Todavía quedaron groguis por el golpe de ayer –todos sabemos que una piña de un tipo a otro era el estandarte de la crítica de muchos al Gobierno de Cristina –pero mañana, si los diarios se decidieran a tratar el tema de D´Elía, las editoriales van a decir cosas más o menos así:
Grondona. Legitimidad de la violencia.
Cuando Max Weber habla del Estado, lo define como el monopolio de la violencia legítima. Es fascinante esa conjunción del realismo que deriva en que la violencia, de alguna manera, puede estar legitimada por un bien superior. Durante los ´70, cuando los periodistas desconocíamos lo sucedido, la idea legitimante de esa violencia era la lucha contra la subversión: exterminado ese enemigo interno realmente existente, el Proceso cayó. La legitimidad –del latín legitimarius –provenía entonces de la existencia de otro a suprimir. Aquella supresión física no difiere demasiado de la que observamos hoy todos los días: lo que ocurrió aquella noche en Plaza de Mayo, es algo de lo que mencionaba la filósofa Hannah Arendt. El kirchnerismo, y todos los populismos en general, son un intento totalitario de eliminar el espacio público del debate. Por eso los Moyano son necesarios para silenciar la libertad de
Querer recuperar la confianza de los mercados de un día para otro es una tarea inútil. Este país ha sido catalogado por los organismos internacionales en los últimos lugares del mundo, y de ese lugar no se vuelve hasta que el kirchnerismo no termine de fracturarse totalmente. Algunas medidas podrían ayudar, y para ello es posible que lo ocurrido ayer, cuando el país tomó nota de quién era el agredido por la patota K, sea un punto de partida. Aprovechando la moratoria impositiva, es momento de que el Gobierno entre en una moratoria ideológica y permita que todos los represores confesos queden liberados de acá a dos meses de todas sus culpas, cerrando un capítulo negro de la historia. A su vez, los vínculos de la dictadura con los empresarios quedaría enterrada para siempre, liberando a esos capitales para la única cosa que debemos ser libres: producir. Todo lo demás, decía el General San Martín, no importa nada.