28/2/09

III

Nunca va a escribir una novela. Nunca. Aunque le digan que no lo diga nunca. A eso, a nunca.

La impaciencia, madre de todos sus otros defectos, le impide escribir algo que vaya más allá de unas reflexiones pasajeras, momentáneas. Nunca mirar más allá, siempre el día a día. El cortoplacismo es el hijo bobo de la impaciencia.

(Acá alguno va a decir que estoy hablando de kirchnerismo, y que el kirchnerismo es cortoplacista, porque es impaciente. No. No estoy hablando de política, y tampoco haciendo una analogía. La analogía entre los valores, las actitudes, las percepciones, en fin, las analogías entre las cuestiones privadas y la política son horrendas y, peor, falsas. Todos sabemos que en la vida privada está bien ser humilde, por las dudas, pensar siempre que uno puede llegar a ser un pelotudo, y boxear el autoestima de vez en cuando es, más que una patología, un acto de autopreservación absolutamente necesario. En política no, eso no funciona, en política hay que creérsela todo el tiempo, siempre, así funciona. La soberbia funciona para la política, la soberbia es política. Luchar causas perdidas, ser un solitario a veces, morir con las botas puestas, ser honesto hasta que duela, tratar a los demás como deseáis ser tratado: todo eso, dejémoslo para la vida privada. Política se hace de otra forma).

La impaciencia, decía, la impaciencia es incapaz de suspender la vida de un personaje para darle rienda suelta a otro, la impaciencia, el sentimiento de urgencia, no permite juzgar, jerarquizar mejor dicho, sostener prioridades. Para quien es impaciente todo es tan importante que nada lo es.

Nunca va a poder escribir historias largas.

Nunca va a poder escribir esa novela sobre los 60 locos que se escaparon de un psiquiátrico durante el Caracazo. No va a poder titularla: 60 locos, y no va a poder figurar en la solapa que el autor refleja el estallido de la Venezuela del Punto Fijo a través del relato reconstruído del escape de los 60 locos del Hospicio de Catia el día del Caracazo.

No va a escribir esa novela que intente parodiar el Ulises de Joyce utilizando, en vez de esa cantidad de palabras, laberintos, acontecimientos para relatar un día de un sujeto cualquiera, un libro entero para explicar un momento. La nada misma, el libro va a ser la explicación de un simple momento, si tuviera paciencia, claro está. Y claro está que no la tiene. No la tiene para escribir un mamotreto de 500 páginas describiendo solamente un momento: cualquiera, en lo posible, nada especial. No debe tener nada de poético, no. Debería ser el relato de una mujer llenando un vaso con agua. El escritor hombre, la protagonista mujer: eso ya daría que hablar y la idea era lo contrario. El mamotreto de 500 páginas relatando simplemente un momento debería ser la descripción fina y detallada de una acción rutinaria. La apertura de los ojos en la mañana de un sodero. Podría ser, aunque querría evitar las consideraciones filosóficas, las analogías con la dinámica de expresión de una flor con la salida del sol, quisiera también no tener que sostener una postura filosófica acerca del recupero constante de la memoria todas las mañanas. Decidiría el momento que quisiera describir en 500 páginas más adelante. Lo importante era, se decía, el concepto. Ese concepto que va a ser perdido por la impaciencia de no poder más que describirlo brevemente y, jamás, desarrollarlo.

Qué pena que jamás podrá escribir esa novela sobre el tipo que descubre por casualidad la máquina del tiempo y, claro, atento a los clisés sobre la necesidad de evitar los grandes males de la Humanidad, decide viajar a la República de Weimar y vociferar a los cuatro vientos que el incendio del Reichstag era una simple provocación de los nazis, que ojo, que tengan cuidado con esos tipos. Y se para sobre un banco de plaza de Berlin de fines de los `20 y lanza un discurso encendido sobre la necesidad de tolerarse, que la salida de esa situación trágica no venía del lado del nazismo, del odio y el rencor, que la desesperación no debía llevarlos a soluciones extremistas. Los alemanes que se juntan a su alrededor se miran, algunos ríen de nervios y otros de lo gracioso que les parece un tipo con unos atuendos absolutamente extraños y un idioma inteligible parado arriba de un banco. La mayoría sigue de largo, algunos empujan carretillas con papel moneda. Pocas veces se le ocurren novelas con el final incluído: esta vez sí. El hombre que viajó en el tiempo, y cuya máquina transportadora ha quedado hecha añicos luego de haber estacionado, justamente, en el Reichstag mientras este era incendiado por los nazis, empieza hacia el final del libro a abandonar su tarea filantrópica de alertar a sus hermanos alemanes que no comprenden su idioma y, cuando lo hacen, se ríen de sus profecías. El hombre se inclina por el alcohol, por la angustia de no poder hacer nada contra el torrente histórico que se le viene encima. Entonces decide aceptar su destino y, finalmente, convertirse en un jerarca nazi.

