y el hombre que ahora comenzaba a escribir que Néstor sí estaba muerto, quiso ser lo que faltaba. Mientras uno de remera roja le pateaba la cabeza, pensó que le gustaría que lo recuerden como a Silvio, el personaje de El juguete rabioso de Arlt. Le pareció que Judas era muy trillado.

#16

Un hombre sentado solo en El Calafate, leyendo un libro de un líder político que muere mientras lee un libro. O la continuidad de los parques.

#17

Esos hombres de guardapolvo blanco no son maestros, sino científicos. Unos toman una muestra de una lágrima que cae del ojo de un jubilado y la pesan. Otros, en cambio, cuentan la cantidad de caras hinchadas y las multiplican por el llanto promedio. Un tercer grupo de hombres de guardapolvo blanco recorren almacenes preguntando cuántas botellas de champagne se vendieron. Los tres grupos se encuentran, a la medianoche, y comparan los litros. A su modo excesivamente empírico, rinden homenaje. No lloran, para no arruinar la muestra.

#18

Es viernes y salió el sol. 7 apóstoles ya responden al bloque de Néstor.

#19

La verdad es que siempre lo había pensado como una casualidad. Uno nunca quiere pensar en esa trascendencia metafísica, mucho menos con él. No es fácil tomar noticia de que uno tiene una relación cósmica, lejana y causal con Néstor Kirchner. Fue la última internación, la de Los Arcos, la que la convenció de que era así. Primero habían sido señales. Como el día en que Néstor fue electo presidente y ella, cruzando sin mirar por Avenida de Mayo, fue atropellada por una moto de un Policía, sin lesiones, con un susto importante. La renovación de la Corte la encontró vomitando por un virus que, le dijeron los médicos, “es imposible que exista en la Argentina” (y ella nunca viajó). Fue a la ESMA, el día de la bajada del cuadro, y terminó con una insolación que llegaron a confundir con cáncer de piel. Y entonces Néstor ganó las elecciones de medio término, y ella encontró a su novio de la primaria con su mejor amiga, en su casa, volviendo antes de fiscalizar porque se sentía mal. Comenzó a sospechar, en verdad, el día que Julio Cobos votó contra la resolución 125, y ella llegó a su trabajo y sus cosas no estaban. Suspiró, pensando que la habían despedido, y que entonces esa relación que balanceaba su vida con la de Néstor era una conjetura improbable. Pero una gota fría de sudor le corrrió por la espalda, cuando notó que, en la oficina del gerente general, había una fiesta de felicitación para ella. La habían ascendido. El día que se besó por primera vez con el amor de su vida, dejó caer una lágrima pensando en lo que le estaría pasando a Néstor, quien, por cierto, estaba internado en Los Arcos al borde de la muerte. El miércoles a la mañana, mientras esperaba al censista, tuvo vómitos y pensó que a Néstor debería estar disfrutando de algo. Pero entonces llamó su médico y le dijo que tenía los resultados: que estaba embarazada. Entonces se alegró unos instantes y, rápidamente, se sentó en la cama. Sabía que Néstor Kirchner acababa de morir. A veces, el ying y el yang vienen mal repartidos, y más que un balance son dos absolutos.

#20

Hubo un espacio, político, que lloró la muerte festejando. En los arrabales del centro. Desafiando, quizás, algunos cánones occidentales. Sin cuestionar los llantos ajenos, que los tuvieron. Fue, apenas, un brindis. Un brindis que se convirtió en música y gente bailando, casi sin querer. Me gusta la imagen del arrancador de fiestas. Que generalmente es mujer, que no necesita compañía para bailar, que incita. Esa noche, cuando enterraron a Néstor, parte de su espíritu vivía en esa fiesta. Brindaron por él. Brindaron por el hombre que logró que en la Argentina, un grupo de pibes se haya juntado a hablar de él y haya terminado en una fiesta. Solamente la historia, dirá si fue una falta de respeto. Yo creo, sin embargo, que tanto el que lloró como el que festejó con un dejo de tristeza, comprendieron a Néstor Kirchner. Y entender es, siempre, la mejor manera del recuerdo.

#21

Hay hombres y mujeres que lloraron el miércoles, por la sorpresa y la intemperie de toda muerte. Hay hombres y mujeres que lloraron el miércoles y el jueves, conmovidos, incrédulos, esperando algo, una rectificación imposible. Hay hombres y mujeres que le agregaron el llanto del viernes, el paso fúnebre por las calles, el secuestro eterno.

