Viene de:
III. El relato literario.
Una semana antes de que Pedro Eugenio Aramburu recibiera los cuatro balazos que terminarían con su vida, el escritor Leopoldo Marechal muere víctima de un síncope. La muerte de Marechal se produce mientras su última novela, Megafón o la guerra, se encuentra todavía en imprenta. Un mes después, con el Aramburazo ya consumado, la novela sale a la calle. La importancia de la descripción cronológica resulta de sostener que ninguno de los participantes del secuestro y fusilamiento de Aramburu pudo haber leído Megafón antes de los sucesos mencionados.
Leopoldo Marechal.
El clamor popular resultante del Aramburazo es innegable. La muerte de Aramburu se festeja, y ese festejo -también propio- intenta desentrañar Sarlo en el texto que tratamos. De todos los significados de ese festejo, hay uno que nos interesa: la violencia política estaba instalada. No se festeja tan apresuradamente un fusilamiento si eso no es, al menos remotamente, probable: ante un suceso absolutamente imprevisto el sentimiento popular es de incertidumbre. Y, sin embargo, un texto que se está imprimiendo mientras el Aramburazo sucede, aparece mágicamente relatando y suponiendo literariamente el hecho que acontece. Ese relato es Megafón o la guerra.
El personaje principal de la novela, Megafón, diagnostica que la Patria es una víbora: ese animal, sostiene el texto, "tiene dos peladuras: un cascarón viejo (...) que se resiste a soltarse del animal; y la peladura nueva que se formó debajo y que batalla por salir a la luz"(1). La metáfora es más que evidente: la patria liberal, la oligarquía, los militares en el gobierno son ese cascarón viejo que se resiste a caer, frente a la peladura que asoma por debajo y que es, sin lugar a dudas, el peronismo. Según Megafón estas dos patrias no están enfrentadas, sino que son un suceder: sin embargo para terminar de liberarse de la vieja peladura, es necesaria una guerra, y una guerra que se dará en Dos Batallas: la celestial y la terrestre.
Las batallas celestiales de Megafón consisten en visitar a personajes de la vieja peladura para increpar, debatir y conversar con ellos: exponerle su posición, pedir explicaciones. Entran intempestivamente, a veces por la fuerza, otras disimulando su verdadera intención. Así, en una de esas tantas visitas, Megafón entra con sus secuaces a visitar al general Cabezón: el eufemismo que Marechal utiliza para hablar de Aramburu. Esa visita parece exactamente extraída del relato que Montoneros realiza respecto del secuestro de Aramburu. Megafón se presenta ante el general Cabezón sosteniendo: "somos la Historia Crítica". De la misma manera que Montoneros enjuicia a Aramburu con textos históricos en la mano: con "Operación Masacre" como prueba de los fusilamientos del `55. Aquí el paralelismo es impactante, Marechal parece estar describiendo la situación que todavía no ha ocurrido mientras escribe, pero que va a suceder casi imitándola: el general Cabezón -Aramburu- sostiene que ve espíritus que se materializan por las noches, que suben a su dormitorio y hablan, que entre ellos hay civiles y militares ensangrentados. Megafón le pregunta si no hay entre ellos "uno que trae uniforme de general y muestra el pecho acribillado de balas. En vida se llamó Juan José Valle"(2). Es el mismo cargo que le imputa Montoneros, que con el tiempo reivindicará como el más importante: también Aramburu, como el general Cabezón, pretendió negar el fusilamiento de Valle. También cargan contra el general Cabezón los cargos de secuestrar el cadáver de Evita, uno de los pilares de las acusaciones contra Aramburu: de igual manera titubea en ambos relatos el militar frente a este cuestionamiento. Y es una escena que vuelve a repetirse, también, en el cuento “Esa mujer”, de Rodolfo Walsh, con la insistencia del narrador y esa pregunta que parece atravesar los tres relatos: “¿dónde, coronel, dónde?”. Pero impacta, además, un discurso que uno de los compañeros de Megafón brinda delante del general: "los actores del drama no digerían ya ese puchero abstracto y empezaban a sublevarse ahora en la escena. Entonces la noción de Patria que le habían enseñado al general sufrió una metamorfosis increíble: la Patria ya no era una geografía o un escenario, sino un conjunto de estructuras económico sociales. Y en lo sucesivo, nuestro general, pistola en mano, defendió las Sagradas Estructuras contra los agitadores de la escena. (...) En adelante se le dio a entender que las fronteras estaban dentro y que debían luchar contra el `enemigo interior` de las Sagradas Estructuras". El general Cabezón es el garante de la vieja