Associated Press reproduce los párrafos de una serie de cartas/reportes encontradas en un edificio en Mali (le falta un poco de credibilidad al acceso a la fuente, pero es interesante la historia sea como sea que se haya conseguido). Allí se consignan, entre otras cosas, las quejas de un cuadro de conducción de Al-Qaeda sobre una de sus células que, textualmente, "no quiere seguir las instrucciones sino ser obedecido".
El díscolo en cuestión es nada menos que Moktar Belmoktar, que así de nombre puede que no les suene. Pero es el hombre que organizó la toma de la planta de British Petroleum en Argelia, durante enero pasado. Y el mismo que la semana pasada atacó una base militar y una planta de uranio francesas.
Dos operaciones que Moktar no hizo bajo las órdenes de Al-Qaeda, porque hace aproximadamente un año, rompió con su conducción y formó su propia organización terrorista. El hombre nació en Argelia, tiene alrededor de 40 años. A los 19 viajó a Afganistán a entrenarse en los campos de Al-Qaeda y se dice que perdió un ojo en batalla. Las cartas encontradas relatan un momento muy importante para cualquiera al que le interese la política y la historia de las organizaciones: el período en que Moktar rompe con su conducción. Hay cartas de sus jefes a otros superiores describiendo la relación con Belmoktar como una herida que no deja de sangrar y criticando su decisión de formar una agrupación independiente: "tuvimos la esperanza de que lo desviado podía ser corregido mediante métodos simples y suaves, pero la herida no deja de sangrar".
Más interesantes son las quejas previas a la ruptura, cuando aseguran que el plan de Belmoktar amenaza con fragmentar la organización y desgarrarla internamente. Hay intercambios de 2009 discutiendo sobre el monto y los destinos del rescate por el secuestro a Robert Fowler, el oficial de Naciones Unidas de mayor rango en Níger. Allí se acusa a Belmoktar de haber hecho su propio acuerdo por 700 mil euros para liberarlo, contra las directivas de la conducción de Al-Qaeda.
No fue la única ni la primera señal de Belmoktar: no atendía el teléfono de su conducción, no enviaba los reportes financieros y administrativos requeridos, dejó de ir a las reuniones por considerarlas "inútiles" y ordenó a sus hombres dejar de atender a los emisarios de Al-Qaeda. Incluso hay reportes de las propias palabras del disidente sobre la organización: "a pesar de los grandes recursos financieros, nuestros trabajos se limitan a la rutina de los secuestros, de los que los mujahidines ya se están aburriendo".
La historia es más larga, tiene más contexto y se puede leer entera acá, en Associated Press.