18/5/09

El día que Dorrego fusiló a Lavalle II (El relato político)

Viene de:

I. El hecho.


II. El relato político

En el libro "La pasión y la excepción", Beatriz Sarlo declara en el capítulo dedicado a Aramburu un intento por reconstruir aquéllo que se dijo en el momento mismo del suceder: "no se tratará de ver qué se recuerda sino eso que fue, en su momento, un presente" (1). La autora propone una reconstrucción de lo dicho en la época, en una tarea destinada a marginar intencionalmente las reconstrucciones de la memoria que, asegura, pueden llevar a la idealización, propia de una época de juventud. La tarea será asumida por Sarlo tomando como ejes de referencia algunos documentos de época: la crónica de lo sucedido publicada en la revista montonera "La causa peronista", los comunicados de la propia organización al respecto y, finalmente, las cartas entre Perón y Montoneros. Todos testimonios de época.

Tapa de la revista La Causa Peronista de septiembre
de 1974 donde Montoneros relata los hechos.



La crónica publicada por La causa peronista es uno de los testimonios más importantes en la historia de la violencia política en la Argentina. El relato en primera persona de Firmenich y Arrostito, presentes en el secuestro y fusilamiento de Aramburu, permiten conocer al detalle la dinámica de lo acontecido. Es una justificación política, sí, pero también es una declaración simbólica de motivos. Montoneros expresa en esa crónica, aunque ya lo había hecho en los comunicados, los porqués del fusilamiento. Al erigirse en tribunal revolucionario, la organización lleva adelante un juicio contra Aramburu en el cual le son comunicados los cargos que se le imputan. Lo que para Sarlo constituye el primer requisito de toda venganza: comunicar al sujeto vengado los motivos de la venganza (2). De esta manera, enumeran los motivos: en primer lugar, aparecen los fusilamientos del `56 que Walsh devela en "Operación masacre". El primer cargo que se le imputó fue "el fusilamiento del General Valle y los otros patriotas que se alzaron con él, el 9 de junio de 1956" (3). Es importante la jerarquía de las acusaciones, porque va a ser objeto de diferentes resignificaciones. Luego viene el segundo cargo que, abandonando el tono simbólico, se inserta en la cuestión política coyuntural y contemporánea: se acusa a Aramburu de estar preparando un golpe militar contra Onganía, y de establecerse él mismo como válvula de escape del régimen. Montoneros tiene con Aramburu su carta de presentación: si, simbólicamente, fusilar a Aramburu es resarcir los sucesos de la Libertadora, entonces políticamente terminar con Aramburu es declarar la intransigencia absoluta con el régimen hasta tanto no se incorpore a Perón al mismo. El nacimiento de la organización deja en claro su postura: la salida es con Perón o no hay salida. Posteriormente, y como tercer cargo imputado, en el segundo día del juicio, Montoneros acusa a Aramburu por el robo del cadáver de Evita, "un delito que a los peronistas los había herido e indignado como pocas veces se indignó este pueblo"(4). El militar titubea y decide no dar demasiadas precisiones, aduciendo un pacto de honor con los secuestradores del cadáver de Evita. Entonces la jerarquía de los tres principales cargos queda así: 1- El fusilamiento de Valle; 2- Aramburu como válvula de escape del régimen; 3- El cadáver de Evita.

Pero hay un detalle que, en la generalización, Sarlo evita. Empeñada en la búsqueda de los relatos al momento del suceder, la autora supone una línea divisoria entre relatos que acontecen al momento del suceder y aquellos que, supongamos, han tenido tiempo de haber sido resignificados por acontecimientos como, pongámos por caso, la dictadura militar. Esta división no da cuenta de un dato fundamental: el relato de la revista La Causa Peronista es publicado en septiembre de 1974. No es inmediatamente posterior al fusilamiento de Aramburu: está, al igual que cualquier relato post-dictadura, efectivamente influenciado por los sucesos acaecidos entre 1970 y septiembre de 1974. Y no puede afirmarse con tanta liviandad que se busca una interrogación sobre "los hechos de 1970 y su narración en los tres o cuatro años siguientes"(5), porque en esos tres o cuatro años siguientes ocurrieron acontecimientos claves para el desarrollo de la relación Perón-Montoneros. Entre el fusilamiento de Aramburu y la reconstrucción de La Causa Peronista, tuvo lugar la masacre de Ezeiza, posiblemente un designio tan evidente como el Aramburazo de la dinámica política que se avecinaba: el 20 de junio de 1973, cuando Perón regresaba definitivamente al país, desde el palco organizado y copado por la derecha peronista se tiroteó a la población que iba a recibir a Perón, dando un mensaje más que claro a las organizaciones peronistas de izquierda de quién iba a hacerse cargo de la conducción del Movimiento. Ezeiza, afirma Verbitsky, "fue una masacre premeditada para desplazar a Cámpora y copar el poder"(6). En esos "tres o cuatro años", acontece un episodio que también fue una respuesta a Ezeiza: el 23 de septiembre de 1973 Rucci es asesinado. El asesinato del sindicalista que, en ese momento, era la mano derecha de Juan Domingo Perón, significó la ruptura definitiva de Montoneros con Perón, en la medida en que Montoneros, en una práctica habitual de la organización (7), se hace cargo del asesinato. Una ruptura que quedará sellada con el "estúpidos imberbes" de Perón, el 1ro de mayo de 1974, y la posterior retirada de Montoneros de Plaza de Mayo al compás de "qué pasa/qué pasa/qué pasa General/está lleno de gorilas/el Gobierno popular". Por si estos eventos no resultaran demasiado significativos, el 1ro de julio de 1974 fallecía Juan Domingo Perón.

