28/3/11

Selling Hume: Weber, en placa

Como a nosotros nos cuesta explicarnos, llamamos a Selling Hume, nuestro Jorge Asís Nac&pop para que nos explique qué pasa...en Gran Hermano.


Weber, en placa

escribe Selling Hume,
especial para Burbujas.

Fallan quienes, inocentes, politizan electoralmente el Gran Hermano. Posee, el programa, su propia politicidad. No reproduce, cual Catamarca o Chubut, nacionalizaciones electorales. Alberga en su seno disquisiciones de carácter filosófico acerca lo político. Mas no suceden, entre Peluffos y Riales, entre Ubfals y Trezeguetes, las internas del Frente para la Victoria. Es, el Gran Hermano, una totalidad en sí misma. Ampliaremos.


Weber, en placa

El Imaginario quiso construir como pelea de fondo a la disputa entre (Su Majestad) Cristian U. y Emanuel. Fallaron, y fue Emiliano. Erraron, en verdad, el color de la témpera del zeitgeist. No es el Gran Hermano un reflejo de la vida misma. La discusión al interior del Hogar de los Hermanitos discurre por otros carriles. Paradójicamente, ajena al devenir mundial, en la casa el fin de la historia, fukuyamesco, es ley. O hay, quizás, una pluralización del fin de la historia. Han muerto, seamos rigurosos, Las Historias.

Consistieron durante años, los realitys shows, en plebiscitos sobre tragedias personales a ser subsanadas por un premio monetario. Era la extorsión emocional el mecanismo por excelencia. Este Gran Hermano es sólo reflejo de su época allí donde sinceró otros objetivos. De las historias trágicas que se encargue el Estado, o la Prepaga. Aquí, dicen los Hermanitos, hemos venido a participar de un juego y ganarlo es, por excelencia, el objetivo. Allí discurre, dicen los expertos, la genialidad del jugador Cristian U. Lograr ser, tío Cámpora querido, la referencia, el centro del ring. Inevitable se vuelve mencionar aquello de que los hay conservadores, liberales, de izquierda o de derecha, pero que peronistas son todos. No decía, el General, que la totalidad abrazó las tres banderas. Decía, eso sí, que ya no se podía jugar a nada sin esas banderas. Logró, Cristian U., el mismo efecto. Con su regreso. Ampliaremos.

El momento bisagra fue, tío Cámpora querido, la eliminación de la participante Luz. Hace, apenas, algunas semanas. Encarnación de la bondad y la moral, Luz fue bendecida con la potestad de quitar un participante de la votación de eliminación. Sin reflexionarlo, quitó a su compañero de ruta Alejandro, frente a la posibilidad de salvarse ella. O quitar, como exigía la pura racionalidad, a alguno de los dos restantes participantes del bando de los amorales. Para enfrentar, así, dos contra uno y atomizar sus votos en contra. Pero el “sin reflexionarlo” que prologa este relato no es, por cierto, nada casual. La derrota de Luz, y posterior y causalmente de Alejandro, se explican así. Weberianamente.

El ala Rincón de Luz del Hogar de Gran Hermano, ha elegido apostar por el inmovilismo de “las historias de vida”. Los suponen estandartes conmovedores. Abandonaron la capacidad de “jugar”, de definir estrategias a largo plazo o, al menos, un intento precoz de táctica. Firmaron su sentencia de muerte allí cuando Luz decidió “no reflexionar”, votar con el -dicen- “corazón”. Se trata, tío Cámpora querido, de tipos ideales de acción que se disputan en la casa. Los hermanitos de la moral insisten -luego de semanas de ser incendiados por la voluntad popular- en apostar a las acciones con arreglo avalores. Aquellas determinadas por la creencia en el valor propio y absoluto de la propia conducta. Aquella que carece, por cierto, de relación alguna con el resultado. Comparte esta desgracia estratégica, tío Cámpora querido, con la relación afectiva del bueno de Weber. Que no pone el sentido de la acción, Dios los libre, en lo que está ya fuera de ella. El Resultado. Acción que se ejecuta motivada por los afectos y los estados sentimentales pasajeros.

Así, tío Cámpora querido, les va.