Sabe, también, que jamás inundará páginas de tinta con la historia de aquél muchacho que ya de adolescente pintaba para ser un gran filósofo, puesto que conocía a la perfección las diversas corrientes del pensamiento clásico, sostenía silogismos novedosos acerca de la ausencia del Ser y se dedicaba a conversar con Heidegger y Hegel como si ambos estuvieran presentes en lo que, en verdad, era un monólogo presenciado por sus acólitos. No, jamás se redactaría la historia de ese joven que, un día cansado de sus interminables charlas sobre el Dasein heideggeriano, decidió prender el televisor y comenzó vorazmente a consumir todo tipo de programa que por allí se emitía. No, nadie podrá leer las andanzas del filósofo que dejó de leer a Platón porque encontró mayor satisfacción en mirar los programas de la tarde legítimamente.

No. La impaciencia no hace buenos novelistas. La impaciencia engendra bloggers.

25/2/09

Ciudad de Dios


"Ciudad de Dios es una gran película por lo que dice de la dominación. Más allá de todas las otras situaciones, la pobreza, la exclusión, etc., de las que habla. Habla de las formas de dominación. De la estructura política de la favela: un Estado dentro de otro Estado. Habla de las sucesiones de los mandatos.(...)"

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20/2/09

Tesis sobre Altamira


El problema del PO no es el escaso caudal electoral conseguido en cada elección, la nula penetración en el movimiento obrero, o la natural tendencia a la ruptura permanente de frentes.

O sí. Son problemas. Pero problemas acaecidos como consecuencia de otra cosa.

La otra cosa, ya la anduvieron esbozando Ezequiel y Manuk. La cuestión es la interpretación de la idea de un devenir histórico por el cual todo proceso genera sus propias consecuencias. Inevitablemente. El marxismo ortodoxo adoptó como tesis central que hay que sentarse a ver pasar el cadáver de su enemigo. Y resultó que el enemigo le ató una piola a la estatua de Lenin y la tiró abajo antes.

Es una idea, en el fondo, quietista. El marxismo ortodoxo es una adaptación shiíta del mundo terrenal: todo esto es una porquería y no hay que hacer nada para cambiarlo. El shiísmo -hasta la Revolución Islámica quizás- esperaba en el otro mundo el verdadero, no valía la pena hacer nada en este. No había que resistir ni confrontar: hay que sentarse a rezar y esperar la llegada del Imam oculto. En algún punto, para la ortodoxia troscana el germen de la propia destrucción del capitalismo es el Imam oculto que un día volverá para instaurar el reino de los cielos. Mientras tanto, a quedarse piola. Nada vale, demasiado, la pena políticamente. Por eso no hay plan para capitalizar políticamente la crisis: ella hará todo por sí sola.

Siempre me pregunté por qué Altamira. En serio. No hay nada más piantavotos que Altamira, la versión trosca de López Murphy en ese sentido. Y en el fondo, creo que está la idea, ya no sólo de que no van a ganar nunca, sino de que ni siquiera importa. Que un día vendrá la crisis, y gobernarán los trabajadores, así como así y que las elecciones son un formalismo, una quinta distinta a los centros estudiantiles para juntar guita para los afiches (hay que escribir, un día, un estudio sobre el círculo virtuoso centrodestudiantes-afiche-centrodestudiantes). Altamira, en todo caso, instala la idea en el PO de que él es el producto de la correlación de fuerzas, el resultado de una serie de luchas trosco-internas. Que es él, inevitablemente, quien tiene que estar ahí: porque está. Y si mañana viene otro y le encaja un tiro en plena asamblea del PO, entonces ese verdugo será el sucesor, porque el devenir histórico quería que él estuviese ahí, encajándole un tiro justo.

La ortodoxia ve a la Historia como una sucesión de por algo será. Todo se justifica por el final.