peladura, de las Sagradas Estructuras, del liberalismo y de la oligarquía. Aramburu es ejecutado por Montoneros por esas mismas razones: "en Aramburu, el pueblo había sintetizado el antipueblo"(3). Megafón no termina ejecutando al general Cabezón como sí Montoneros lo hace con Aramburu. Para Megafón, la visita a Cabezón obedece a la batalla celestial y no implica el uso de la fuerza. Impacta la lectura de Megafón cuando se descubre que está siendo escrito simultáneamente con los mismos sucesos que están ocurriendo en un lugar alejado de la provincia: los personajes materializándose, adoptando los mismos argumentos de juicio, repitiendo situaciones y reacciones. Como parodiando el cuento de Cortázar "La continuidad de los parques", donde el protagonista se encuentra leyendo una novela que empieza a hacerse realidad a su alrededor: la novela contando su aquello que está ocurriendo alrededor de quien está leyendo. Megafón está moldeando la realidad que lo circunscribe, pero en una jugada tan magnífica, que todavía esa ficción no es conocida por aquellos que la representan: actores que desconocen ese libreto pero que lo interpretan a la perfección. No es un poder mágico de Marechal, sino el diagnóstico literario de un escritor y militante que reconoce la violencia propia del sistema institucional. Para mayo de 1970, la revista Siete Días publicaba un informe sobre la violencia, en la cual Leopoldo Marechal hacía su aporte, simulando un diálogo entre él mismo y Sócrates:
"- ¿Cuándo es justa la violencia?
- Cuando es necesaria.
- ¿Y cuándo es necesaria?
- Cuando sirve para restablecer una justicia o un equilibrio perdido y cuando, para restablecerlo, se han agotado ya todas las instancias de la inteligencia y del amor. (...) (Ese tipo de desequilibrios) existen en un planeta donde la mitad de los hombres se está muriendo de hambre, un tercio ayuna y la minoría restante acumula riquezas con el pan escamoteado al hambriento (...)."(4)
Uno de los personajes de Piglia en “Respiración Artificial” se preguntá quién de nosotros escribirá el Facundo. Parafraseando, podríamos preguntarnos, además, quién será el personaje histórico que encarne toda la simbología que encarnó Facundo Quiroga. Y por qué no puede ser Aramburu el protagonista de ese futuro Facundo contemporáneo. La muerte de Aramburu no ha sido problematizada desde la literatura política como lo ha sido el fusilamiento de Facundo Quiroga, del Chacho Peñaloza, de Dorrego, de Valle. No sirvió para manifiestos políticos de defensores, pero tampoco de detractores. Es cierto que, de los nombrados, Aramburu pertenece al bando contrario de esas dos patrias que Marechal describiría "en suceder". Escribir el Facundo de Aramburu sería interpretar aquél acontecimiento, ese fusilamiento pero también esa vida política, como hizo Sarmiento con Quiroga: evocando la sombra terrible de Aramburu para explicar las convulsiones internas y la naturaleza de esa vieja peladura, de la oligarquía vinculada al sector militar, al poder económico extranjero, el anti-peronismo liberal. Y es posible que parte de esta historia no se haya escrito porque se estaba escribiendo mientras sucedía: un posible Facundo de Aramburu estaba siendo impreso mientras el militar seguía vivo. Con los condicionamientos propios de no haber observado el desenlace trágico de su vida -un elemento fundamental en todo este tipo de biografías como la de Peñaloza por José Hernández, Di Giovanni por Arlt, el relato de Operación Masacre de Walsh, y el propio Facundo de Sarmiento- las breves páginas de ese encuentro de Megafón con Aramburu pudieron haber sido el principio de una descripción de la vida de ese general que condensó en sí los éxitos y fracasos de ese modelo de patria oligárquico y liberal. Acaso esa Argentina, más empeñada en imponer un modelo que en describirlo literariamente, pudo haber sido sintetizada por John William Cooke: "la cabeza del Chacho Peñaloza, exhibida en la Plaza de Olta, simboliza a la oligarquía mucho mejor que los mármoles y bronces con que ella se ha idealizado"(5).
1. Marechal, Leopoldo. Megafón, o la guerra. Ed. Seix Barral. Buenos Aires, 2007. p. 85.
2. Marechal, L. Ibídem. 2007. p. 201
3. Revista La causa peronista. Op. Cit. 1974
4. Anguita, E. Y Caparrós, M. La voluntad. Una historia de la militancia revolucionaria en la Argentina. Tomo II: 1969-1973. Ed. Booket. Buenos Aires, 2006. p. 119.
5. Cooke, John W. Apuntes para la militancia. Shapire Editor. Buenos Aires, 1973. p. 45.
1 comentario:
sigo leyendo absorta.
no comento xq no tengo con qué
gracias x el laburo!
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