Pero hay otros, que lloraron el lunes. Lloraron frente al obrero que levantó la última de las carpas. Lloraron frente a las rejas que ya estaban abiertas, frente a la facilidad con la que se accede a la Casa Rosada, frente a la inexistencia de las filas de 20 cuadras. Lloraron frente a las caras de lunes, caras que no lloran, porque, ¿quién se muere un lunes?, ¿quién llora un lunes? Esos, los que lloraron el lunes, le tenemos un profundo temor y respeto a lo efímero.

#22

Cuando pasan este tipo de cosas, pienso en los imprenteros, y en todas las colosales máquinas que frenan su labor abruptamente.

#23

Maldita la hora en que elegí este modo de ver el mundo, piensa el filósofo mirando esas veinte cuadras de gente. Escribe que no es momento de lamentaciones, sino de reflexionar sobre la sociedad. La sociedad, ajena, se decide por los lamentos. El filósofo descubre de manera cruel que hasta ahora los filósofos no han interpretado ni transformado el mundo tanto como les parece.

#24

En toda manifestación política, siempre se encuentra en un pequeñísimo instante, recordando dos películas que, si difieren en argumento, abordan la esencia de un mismo problema. Ninguna de las dos es una joya del cine, aunque reconoce que no puede seguir cambiando de canal, cuando lo interrumpe la primera. Se llama “Rookie of the year”, y es la historia de un niño que, luego de sufrir una fractura, adquiere unas habilidades de lanzador de béisbol sobrehumanas. Ese talento es descubierto en medio de un partido en el que el niño devuelve una pelota desde un lugar imposible, y el mismo es reclutado a las grandes ligas. La segunda película se llama “Rockstar” y cuenta la historia de un miembro de una banda tributo que es elegido para reemplazar al cantante de su banda favorita. Ambas películas, son la misma película, valga el oxímoron. Cuando pasó frente al cajón que contenía a Néstor Kirchner, pensó en ese complejo problema de superar fortuitamente el anonimato, y quiso gritar algo. Pero entonces pensó que no se eligen ministros de agricultura de entre una muchedumbre. Por suerte.

#25

Cambié la foto de perfil, puse un montón de megustaesto en Facebook, una cinta negra en Twitter, escribí unos posts en algunos blogs y dejé comentarios, también. Estaba dejando registro de que era parte de la historia, yo, cuando se cortó la luz, y me quedé sin internet. Entonces bajé a algún bar y no pude cruzar por Avenida de Mayo, por la fila de personas que quería entrar. Quise escribir una alegoría, decir que allí estaba la verdadera historia, que quien quiera oir que oiga, y luego pensé que por qué una cosa tenía que ser más verdadera que otra. Si las dos son tan ciertas, tan complementarias, si acaso a las muertes no hay que vivirlas como a uno más o menos le parece.

#26

En una mesa electoral de Río Gallegos, un fiscal pide otra planilla porque se borroneó la tinta impresa con una lágrima que cayó sobre el nombre Néstor Kirchner, que no alcanzó a ser eliminado del padrón. Otro fiscal bromea con que es voto cantado. Es el 2011.

#27

El miércoles a las 9 de la mañana, después de ser censado, pasó por el potrero del barrio y vio a un grupo de pibes armar un picadito al rayo del sol. Se quedó mirando un rato, y advirtió a uno con la camiseta de Argentina, que le decían Pelusa. Esperó que por un milagro fontanarroseano, fuera una reencarnación de Maradona. Lo vio hacer los mismos goles, hasta el de la mano de Dios. Le llamó la atención que jugara con mocasines. Luego volvió a su casa, y vio la noticia por televisión. Regresó al potrero, y ya no había nadie. No volvió a ver al flaco de los mocasines.

#28

La Muerte lo tocó por la espalda. Le avisó que había llegado el momento. El hombre siguió concentrado, leyendo un informe de una central energética. Dijo que no tenía tiempo para trámites, que de esas cosas se encargaba el Chino. La Muerte le ofreció una estadía en el Cielo a cambio de una serie de cosas. El hombre le dijo que no iba a dejar sus convicciones en la puerta de ningún lado. Era martes a la noche. Consiguió tiempo hasta la mañana del día siguiente. La Muerte va a negar este relato.

#29

Se juró no llorar más. Y esa niña que le trae un collage de fotos de Néstor a la cama, desafía el carácter divino de su promesa. La Modernidad ya no permitirá que Abraham se atreva siquiera a subir al monte con Isaac.

#30

La noche fundacional del martes, cuando le contó a su amigo que su novia se le había insinuado. La madre de todas las decisiones, un silencio que era una mochila inamovible. Hay momentos que son la línea desde la que no hay retorno, ni pasado, ni futuro. Esa denuncia, es uno de esos momentos: son el presente absoluto. La pelea, los insultos, las acusaciones de traición, el repaso de méritos, el puñal imposible de ser quitado. Y el abrazo del miércoles, los ojos en lágrimas, que no cerró ninguna herida, pero que ayudó a construir, por lo menos, otro presente.

