Y llega el Orden. Mesa de las grandes, madera que brilla, los vasos y la jarra de agua. Acaso el Poder se expresa minimalista. El ascetismo es el lujo de los opulentos.
Hola, soy el Orden, ustedes me mandaron a llamar, creo. Un mensaje medio seco me dejaron, sí, no se preocupe, estoy acostumbrado, me maltrataron, siempre me maltrataron. ¿Y sabe por qué? Porque a mí me nombra todo el mundo, todos hablan en mi nombre, como si yo, El Orden, no tuviera nada que decir a mi respecto. A mí me construyen ficciones todos. Y eso que yo, humildemente, soy tan necesario. Tan, pero tan, necesario. Pero, ¿sabe otra cosa?, nadie se enamora de mí. Es difícil -y discúlpeme que maradonianamente hable de mí en tercera persona- enamorarse del Orden. Yo no enamoro, no genero mística, no tengo épica: acaso porque soy, le repito, necesario. Por aquello que uno no "necesita" a los que verdaderamente quiere: los quiere, y listo. Pero cuando los necesita, ¡ay cuando los necesita!, ahí la cosa se pone patológica. Ustedes son patológicos con respecto a mí. Me dejan por frío, me dejan por previsible, me dicen que los aburro, que les garantizo, y ustedes quieren enamorarse todos los días, ustedes disfrutan con el Caos, cuando saben que el Caos los cagó siempre: tal vez disfruten eso. Porque no saben que el Caos y el Quilombo son la misma persona, porque les encanta el personaje que construyeron, el borracho decadente que perdió un amor que lo tuvo tan cerca. Cómo se inventan, todos los días, esa Historia de que casi dominan al Caos, cierta vez: y el Caos se les caga de risa, se sienta en esta misma silla y les vende sueños, y les promete que se van a olvidar de todo lo que les pasó, y ustedes compran. A algunos les causa ternura la Irresponsabilidad: yo la detesto con toda mi alma, me parece una desconsiderada, una tipa con un nivel inhumamanente nihilista de egoísmo. Y cuando compran y se dan cuenta de que los estafaron, entonces ahí me llaman a mí. Y yo no atiendo un carajo porque tengo dignidad, sabe, tengo dignidad, y ustedes inventan que me llamaron a mí, y en realidad se llaman entre ustedes: cuando llaman a la Irresponsabilidad, yo me entero. La Irresponsabilidad es una loca que les dice todo que sí. Eso a ustedes les encanta, hasta que los deja vacíos, borrachos y con sobredosis. Yo no voy a los hospitales.
Y, ojo, porque no es que todo el mundo se arrogue el derecho de hablar sobre mí, sin haberme contratado. Al contrario: todos, alguna vez, pasaron por mi oficina. Todos los que quisieron llegar a Poder, esperaron en la sala de espera, y yo atiendo ahí. El Orden es la secretaria infiltrada, la antesala del Poder (sí: el Orden se construye con Poder, pero se piensa, se diseña y se gestiona antes del Poder). Nadie vio a Poder, nadie tuvo proyecto de (ver a) Poder, sin hablar conmigo antes, por más superficial e intrascendente que fuera la charla. Sólo que algunos entendieron el valor de esa charla y otros, desbordados por la adrenalina de entrar a ver a Poder se olvidaron que el nexo soy yo. No vieron que sin mí no hay Poder: o, al menos, que no hay Continuidad, y que Poder sin Continuidad es lo mismo que la Nada, un paréntesis boludo entre dos mensajitos al Caos. "Cada vez que falta el Orden, cualquier gil pasa a verme", me dice el Poder, cansado de mis ausencias. Y ustedes deberían enojarse con los de su palo. Con los que tienen el proyecto, nada más, de ver al Poder, sin sentarse a charlar un rato conmigo. Porque, ¿saben qué?, siempre me vienen a ver los Otros. Los Otros sí que entendieron la mecánica del Orden, y cada vez que armaron un proyecto con Poder, entendieron que yo era una pieza clave. Y después puede que hayan perdido el contacto con Poder: pero me tenían a mí, y yo, debo decirlo, trasciendo a veces al propio Poder. El Poder es un funcionario de primera línea, hoy está ahí y mañana en otro lugar. Pero el Orden es un planta permanente para ustedes. O debería serlo.
A mí también, sobre todo cuando era pibe, me gustaba bardear. A todos nos gustaba tirar piedras, salir corriendo. Yo también quise estar con la Irresponsabilidad. Pero, no sé si estaré viejo o cínico o escéptico o maduro, con el tiempo me he llegado a querer así como soy: estable. Porque puedo construir en el tiempo, saben, tengo esa capacidad de lograr cosas y seguirlas logrando encima de esas. Mi analista siempre me decía: "Vos, Órden, no enamorás individualmente porque sos frío, previsible, contemplativo. Pero vos, Órden, le servís a los demás como conjunto". Yo creo que tenía razón, yo creo que no soy un gran proyecto individual, yo creo que El Orden es un proyecto difícil de defender en términos individuales, ¿vió?, nadie me cita demasiado en la mesa del bar, nadie me pinta en su bandera, no tengo mi stencil. Pero yo sé que colectivamente, sirvo. Sirvo porque sin mí siempre pierden los mismos. Siempre pierden los que no tienen forros para estar con el Quilombo, el Caos o la Irresponsabilidad. Soy eso, una prevención que acaso corte un clima de apasionamiento. El Orden es el forro de los Desprotegidos.
TELÓN.
4 comentarios:
Lejos, pero lejos, es la columna doctrinaria de la semana.
Felicitaciones.
El post de Alejandro sobre Caos me había impactado.
Esta sobre Orden me parece simplemente BRILLANTE!
Ahora, para cuando el post de Poder, por que Caos y Orden escriben seguido, pero Poder...
Lo suyo es impresionante, como nos tiene acostumbrado.. El texto original, y este, dos piezas de veradera creatividad.. Un abrazo compañero! y sepa que lo leo siempre..
Tomás
argentinadel50.blogspot.com
¡Qué joda el orden, eh! El orden democrático. Qué difícil es todo.
Un abrazo
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