20/4/09

Gastón


El hotel tiene la lógica de construcción de los de Perón. Chapadmalal. Grande, amplio, horizontalmente expandido. Está en un pueblito a 70 kilómetros de Corrientes capital, y tiene, en el fondo, un parque enorme que desemboca en el Río Paraná. A las siete de la tarde se ve un atardecer pintado. Lugares comunes. Como dejarla ir para esperar que vuelva. Ayudan, por estúpidos y simples, los lugares comunes.

El taxista se llama Juan Domingo. Sonrío. Pregunta si venimos con Scioli, y le digo que no. Insistente, el hombre está seguro que sí, sólo que nosotros no lo vimos. Lo dejo: acaso en el próximo viaje pueda contar que llevó gente que viajó con Scioli. Me dice que el PJ está enojado con Cristina, cuando se la jugó por la transversalidad. Que ahí son todos radicales y él afiliado al PJ desde los 18. Que ahí, en ese camino de tierra que cruza la ruta, el tercero de Hitler se construyó una mansión y que años después se lo llevó la Mossad. Que me ponga repelente. Y que me deja su número para la vuelta. Anoto: Juandomingo.

Hay 140 pibes: desde el farolero del celular constante, hasta el pibe que milita hace un mes, que lo trajo el preceptor, que está orgulloso de ser el quilombero de la escuela. Están juntos. Estamos juntos. Los encuentros se realizan ahí, en el mismo hotel en que nos alojamos todos. Las actividades van juntando a los pibes, se conocen, saben qué piensan. Saben que otros están haciendo lo mismo que ellos. Se sienten, en esto, menos solos. No es un retiro espiritual peronista filo-K. Para algunos, hasta es una especie de viaje de egresados, y no está mal, nada mal, que así sea. Por el contrario, refuerza la idea de que la militancia política también es una forma de desarrollar una vida social. Este lugar, no tan común, también nos ayuda a muchos.

Y en el medio de eso, hay posibilidades de construir. De hacer que los pibes se enganchen. En el medio de esas actividades, de las charlas y de los mates, un video sobre las Madres genera un momento especial. Algunos piden la palabra para hablar del ejemplo de lucha. De la necesidad de la organización.

Gastón es grandote, quizás es coordinador de juventudes de Corrientes, o algo así. Se ríe mucho, casi siempre. Es el encargado, a veces, de hacer que los pibes entren al salón para seguir con las actividades. Lleva afiches y marcadores de acá para allá. A veces, también, habla mucho por celular. Uno de los compañeros pide la palabra y termina mencionando a Gastón. Y a sus padres. Desaparecidos.

Gastón toma el micrófono y se queda en silencio. Y el silencio contagia. Alrededor, muchos empezamos a entender algunas cosas. Gastón dice el nombre de su madre y de su padre, desaparecidos por la dictadura militar, y agradece. Hace cinco minutos que unos aplauden, para no llorar; y otros lloran, se acercan a Gastón y lo abrazan. Para algunos va a ser la primera vez que escuchan una historia así, con personas de carne y hueso enfrente de ellos. Que el tipo que se estaba riendo en la mesa recién, tenga esa historia que a veces resulta lejana. Más allá del testimonio de las Madres y Abuelas, esto marca a fuego en la piel.

Hay muchos que somos pesimistas. Que a veces no lo decimos por miedo a la profecía de auto cumplimiento. Algunos pensamos que estamos jodidos, qué va. Pero dentro de esa mirada pesimista, también entendemos que están esos 140 pibes. Que está Gastón. Y que todos ellos, y todos nosotros, no vamos a dejar de hacer cosas. Va a ser más difícil. Claro. Van a haber menos recursos, nulos, diría. Será más difícil juntarnos, compartir experiencias. Pero nadie se va de acá. Todos ellos están. Todos tienen la marca que les dejó Gastón, y esa marca los va a interpelar contra lo que venga. Los va a llamar a seguir haciendo. Como el atardecer sobre el río Paraná, una noche oscura que apenas dejar ir al sol. Como un lugar común, estúpido y simple, ayudándonos a seguir.

1 comentario:

Goliardo dijo...

Es hermoso, llenar la política de poesía es hermoso. Mirar el río es hermoso y pensar como Atahualpa también: “A veces soy como el río/ llego cantando/ y sin que nadie lo sepa… viday, me voy llorando”. Quizá algunos llegaron bañados en risa y se marcharon llorando. Como el río de Heráclico: uno no se puede sumergir dos veces en un mismo río, porque ya no es el mismo. El río cambió, también cambio el hombre. El muchacho que escuchó a Gastón, es otro hombre, llegó cantando y se marchó como el río.