(Séptimo cuento de "El amor en tiempos del kirchnerismo". Antes: I. Amparo; II. Un peso por palabra; III. Amor corresponsal; IV. Una lágrima en una carta; V. Alegato; VI. El guiño de sus ojos. Hoy presentamos: "¡Esa mujer!".
¡Esa mujer!
En esta terraza, con este viento tan fríamente calculado, con los anteojos apoyados sobre la mira, como una metáfora de algo, pienso. Repaso los cálculos, releo algunas hojas y pienso en mi declaración, en las cámaras de televisión, en la forma en que fingiré mi demencia senil. Pienso además en estos últimos años, y pienso en todos los anteriores.
Pienso que tengo que reconocerlo. Que fuimos una franja etaria, una generación digamos, largamente beneficiada por los años del kirchnerismo. Estoy entre los cincuenta y los sesenta. Todavía conservo en mi memoria los años de la guerra sucia, los entrenamientos militares, el simbólico y total acto de la pastilla de cianuro bajo la lengua. Fuimos simbólicamente redimidos: aquél cuadro que bajó de Videla nos reivindicó.
Sin embargo, una parte de quienes éramos permaneció oculta. Los que combatimos a la dictadura. Equivocados, o no, la Historia lo dirá: digamos que resistir una dictadura es un acto legítimo. Yo creo, también, que la política y los fierros se llevan mal. Era otra época, qué se yo. Los que tiramos tiros refutamos una visión necesaria para hacer justicia. Si nosotros habíamos tirado tiros, entonces sí, entonces había sido una guerra: entonces había habido otro demonio. Los cirujanos que cerraron las heridas de los `70 no podíamos ser nosotros: nuestros juicios no tenían que ser Nuremberg, sino algo mejor. Nurembergismo con derechos humanos para los delincuentes. Las madres y las abuelas de los chicos desaparecidos, los pibes de la Jotapé que pegaban carteles, que no eran tan clandestinos.
Con eso, muchos ya estábamos hechos. Después vino Carta Abierta, y muchos deambulamos por ahí, nos sentimos vivos de nuevo. Porque revivimos algo que había dejado de existir después de los `70: la política como complemento de la vida social. O viceversa. Creo que no hay que pedirle rendiciones políticas a Carta Abierta, ni dar por Carta Abierta más de lo que es. Cumplió algunas funciones interesantes, como manchar la torre de marfil de los intelectuales por ejemplo, pero sobre todo sirvió al interior mismo de sus miembros: nos encontramos. Nos hizo reunirnos años después, gente con diferentes historias, y recrear la historia de un país. De uno solo, apenas, con tantos que existen. Estos años nos acobijaron ahí.
Desde esta terraza, con la ventana apenas abierta y el caño del fusil apenas asomándose del edificio, todavía siento ganas de vivir. Pero acaso convivo con la angustia de todos los compañeros que, con más fortuna que otros, sobrevivimos los `70. Es una angustia que a muchos compañeros los ha llevado a reivindicar aquella década como algo espectacular, a exaltar las virtudes del martirologio y, así, a la negación de siquiera poder observar el grisáceo tono de la democracia. O a querer, incluso, teñir el gris de la institucionalidad con épicas descabelladas. Tal vez es esa herencia la que me lleva a dejar mi vida, al menos mi vida en libertad, por volver a encarrilar este proyecto.
Mi pibe recién alcanzó la mayoría de edad, y critíca muchas cosas. Yo creo que tiene razón la mayoría de las veces, y también creo en cierto determinismo: creo que si los pibes no le piden cosas al kirchnerismo, dejarían de ser pibes. Y así como hay una deuda con esos pibes, nuestra generación, en cambio, tiene la licencia de preguntarse qué le puede devolver al kirchnerismo.
Yo la vi a esa mujer por la televisión. Le vi encendidas defensas de las peores cosas que este gobierno hizo, ¡por favor, esa mujer! He visto a la peor mente de mi generación defender jacobinamente un negocio privado en el horario central de un canal opositor. La he visto extasiada, dejando una estela de sangre mientras levitaba de odio, cabalgando sable en mano frente a un castillo de naipes derrumbado, los pies tan de barro; he visto su sonrisa irreal en la Cámara de Diputados, con la morbosidad de quien arroja una carcajada ante el cadalso ajeno; he visto el gesto irónico de los presentadores de la televisión, para quienes esa mujer es la concreción de todos sus sueños sobre el kirchnerismo.
Y no he visto, lamentablemente, que alguien mueva un dedo para callarla tácticamente. Me pregunto qué puedo hacer por el kirchnerismo, y apoyo el dedo sobre el gatillo. Y, a riesgo de parecer un acto de censura, escojo esconder un árbol en medio del bosque, disparar sobre dos o tres personas más y que las crónicas periodísticas relaten la anécdota de un asesino serial más. Pagaré los costos personales de una acción política. Y ese, ese, será mi regalo para el kirchnerismo.
Porque esa mujer, dios mío, ¡esa mujer!
Primavera 2024 (63)
Hace 18 horas.
8 comentarios:
primer comment :
(...)"creo que si los pibes no le piden cosas al kirchnerismo, dejarían de ser pibes."(...)
Porque (...)"los dolores que quedan son las libertades que faltan"(...)
(...)"Los intelectuales que no comprenden lo que pasa en su tiempo y en su país son una contradicción andante y los que comprendiendo no actúan tendrán un lugar en la antología del llanto y no en la historia vida de su tierra"(...) Del intelectual que escribió Esa mujer.
qué lástima que mueran las mujeres
qué vuelvan al detergente, no?
Y si!! a Rodolfo no le hubiera temblado el pulso para tirar del gatillo.Y despues de eso apoyaría su pie derecho sobre el lomo de la yacente bestia naranja...
Mmmm, ¿bestia naranja?
Qué se yo, cada uno interpreta, ¿no?
Me parece amí que te referís a Diana y la justificación de todo ... si es así eso pasa con muchos de los blogs ... por ahí trato de tomar distancia como lectora porque me hacen perder la visión ... Eva que me encanta pero es demasiado la defensa que hace en el tema de los dólares, más que bancar los trapos ... siento que nos hace perder la mirada del bosque que con visiones así obviamente estamos en retirada. De todos modos creo que el cuestionamiento puede llegar a lugares mucho mas altos que la pobre Diana
Claudia:
Uno de los comienzos de libro que más recuerdo dice algo así como lo que mencionás, eso de no perder la perspectiva y lo firma Camilo José Cela que vaya si la perdió (o nos mintió todo el tiempo, vaya uno a saber).
Referirse a la Dra Conti como la "pobre Diana" es perder la perspectiva. No porque yo tenga algo visceral y personal en contra de ella, sino por lo que representa simbólicamente en el discurso del kirchnerismo.
Y eso que dice Tomás y remarco en mi primer comment con la cita de Walsh, si los pibes no pedimos más dejaríamos de ser pibes. Si no actuamos en consecuencia de lo que exige nuestro tiempo, estamos reservando una parcela en la antología del llanto. Yo no quiero irme a llorar al campito y mucho menos que me manden.
Saludos
Pifié. No se que leí. Yo tambien la vi a Diana y parecía alcoholizada diciendo pelotudeces.Le dejó la fiesta a punto a Eliaschev.
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