La justificación del pragmatismo, característica de nuestro peronismo choripanero, es también una reivindicación de la contingencia. Por eso el peronismo hace política con el barro rozándole los bigotes, porque sabe que siempre, siempre, puede volver todo para atrás, perder, ganar por paliza, empatar. Y por eso el PO, por el convencimiento de que de última todo se`gual, postula a Altamira. Con todo respeto.

17/2/09

Exporten soja, pero importen dirigentes

Sencillo.

La dirigencia rural no existe. Una cosa es un conjunto de personajes mediáticos corriendo por todos los programas de la tele. Otra es una dirigencia.

La diferencia está en que si sos dirigente, tus bases te responden. Por eso "dirigís": porque tenés la posibilidad de acelerar, frenar, doblar, esperar, utilizando el recurso de la apelación a la base.


Si usaste el recurso "me presionan las bases" quizás ganaste algo en su momento: no pagabas el costo político permanente de la gente en las rutas. Pero abriste una caja de Pandora. Ahora 25 (cuéntenlos) tipos te deciden cortar las rutas. Y te pueden joder una negociación. Porque estos 25 se reunieron en La Rural de Olavarría. Decidieron como entidad, y díganse todas las veces que quieran que son autoconvocados. Decidieron cortar una ruta este jueves para pedir que abran las exportaciones, mientras la dirigencia rural intenta un acercamiento con el Gobierno. Son "el campo". Con el logo de la SRA atrás, ya no vale el ilusionismo Marianoteísta de "esos no representan el campo".

El campo no necesita tanto exportaciones y subsidios como dirigentes. Que puedan ir a negociar demostrándole al Gobierno que lo que se arregle va a ser respetado por las bases. Sino la Mesa de Enlace son cuatro tipos que les gusta más la tele que a otros.

14/2/09

II

Entonces es domingo y está lloviendo. Cuando ella salió a buscar la pizza, él no sabía que iba a llover. El pibe escucha que llueve y se acerca a la ventana, suena Eclipse, el último tema del disco The dark side de Pink Floyd. Lo empezaron a escuchar juntos, ni bien el pibe llamó para pedir la pizza, y ahora el último tema lo encuentra solo, mirando por la ventana. Dejó de fumar hace mucho y piensa en qué bien le haría un cigarrillo: más a la escena, que a él.

Porque llueve y porque suena Eclipse; porque está en su primera casa, aunque alquila, siente que es su primera casa porque están juntos, y al pibe le gustan los cuadritos que eligieron, la biblioteca improvisada y que el televisor esté apagado casi todo el tiempo. Hasta le gusta su trabajo en el ministerio, rutinario sí, pero que le da para alquilar, estar con ella, volver al pueblo de vez en cuando, mejorar de a poco el lugar y pensar en el futuro y en la casa propia.

Le gusta verla llegar por la ventana cuando cruza la calle, con la camisa blanca empapada y una sonrisa. Al pibe le gustan los cuatro platos que tienen porque todavía no llegaron algunas cajas con cosas que cada uno iba a traer. Le gusta la mesa no demasiado grande, y le gusta dejar que el disco dé la vuelta y empiece de nuevo.

Le gusta abrazarla de atrás mientras ella habla por teléfono con una clienta que tiene que atender mañana. Al pibe le gusta hacerla reír mientras ella trata de ponerse seria. Le gusta que no haya demasiadas luces prendidas y que estén comiendo cerca de la ventana donde pueden ver la lluvia.

Le gusta terminar de comer y seguir escuchando ese disco. Le gusta que ella se duerma en el sillón un rato antes de irse a dormir. Al pibe le gusta mirarla por encima de la computadora, mientras se sienta y escribe: “Entonces es domingo y está lloviendo…”.

12/2/09

I

El pibe se está haciendo de comer. Hace tiempo que rompieron esa convención: ya no siempre comen juntos, lo mismo, a la misma hora. Pone el agua a hervir y se sienta a escribir algo, todavía no sabe qué. El padre amagó con irse a dormir, pero vuelve. Se olvidó los cigarrillos, el encendedor y las boquillas descartables en las que volvió a fumar hace dos años. Nunca volvieron a hablar del tema desde que pasó. Pareciera como si, para ellos, en realidad nunca hubiese pasado nada. Se miraron en ese momento y se juraron silencio: así la recordarían, ambos, padre e hijo. Cualquier mención extraña, ajena, sería en adelante una incomodidad.

Falta poco para los dos años de aquello que pasó, y el padre vuelve a buscar los cigarrillos. El pibe sigue esperando el día en que se sincere y le ofrezca un cigarrillo: todos saben que fuma. Ahora, justo ahora, el pibe lo dejó. No sabe bien por qué. Se cruzan las miradas y se entienden. Todavía les hace falta, a ambos.