Entonces, el análisis de Sarlo supone que no hay resignificación simbólica del Aramburazo desde 1970 a 1974 cuando, en el medio, la relación Perón-Montoneros termina por destruirse; cuando durante esos años, Perón pasa de la "juventud maravillosa" a los "estupidos imberbes". El relato de la revista La causa peronista está tan influenciado por ese contexto como actualmente lo puede estar cualquier reconstrucción de los hechos. Por otros motivos, evidentemente. Lo que no puede dejar de pensarse es en qué medida es valido suponer que un documento de 1970 y otro de 1974 pueden formar parte de la misma estructura de narración de los hechos: es decir, con qué criterios se recorta en 1974, si no es pensando que no hay un proceso de resignificación que sí se daría, por ejemplo, luego del Proceso de Reorganización Nacional.

Es evidente la resignificación. En el relato de 1974, vemos cada vez más importancia en el elemento simbólico del fusilamiento. No se olvida que Aramburu era una carta del régimen, pero al mismo tiempo las primeras referencias son hacia Valle, a los fusilados de José León Suárez, la importancia del paradero del cadáver de Evita. Montoneros, hacia 1974, con Perón muerto, intenta representarse como el peronismo auténtico, como el heredero de todas esas luchas, de la Resistencia, de la proscripción, del combate a la Libertadora. A pesar de que están lejos de haber encarnado esa lucha ellos mismos: Montoneros era una organización de jóvenes, y sobre todo de jóvenes de clase media, de familias gorilas. La estancia en la que fusilan a Aramburu, es una estancia que pertenece a un miembro de la cúpula de Montoneros, Carlos Ramus. Esto también es parte del simbolismo: es poner al servicio de la organización un elemento tan patricio, tan oligárquico, como la estancia de la familia. Jauretche señalaba que la zoncera argentina número 41 consistía en distinguir entre jóvenes y muchachones: los jóvenes son "los participantes en manifestaciones públicas, rechiflas, roturas de vidrios, agresiones e incendios, que se domicilian en el Barrio Norte. Muchachones son los mismos manifestantes, agresores, etc., cuando proceden de los demás barrios de la Capital o de los suburbios servidos por líneas a vapor". Y Jauretche asegura que esta zoncera comenzó en 1945, comenzó con el peronismo: entonces los muchachones -que antes habían sido los radicales y ya no- eran las masas peronistas del 17 de octubre, el aluvión zoológico. Pues bien, los integrantes de Montoneros no eran muchachones, no pertenecían a los suburbios, a "la clase peronista".

Por eso el fusilamiento de Aramburu es una demostración de peronismo, de que verdaderamente se pertenece al movimiento sin pertenecer a la clase. La demostración es necesaria, Montoneros teme caer en un falso peronismo, aquél que Cooke advertía a Perón en una carta: "ese peronismo de pura figuración y cálculo, de caballeros, ese peronismo sin angustia, sin el pensamiento puesto todo el día y todos los días en el drama argentino, es un merengue decorativo que sería útil si adentro de la torta hubiese una bomba; pero cada vez hay más merengue y no va quedando sitio para la bomba"(8). Aramburu, su fusilamiento, es la bomba dentro de la torta que reclama Cooke. El riesgo para Montoneros era ser considerado "puro merengue": una banda de chicos católicos criados en el gorilismo. Algo que, de todas formas, seguían siendo. Pero acaso aquí encontramos una primera respuesta de por qué Aramburu, por qué el fusilamiento, por qué no se negocia. Es algo más, contrario a la tesis de Sarlo, que una venganza: es la apropiación de los símbolos peronistas, pero también una postura política y una carta de presentación. Y un mensaje: Montoneros quiere ser tan peronista, aún en su juventud, aún sin haber vivido casi nada de lo que dice representar, como las viejas organizaciones.