#31

Se conocieron en el tren que fue a la cumbre de Mar del Plata en el 2004. Ella todavía no tenía celular, así que anotó el de él en un papel que perdió mientras saltaba, unas horas después (tal vez, mientras hablaba Chávez, pero no podría saberlo). Se encontraron el viernes, acompañando el cortejo en la calle Alem. Cuando ella lo fue a besar y prometerle una vida juntos, a él su novio lo abrazó por atrás, y rompieron en llanto. Los tres, por un motivo diferente.

#32

El argentino volvió en un vuelo comercial desde Japón, país al que lo acercó el buque que lo encontró luego del naufragio de su barco en una isla desconocida. Fue, recuerda, el 20 de mayo de 2003. Había pasado con un taxi, antes de abordar el crucero, por la Plaza de Mayo, donde unas organizaciones de desocupados reclamaban por más trabajo. Con la adrenalina de volver a su hogar en San Telmo y reencontrarse con su familia, sintió congoja al ver, siete años después, un 27 de octubre de 2010, que la Plaza todavía estaba repleta de gente desesperada.

#33

Es preciso señalar que, durante esos momentos, hay algo que ordena, algo que se constituye en el centro de la cuestión. Esta vez fue la Plaza, pero pudo haber sido otro lugar, otra cosa, quizás otro tiempo, si es que el tiempo no es un lugar. Todo suceso tiene su centro. Él, se apropia de todos los pronombres. Volver, es volver de la Plaza; estar yendo, es estar yendo allí (y allí, ya es también la Plaza). Ese lugar se convierte en un espacio de breves reuniones, en puntos de encuentro donde dejar y recoger, especialmente, llaves. La incorporación de los teléfones celulares, además, cuadricula su geografía. Es paradójico pero ese avance tecnológico hace que la ubicación geográfica de una persona, luego de inventar alegorías numéricas y de nombres propios, vuelva a indicarse por medio de referencias espaciales. Estoy en la Catedral.

#34

Los mozos se adelantaron a esta historia, y decidieron contarla ellos mismos por la televisión, que sigue siendo la verdadera inmediatez.

#35

Estaba llorando porque ese miércoles, se había enganchado en un picadito en el recreo de la escuela, y había roto las rodillas del pantalón. La vieja lo iba a retar, y se quedaría encerrado toda la tarde. Cuando llegó a la casa, vio que su mamá, anticipando la desgracia que le venía a contar el pibe, ya estaba llorando, la vista perdida en el televisor. Pensó que los adultos eran una cosa de locos. ¿Cómo podía saber que había roto el pantalón nuevo? Si ella no estaba en la escuela, si él se juraba a sí mismo que pispeó bien para todos los costados antes de engancharse al picadito. Pensó que los adultos debían saber algo que él todavía no. Así que se encerró solo en la pieza. Esperando a ser grande para tener esos poderes.

#36

El mensaje de texto que contesta el “como va?”, con un “Bien”, significó una cosa el miércoles, otra el jueves y otra muy distinta el domingo.

#37

En la calle Libertador, todavía las amas de casa usan uniforme, y es un símbolo. En Libertador, algunas de ellas lloraron tras una columna, y es otro símbolo. En Libertador, él no tenía un teléfono con camarita para registrar ese símbolo. Y eso también será un símbolo.

#38

El miércoles juraron, para no lastimarse, no verse nunca más. Y él pensó que hubiera dado lo que no tenía para no haberse ido nunca de su tranquilo pueblo natal, donde sólo los privilegiados tienen esos putos ascensores y puertas que abren solamente con llaves, desde adentro. Porque esos diez pisos por ascensor, ese tener que bajar abrir, es una vueltita más del puñal. Ahora sí va a quedar marca. (Y eso que todavía no subió, ni escuchó el celular, ni prendió la tele, ni se quedó sentado una hora en la cama).

#39

Las metáforas se reconvierten tanto con una muerte, que los heridos por el kirchnerismo se reconocen el lunes y el domingo. Son los miles que tienen los labios rotos por los cambios de clima, los miles de resfriados por el cortejo bajo la lluvia, los que, como en un club que no es exclusivo sino todo lo contrario, asienten con la cabeza cuando se ven las mejillas hinchadas de fiebre. Es lunes, en la oficina.

#40

- Pero, ¿cómo vas a renunciar para ir a la Plaza?, ¿no pensás en tus hijos?

- Voy a la Plaza, justamente, porque pienso en mis hijos.

Hay que seguir siguiendo

Ese legado que hay que construir dentro de un rato, lo empezamos a construir ahora, a la tardecita. Nos vemos ahí.