El Cristianuismo es un humanismo

Falla, en Gran Hermano, todo actor que no actúe -cobreme por caja la redundancia- con arreglo a fines. Utilizando expectativas como condiciones o medios para la consecución de fines propios racionalmente sopesados y perseguidos.

Encarna, Cristian U., el pragmatismo. Que debe ser aquí reivindicado. No en tanto aplauso a la amoralidad, por la amoralidad misma. Como se ha hecho, efectivamente, costumbre. Es un problema, tío Cámpora querido, el goriperonismo. Suponer que el pragmatismo es correcto en tanto que tal. Y no por lo que consigue. Quitar la moral del republicanismo para ubicarla en el pragmatismo es un ejercicio tan sencillo como torpe. Como cambiar el collar, solía decir mi amigo trotskista de Parque Centenario, sin dejar de ser perro.

No es Cristian U. la voluntad popular, el clima de época encarnado. En cambio, sí la voluntad popular ha decidido dejar de premiar las acciones con arreglo a valores. Inconsultas, anti-estratégicas, inútiles. Inútiles, tío Cámpora querido, hasta para conseguir aquello que se puede desear verdaderamente. Ha decidido, la Voluntad Popular, premiar la contingencia. Desechar el inmovilismo de plebiscitar historias de vida.

Esa es, tío Cámpora querido, la mayor lección de teoría política que otorga Gran Hermano. La politicidad de una época está signada por su elogio -o no- de la contingencia. Una mentira (hija o madre del progresismo, aún no lo sé) nos recorre: aquella que supone que las acciones sentimentales o con arreglo a valores, no pueden ser racional y estratégicamente planificadas. Pregúntenle a Luz, cuya imprevisión provocó su salida y posteriormente la de su amigo. El Amor, tío Cámpora querido, es mucho más lindo cuando es imprevisible, loco, irracional y espontáneo. Sabe usted, y saben los lectores, que esa mentira dura lo que un suspiro. El Amor también, discúlpeme la infidencia, exige unas planificaciones. Es cierto que contigo pan y cebolla. También es cierto que al pan y la cebolla hay que ir a comprarlos.

Niego aquí, tío Cámpora querido, los términos que enfrentan al pragmatismo con los valores. Como excluyentes. La mantención de determinados valores exige, siempre, un mínimo de pragmatismo. Las incapacidades estratégicas, tácticas y por qué no, políticas, encuentran luego su disfraz en los valores.

La moral, tío Cámpora querido, es el campamento de refugiados de los incapaces.

Kant buy me love

El regreso de Cristian U. a la casa, luego de haber salido voluntariamente, fue la señal. Todo había muerto. Las reglas. La genial sentencia rialesca: “esto es Gran Hermano: no la Constitución Nacional”. Los Hermanitos debieron haberlo previsto. Se distrajeron, tío Cámpora querido, pataleando en pos de la Justicia. No comprendieron que Justicia había muerto. Enterrada en una fosa común con Igualdad. Y Libertad. Y la más muerta Fraternidad.

Reingresó Cristian U., revólver en mano, con el respaldo de la Voluntad Popular y un solo mandato: matar al Sujeto. Aquello tarea en la que fracasó Nietzsche, ese Aníbal Fernández sin Gestión. El inconcluso objetivo de Michel Foucault, ese Pedro Lalín postestructuralista. Afirman, los militantes del anti-kantianismo, que es Cristian U. el Elegido. Para terminar con los valores occidentales y cristianos. Para instalar un nihilismo televisado por Direct TV. El paseador de perros entró -muchos no lo vieron- heideggeriano. Dispuesto a asumirse como el Dasein. A “ser ahí”, “ser en el mundo”. Cristian U. entró dispuesto a ser en Gran Hermano. Y liquidar, en el camino, al Sujeto. Refiere Nietzsche que Dios ha sido la gran objeción de la existencia y que negándolo redimimos al mundo. Hemos visto, tío Cámpora querido, negar a Cristian U. las responsabilidades morales de los demás participantes. Y, así, ganar.

Fueron, tío Cámpora querido, semanas de festejos nihilistas. Donde el Sujeto, si no alcanzó a morir, al menos se vio estallado. Semanas que estremecieron, de verdad, al mundo. Un pequeño hogar donde un grupo de jovenzuelos no sólo implosionó al Sujeto, sino que también lo televisó.