Y ahora sí, la importancia de la correspondencia entre Perón y Montoneros, vía Galimberti, para demostrar lo que estamos diciendo. El fusilamiento de Aramburu también tiene una significación política de coyuntura, de momento. Que con el tiempo, incluso -como obvia mencionar Sarlo- en 1974, la dimensión simbólica del acontecimiento vaya tomando más fuerza que su importancia político-coyuntural no es tanto una estrategia política de Montoneros como un proceso "natural" en casi todos los hechos políticos: el 17 de octubre, por ejemplo, recuerda algo más que la liberación de Perón, aunque también es esa liberación. De la misma manera, Montoneros reivindica, AL MOMENTO DEL SUCEDER, el valor estratégico de ese fusilamiento. De ahí que en la carta a Perón de febrero del ´71, el mensaje es que "la razón fundamental era el rol de válvula de escape que este señor pretendía jugar como carta de recambio del sistema (...). Como en el ajedrez, les comemos la pieza clave, para arruinarles la maniobra y obligarles a jugar improvisadamente" (9). El paso del tiempo, por las reconstrucciones propias de todo hecho político, comienzan a darle cada vez más trascendencia al factor simbólico. El relato de 1974 es un ejemplo claro, donde la cuestión de Valle y el cadáver de Evita pasan a ser los elementos fundamentales de ese secuestro: es el recupero de lo simbólico por sobre lo político-coyuntural. Y este proceso de resignificación obedece a que el momento político también se modifica: para 1974 Montoneros no necesita ingresar al peronismo, ni complacer a Perón, ni pronunciarse por la necesidad de la lucha armada. En 1974 la lucha es por la conducción del peronismo, toda vez que Perón ha muerto. Y su muerte se da distanciado de las organizaciones armadas como Montoneros: enaltecer los elementos simbólicos de aquél fusilamiento, entonces, también es un pronunciamiento respecto de quienes se suponen a sí mismos como verdaderos herederos de la tradición peronista.

1. Sarlo, B. Íbid. 2003. p. 137
2. Sarlo, B. Íbid. 2003. p. 148 3. La causa peronista.
4. Revista La causa peronista. Número del 03/09/1974.
5. Sarlo, B. Op. Cit. 2003. p. 136
6. Verbitsky, Horacio. Ezeiza. Ed. Contrapunto. p.
7 . En la primer carta de Montoneros a Perón explicando el fusilamiento de Aramburu, la organización le comunica que no han sido ellos quienes asesinar al dirigente Alonso pero que "ante el hecho consumado y vista la satisfacción popular respecto de él, consideramos necesario convalidarlo con el silencio, aceptando la autoría que el pueblo nos atribuía".
8. Cooke, John W. Obras completas John William Cooke. Tomo II: Correspondencia Cooke-Perón. Ed. Colihue. Buenos Aires, 2007. p. 476
9. Carta de Montoneros a Perón. Ver acá.

Continuará...

2 comentarios:

Maria dijo...

uuuyyy!!!! buenisimo !!!!! me quedé de la cara, pensando....
Desde ya me muero por saber cuál fué el verdadero motivo, si el manifiesto del 1974 estaba tuneado (perdón resignificado)
Alguien puede aportarme algo sobre esta frase xfa: "..con qué criterios se recorta en 1974 si no es pensando que no hay un proceso de resignificación que si se daría por ejemplo luego del proceso de reorganización nacional": me gustaría,que me ayuden.
También hay un tema que me queda abierto en el sentido de que: se puede afirmar que todo montoneros eran nenes bien de padres gorilas??
Esto es algo que tiene que ver con lo que propuse el otro día en un comentario y es tratar un poco el tema de las distintas organizaciones (ERP, por ej.), sus orígenes y motivaciones.
Sigo encantada con el tema
Espero respuesta, saludos maria

Anónimo dijo...

por ahi la estoy pifiando feo pero creo que lei un articulo de feinmann donde explica los origenes de montoneros, la mayoria venian de grupos catolicos antisemitas y fachos, si no mal recuerdo tacuara, pero la puedo estar pifiando mal.