Entonces enfila para su dormitorio, pero entra en el otro, vacío. Queda solamente un teclado, que sacó hoy su nieto para jugar. El padre prende el último Derby, le pone una boquilla y enciende el teclado. El pibe controla los fideos y vuelve a sentarse: todavía no sabe qué va a escribir. Entonces el padre toca una canción, en el teclado, que tocaba cuando ella estaba. Era triste, la canción, lenta, abrumadora.

La melodía invade toda la casa, y el pibe baja el volumen del televisor para escucharla y recordar. Y la ve a su vieja sentada en la mesa y a su viejo feliz. Entonces todo es más justo porque ella ahora sí conoce a su nieto, el que dejó el teclado afuera, el mismo teclado que ahora entona esa melodía que es un recuerdo.

Entonces el pibe escucha sonar el teléfono y se alegra por quién es. Le gustaría contarle todo, pero disimula. Sin embargo, sigue escuchando la melodía de fondo, que ya dejó de sonar, y la melancolía vuelve a ganarle como casi todos los últimos días.


El pibe corta el teléfono, se sienta y escribe: “el pibe se está haciendo de comer…”.

10/2/09

Faith

- Y mirá si gana…

- No sería tan raro, ganar es posible que gane…

- No, mirá si gana por el famoso 15% de ventaja, el que sería “unavictoriadeverdad”, mirá si todos los números que hacíamos estaban equivocados, qué se yo, mirá si hay un milagro, mirá si va Néstor, y empezamos a joder con que ojo la polarización, ojo la nacionalización de las elecciones, y resulta que el tipo va y gana, y gana, ponele, por un 12, 13%...

- Van a decir que es poco, igual…le aviso, para que no sueñe con títulos que digan “arrasador triunfo”.

- Y, ¿qué importa? El título va a ser una mierda igual, salgan como salgan las elecciones. A lo sumo, si perdemos por goleada, entonces sí el título va a hablar de la victoria de la república. Pero, insisto, ¿puede perder por goleada?

- No.

- Entonces nos estamos preocupando porque no vamos a ganar por goleada. Porque, sí, podíamos hacerles cinco goles más y resulta que se nos fue la pata en una jugada y pumba…nos echaron unos tipos. Bueno, sí, era mejor jugar con los once, pero tampoco nos olvidemos que, aún echándonos un par de tipos, todavía vamos ganando, todavía podemos hacer un par de goles y, sobre todo, todavía somos más. Pensemos en perspectiva, también, ¿dónde estábamos hace unos años?, ¿cuánto hubiésemos dados por ganar, aunque sea con un gol con la mano en el minuto 93?

- En definitiva, se quejan de llenos...tan peronistas son.

- Posiblemente. O tal vez nos gustaba demasiado “las cosas como antes”. Era todo más lindo, eran los primeros años, la famosa luna de miel. Las cosas fluían solas, no había que negociar, rosquear, ceder, transar (o eso parecía: yo voto porque se negociaba, rosqueaba, cedía y transaba igual: sólo que los resultados parecían más grandilocuentes y apreciables. Que el fin, dios me libre, no justificaba los medios: pero que los maquillaba y los dejaba tan bonitos). Casi ni que pensar tenía uno: muchos durmieron en esos laureles y se hacen llamar progresistas.

- No entiendo, ¿el progresismo qué pito toca?

- El progresismo le pide a la mina (para usté, Verboamérica, que gusta de pensar el kirchnerismo como una señorita) que sea la misma de antes, que le entregue todo, y la mina se cansó. Es inevitable: las cosas no son siempre como antes, y sería un embole si así fuera. En todo caso, que se pregunten qué hicieron cuando las cosas eran como antes, para que –en adelante –al menos las cosas estén bien. Al progresismo las minas le duran tres meses y no por falta de amor sino por estar enamorado del concepto de enamoramiento: es puro flechazo, conquista y romance. Pero cuando hay que ponerse los pantalones, cuando se acaban los arrumacos y las frases bonitas, cuando hay que mantener la casa, entonces el progresismo se las toma con la primera rubia que más o menos le hace ojitos.

