25/4/09

Patricia y los Códigos

Pienso que es mala gente, sabés, una mala persona, de las que te levantás para ir al baño y te miraron las zapatillas, a ver si desatadas, tal vez rotas, un poco sucias. De las que buscan un compinche, todo el asado, para hablar de eso que está mal y que todos lo saben, pero que nadie lo dice. Del tipo cornudo con la morocha tremenda, del hijo con cara de pelotudo de ese matrimonio, del auto carísimo en el que vino ese vago que, ayer nomás, no tenía dónde caerse muerto.

Ni siquiera me molesta que maneje borracha. Sí, yo sé todo lo que puede hacer, a todos los que puede matar y la vida de los terceros. Y sé que es ella la que hace, entre otros, las leyes y que el ejemplo no es una forma de educación: que es el único, sí, eso también lo sé. Y sé que he visto manejar a gente borracha y sé que no son mala gente, en todo caso inconscientes, imprudentes.

(Pero me cuesta que una acción así, una, puntual, irresponsable, los califique de mala gente para toda la vida. Ninguno sale borracho pensando que va a matar. Serán unos pelotudos, digo, los que manejan borrachos, o tipos que no miden las consecuencias y eso los convierte, no sé, en hijos de puta ponele, pero no sé si malos tipos. Porque si tiene consecuencias, bueno, ahí sí, es malo para siempre. Como todos los dueños de boliches, todos los chabanes que alguna vez metieron un candado en una puerta de emergencia y solamente faltó la chispa. Si alguna vez, cuando no había tanto control de alcoholemia, algunos de nosotros hemos manejado borrachos. Y ahora no lo hacemos, no sabemos si por la ley, no sabemos si por no parecer malos tipos, si por calcular las consecuencias. No sabemos).

Pero te decía otra cosa. Te decía que era una mala mina, una mala persona. Y muchos se lo tomaron en joda, y está bien. Pero la tipa mandó, suelta de cuerpo: que el vino era berreta. Y qué se yo si eso tiene que ver o no, si el vino más berreta tiene más alcohol, o menos. ¿Sabés qué?, los aparatitos de alcoholemia son una lotería, macho. Sí, ya sé que no se puede decir. Que hay que aprovechar unos días la chicana de la Pato Bullrich borracha. Pero el aparatito sigue siendo un aparatito y falla, y yo lo he visto fallar. He visto los mejores aparatitos de mi generación sospechar la sobriedad de un sujeto que, hacía tres minutos, cantaba la Marsellesa y la Marcha Peronista juntas, al mismo tiempo, en ambos idiomas.

No me importan los aparatitos ni su borrachera ni su responsabilidad ni nada. Ni siquiera me importa lo que voy a decir, pero lo digo. Bullrich es mala gente. No tiene códigos, y no sólo en política. No se dice que la comida está fea, ni el vino berreta. Mucho menos a la tele. Y mucho, muchísimo menos, para salvarse uno mismo. Eso es lo más bajo.

Porque, ¿sabés qué? Podés ser un mal tipo, una mala mina. Sí, qué va a ser. Te toca, es así. Nacés un poquito ambicioso, te crian un poquito para el orto, te juntaste un toque con otros hijos de puta, y chau, un golpe de horno en un laburo horrendo y tenés un mal tipo. Pero hasta esos tipos, hasta los peores tipos, saben que hay un código que nos unifica a todos. Un límite que no hay que pasar, que una vez atravesado, se borra la difusa frontera entre la sociedad y el cada cual pa` su puchero: llevarse a otro.

Llevarse a otro es de cobarde. Ni siquiera es caerse y, en el camino, tratar de manotear a alguno para sostenerse. No. Es, directamente, buscar que otro caiga conmigo. Entiendo que es difícil caer solo. Pero a la vez es lo más digno que se puede hacer. ¿Sabés en que pienso?, en los pibitos de, ponele, la secundaria que estudian para los exámenes. Y, entonces, resulta que la profe empieza a pasar lista a ver quién estudió, y todos dicen que no, y llega el turno de él, que estudió, que se la sabe toda, y entonces el pibito ese se para y dice que no. Que no sabe un carajo, igual que sus amigos. Porque el pibe sabe que se va a comer, sabés qué, todo diciembre adentro de la escuela, cuando podría estar durmiendo hasta las doce. Pero no. Estoico, el pibe dice que no estudió, y entonces va a rendir en diciembre con sus compañeros, va a cumplir un ritual innecesariamente bello. Se levanta orgulloso, ese 17 de diciembre, a las 7 de la mañana, camina hasta la escuela y se encuentra con sus compañeros reprobadores, y hablan de pelotudeces, y rinden algunos bien y otros mal, y a ninguno casi que le importa nada.

En cambio hay otros que ese día dijeron que sí, que habían estudiado. Que se pusieron muy racionales, que mandaron al muere a todos sus compañeros. Que calcularon que, aunque ninguno en la clase haya estudiado, lo mismo la profesora los mandaría a todos a diciembre, así que por qué no salvarse él mismo si la suerte estaba echada. Calcularon mal, esos pibes, porque calcularon. Porque hay cosas que no se calculan, se hacen sin pensar y listo. A veces, y no en política pero sí en la vida, hay que saber morir en la de uno: renunciar a los beneficios de salvarse, aprender a sufrir de a muchos pudiendo ser feliz solo (como las Madres que, cuando los milicos se llevaban a una, iban a pedir que las encierren a todas).

No se dice que el vino está berreta como no se manda al frente al compañero que rompió el vidrio con la pelota. Se dice que el vino estaba riquísimo pero que me excedí y no debí haber manejado, como se hace cargo un pibe de que rompió el vidrio con la pelota para que no dejen a todos los compañeros hasta la una, clavados en la escuela.

Por ahí, en vez de boquear tanto contra "los jóvenes", habría un par de tipos que deberían volver a la escuela, y no por burros. Todo lo contrario. Porque se perdieron la otra parte de la escuela. El momento donde las putas matemáticas no saben cómo explicar que vale más un 1 con todos que un 10 con la maestra.

6 comentarios:

Lu dijo...

me llevaste a la secundaria, donde era mas importante el 1 con todos,eso yo lo vivi, gracias por este post estuvo genial.

Verboamérica dijo...

Fontanarrozeco!

AVISO: Ese adjetivo no se lo doy a cualquier post, ehhh

Mendieta dijo...

Pero claro que sí.

El Conurbano dijo...

Te explico una cosa porque sino, no me vas a entender:
En estos momentos estoy parado (sí, parado, porque con mi PC portátil hago lo que se me canta), estoy de pie, decía, y estoy aplaudiendo, solo, delante de mi computadora. Mi familia me mira, no entiende, veo a alguna que se ríe, y no me importa.
Estoy aplaudiendo lo que escribiste, Tomás. Genial.
Sí, Fontanarrozesco. Totalmente.

Tomás dijo...

Bueno, gracias. Sólo eso.

Colo dijo...

Tomás, después del post de Gastón te mandás este, dejá de superarte a vos mismo, querés hacerme el favor, me dan ganas de cortarme las manos!!!!