Hay un punto, un momento mejor dicho, donde todo es terrible; cuando todo es espeluznantemente posible.
Son momentos foucaultianos. Donde la política es todo cuerpos.
Está el cuerpo del político, ahí, tendido sobre una camilla, los roles invertidos: el empleado -que por más privada que sea la cosa, sigue siendo un ciudadano regulado por un, por algún, Estado -insertando el cuchillo en el cuerpo del político. Las fantasías.
En ese preciso momento, la agencia le pega un baile terrible a la estructura.
No hay que pensar, nunca puede salir a la superficie, la endeblez de ese momento. El hecho de que la vida de millones -no importa si para bien, no importa si para mal -puede cambiar por el accionar de un tipo. De un empleado, encima. De un empleado que cayó ahí porque le quedaba más cerca de la casa. O porque tenía una novia ahí, cerca. O porque no tenía ninguna. Es tan azaroso. Por eso los médicos son superiores. Soy un conservador: quiero que los médicos estén en otro estrato social. Son mejores, porque pensarlos igual es un crimen. Son los dictadores romanos: los tipos que intervienen una vez, cada tanto, para desempatar.
En cambio la estructura gana la vida cotidiana. Hay algo así como un orden. Un orden que se enarbola eternamente. Excepto por esos breves momentos donde la agencia irrumpe, cruelmente desnuda. Momentos foucaultianos.
Lo que no pueden lograr miles de tipos, es decir, movilizar a otros millones más de tipos, lo puede lograr uno solo. Son dos milímetros, un corte un poquito más allá. La cirugía es el acto humano de confianza por excelencia: córteme, señor de guardapolvo. El Libro Negro sobre Néstor Kirchner debería decir que se operó él solo, con Zanini teniéndole el espejo, y De Vido las gasas.
La cicactriz en la carótida es una advertencia para los que ese domingo se escondieron dos horas abajo de la mesa. No quería, ninguno, mirar a la agencia a la cara: cualquiera prefiere gobernar una estructura.
(La cobardía se mide según quién tiene -y quién no -ganas de ser El Tipo del Bisturí. Estoy hablando del médico. Y del 2003. Y del 2011.)
La biopolítica es un oxímoron. Todo es biopolítica.
Primavera 2024 (67)
Hace 12 horas.
2 comentarios:
el de todosgronchos se escondió debajo de lamesa ??? que hdp
Sería una estupidez pensar que los principios foocaultianos que rigen la modernidad (el reemplazo de los suplicios por maquinarias de una sociedad disciplinar encauzada por una ingeniería política de los cuerpos) dejan de regirnos en la postmodernidad. La postmodernidad suma a la ingeniera política de los cuerpos una ingeniería política de la imagen. Esta ingeniería re-sub-sume los cuerpos signados por lo que debían ser a partir también de lo que deben parecer. Y tergiversa categorías y caracteres haciéndonos perder la punta del hilo, de la ontología misma de las cosas. (Estoy hablando del aberdinangus campeón: nuestro ente autárquico. Un vicepresidente opositor del ejecutivo que el mismo integra, y que es resocializado a partir de una ingeniería de la imagen, como adalid de la institucionalidad que quiebra). Me encantó el post Tomás. Sls. BDL.
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