- Entonces la mina, abandonada, se vuelve con el primer amor conurbanero. Sépalo: es la apología del Conurbano más tierna y rebuscada que he escuchado. Yo no iría un sábado a las cuatro de la mañana por La Matanza pidiendo amor…

- No. Pedir amor es contraproducente. En La Matanza y en Oslo. Que venga sólo o que no venga. Lo que no podemos es vivir constantemente anhelando aquello que fue. La hegemonía era un cuento hermoso de creerse pero terminó: como realidad y como ficción. Ahora se viene la construcción, mucho más lenta, tediosa y a veces insoportable.

- ¿Paciencia oriental?

- Toneladas. Traiga toneladas de ella porque las cosas, en casa, van a estar difíciles. Vamos a discutir y mucho. Vamos a conceder y demasiado. Vamos a soportar, también. Y todo eso, con lo malo y lo bueno, es preferible a quedarnos solos. Ya estuvimos ahí, y el elogio de la soledad es un consuelo estúpido.

9/2/09

El suicidio


- A veces... sueño con que se suicide…

- Pero no sea intolerante, pobre…

- Si no le dije quién…

- Oiga, es cierto…pero ya me imagino. Carrió, o Cobos, o algún opositor. Vió cómo son ustedes…los oficialistas…

- El kirchnerismo.

- Me ha dejado…sin habla…

- Mejor así, porque tengo para rato.

- Que se suicide Kirchner…

- ¿Ve?, no me presta atención. Dije el kirchnerismo. No las personas. Y nada de andar amasijándose. Quiero un suicidio político: mejor, un intento de suicidio político. Y, si es posible, fallido.

- Ahora sí, definitivamente, no entiendo nada.

- Quiero que el kirchnerismo haga la estupidez más grande que uno puede hacer en política: cagarse en la correlación de fuerzas. Olvidarse de la máxima número uno: que primero está la supervivencia. Quiero que un día, solamente un día, o un par de semanas, póngale antes de octubre, el kirchnerismo se olvide de la importancia del pragmatismo, que rompa con la lógica kirchnerista, peronista, y se tire a la pileta sin mirar si hay agua, otros bañistas o incluso pileta...

- Se le están saliendo los ojos de su cauce, tranquilícese…

- …y largue millones de planes sociales sin que le importe la palabra clientelismo, y se mande con radiodifusión sin dar toda “la batalla cultural” que hay que dar antes; que se olvide del momento delicado que vive, que abandone el silogismo si 125=quilombo →+125 =caos.

- Que sea estúpido, le pide usted, que de acá en adelante pierda en gobernabilidad, que se mande a una pileta que posiblemente esté vacía…un desastre político, le reclama. Muy sensato, lo suyo.

- Yo pido que si el kirchnerismo se termina, que se vaya a lo grande. Que se tenga que ir efectivamente por estar bien, pero bien bien a la izquierda de la sociedad: y quiero que se lo haga notar. Que la mina lo deje al tipo, o al revés qué se yo, y que lo deje porque la quiere mucho, y le haga notar que la deja porque la quiere tanto, pero tanto tanto que haría cualquier cosa para hacerla feliz…hasta dejarla…

- No se ponga mal…

- …y que pierda, si tiene que perder, que pierda. Si se tiene que venir la Restauración Conserva…si eso es lo que nos va a tocar, que venga. Pero perdamos (¿se dice así?, el corrector dice que sí, a mí me suena a palabra infantil, y me encanta cómo suena), perdamos, decía, perdamos a lo grande: perdamos por haberlo intentado todo. Perdamos por no haber podido y no, otra vez, por no haber querido. Tratemos de suicidarnos y, en todo caso, probemos qué tan duro tenemos el cuello. En una de esas, hasta salimos fortalecidos, quién le dice…

5/2/09

Gracias por su escrache

Simplemente, quería agradecerles.

Las decisiones cuestan. Hay que pensar, medir, evaluar, y todo eso. Estamos en verano y no me sale ninguna de las mencionadas.

Yo sé que ustedes me dirían que el autoritarismo en las declaraciones también es violencia. Citarán, eufóricos, la filosofía ricotera y me dirán que violencia es mentir. Y que K miente.

(A lo cual debería contestarles ricoteramente, y decirles que ji, ji, ji.)

Quería agradecerles por simplificarme el debate. Sin ironías. Hace calor, estoy buscando trabajo, haciendo cosas para la facultad e intentando inaugurar la militancia golondrina –que consiste en tratar de militar en lugares en los que no vas a vivir más de tres meses seguidos. Eso me deja escasísimo tiempo para la política nacional. No tendría tiempo para ponerme a mirar el proyecto de ley de glaciares, o algún pliego de concesión medio extraño. Soy, en verano, el televidente promedio: necesito que me muestren dos y elegir cuál es el bueno y cuál es el malo (aunque la tele insista en decírmelo directamente: todavía puedo elegir). Soy, cuando hace calor, el sueño de todo totalitarismo: un hombre-masa que apenas procesa imágenes.

Pienso: si el debate sobre retenciones se hubiese lanzado el 15 de enero, no hubiese significado nada. No sería el populista rentado que soy hoy, por ejemplo. Y no por desinterés, sino por ignorancia. En verano no entiendo casi nada.

- En invierno tampoco, sólo que lo disimula mejor con tanta campera y bufanda…

- ¡Eh, hola!, ¿cómo anda?

- Acá, con calor.

Entonces, cuando no estoy dispuesto a entender cosas, ustedes, amigos ruralistas escrachadores, vienen y agreden a Rossi.

No saben qué alegría. Una alegría egoísta, como todas. Porque debería darme congoja las instit…la rep…el cons…el diál…todo eso. Lástima, pero son sus banderas, y yo no lloro por ellas. Me solucionaron octubre. Por izquierda y por derecha (porque ya sé, por supuesto, a quiénes no por el modelo de país; pero también sé a quiénes tampoco porque no los escrachan, porque no van a la puerta de la casa de Pino a arrojarle objetos, porque Buzzi se acerca a esos sectores y esos sectores no dicen nada de la justificación de la violencia. Ahora sí, sé, quienes le suman algo de poder real al discurso).

Los prefiero ahí, mostrando lo que verdaderamente son, que jugando a que son democráticos. Más: prefiero que vayan a jugar el juego democrático –siempre, lo prefiero –evidenciando sus verdaderas intenciones. No quiero sorpresas, después: si ganan, lo cual dudo, prefiero que ganen habiendo demostrado claramente lo que son. Por ahí, incluso, los eligen por eso. Será una elección triste, pero -al menos -honesta.

Cuánto más alto,

Trepa el monito

(así es la vida)

El culo más se le ve.

3/2/09

Diario de un viaje a la Costa

Fui a ambos lugares.

Sin embargo, Necochea me parece turísticamente más kirchnerista.

- ¿Qué, qué?

Porque es fácil caer en el clisé Mar del Plata-peronismo-trabajadores-vacaciones pagas-Perón. Sí, yo se lo entiendo, se lo vi, si quiere: estaban ahí, los trabajadores, en la rambla, en Playa Grande. Esquivando el almuerzo con las facturas de las once, yo los vi, eso es una forma de populismo, si me quiere creer. Estaban las multitudes, y el subsuelo de la patria chapoteando; también está la soledad, entre todo eso, del tipo que se queda mirando el mar.

(Y déjeme decirle que más viaja uno a Mar del Plata, y más entiende a Mendieta. Que bancaría, yo mediterráneo, cualquier proyecto que impulse el pago de una mensualidad por desarraigo a los muchachos que van de la Costa a vivir a Capital. Que se complica con la nostalgia de verdad, que el mar es muy traidor, en ese sentido).

Necochea es, en todo caso, la heterodoxia. Y ahí es más kirchnerista. La resultante de quitarle al peronismo el factor de previsibilidad, sumándole, quién sabe, alguna que otra cuestión ideológica. Con la ausencia de paradigma como estandarte: lo importante es llegar ahí, después veremos cómo.

Quequén que le corre por izquierda, y que amaga con ser metáfora de algo. Necochea que entiende que no podrían vivir sin correr a alguien por izquierda. Para no tener que ser, ellos mismos…eso. La palabra con I.

Mar del Plata todavía juega, turísticamente, con la idea de la movilidad social y la igualación de las clases. Y se le nota cuando pierde ese juego. Si las primeras vacaciones quinquenales eran el aluvión zoológico mojando las patas en el mar, luego la oligarquía se construyó, en los alrededores de la costa, una platea de lujo para observar semejante espectáculo.

En Necochea hay una idea de igualación por oferta. Así el mismo tipo que está en el casino, está en la playa y en la peatonal, y en el mismo bar esa noche. No porque no pueda más, uno que otro, si no más bien, porque tampoco hay mucho más. Es una idea que horrorizaría a cualquier liberal: ¿igualación para abajo? A mí, si no se tratara de experimentar con vidas, me gustaría probar alguna vez, a ver cómo funciona.