Pero esas semanas de vigor foucaulteano, esas semanas que vieron en Cristian U. al Übermensch nietzscheano, ese Superhombre, han terminado. Ha vuelto, la moral, a la casa del Gran Hermano.

Paradójicamente, de la mano de quien encarnaba la voluntad de poder transformadora del Ser Humano. De, habré de aclararlo, Cristian U. Quien no pudo, tío Cámpora querido, con su propio juego. Abandonado en la deriva de la ética racional, alejado del muelle de los valores morales, (Su Excelencia) Cristian U. fue la última víctima de su reingreso. Cuando, por capricho del Destino, estableció una nueva forma de moral. Que consiste en explicitar que “hay cosas, como mezclar a la familia, que no se pueden utilizar en el juego”.

Entonces el Sujeto, ese can atado en el patio del fondo a algún valor supremo, renació. Para terminar con los sueños, tío Cámpora querido, de quienes habían visto en Cristian U. a la revolución anti-kantiana (como el dueño, ejem, de este portal de Burbujas con Detergente). La negación de los imperativos categóricos. La adopción de un lugar, una pequeña casa, donde la voluntad de poder pudiera ser absoluta. Total. Ese fracaso, advierto por si quedasen dudas, alcanzará para que Cristian U. se haga, quizás, con el dinero del premio. Mas su tarea de liquidar al Sujeto ha quedado trunca. Como queda trunca (por imposible) la tarea de extrapolar estos hechos a situaciones políticas “del Afuera”.

Lo voy dejando, tío Cámpora querido.

A las cinco, empieza el debate.

5 comentarios:

Charlie Boyle dijo...

Impecable lo suyo. A ver si sabe tanto quién dijo esto??
"Del sujeto podemos decir, desgraciadamente, que ha sido exacerbado en esta época y en estos lugares. Define al ser por la relación y la exterioridad, negándole una identidad propia que se le atribuye solamente por y en la sumisión, la subsunción a un principio trascendente, superándolo: la ley, el derecho, la necesidad o cualquier otra cosa que incita a hacer la economía de sí en provecho de una entidad estructurado por su participación, su docilidad. El sujeto es siempre de algo o de alguien. De modo tal que siempre encontramos un sujeto menos sujeto que otro, en la medida en que, apoyado sobre el principio en cuestión, uno se siente incesantemente autorizado para someter a otro: el juez, el político, el docente, el prelado, el moralista, el ideólogo, todos aman tanto a los sujetos sometidos que temen o detestan al individuo, insumiso. El sujeto se define en relación con la institución que lo permite, de ahí la distinción entre los buenos y los malos sujetos, los brillantes y los mediocres, es decir: aquellos que consienten el principio de la sumisión y los otros. Con su preocupación por la conciencia que se rebela y no acepta, Antelme recuerda que un sujeto no se define por su conciencia libre sino por su entendimiento sometido, fabricado para consentir la obediencia.La persona tampoco me agrada. Aquí también la etimología, etrusca en este caso, recuerda que la palabra proviene de la máscara utilizada en la escena. Que el ser sea con relación a lo que se somete o por su modo de presentarse, no me convence, ni en uno ni en otro caso. La metáfora barroca del teatro, la vida como sueño o novela, la necesidad de la astucia o de la hipocresía, del juego social que presupone la persona del teatro, implican también el recurso al artificio: el ser para el otro no es el ser en su resplandor, ni en su miseria. El campo de concentración olvidó al hombre, celebró al sujeto, tornó improbable a la persona y puso de manifiesto al individuo. Las tres figuras de la sumisión funcionaron en la juridicidad, el humanismo y el personalismo. Quedan por formular las condiciones de posibilidad de un individualismo que no sea egoísmo."

Tomás dijo...

¿Martín Pepa?

:P

Rodik dijo...

"Comparte esta desgracia estratégica, tío Cámpora querido, con la relación afectiva del bueno de Weber. Que no pone el sentido de la acción, Dios los libre, en lo que está ya fuera de ella. El Resultado. Acción que se ejecuta motivada por los afectos y los estados sentimentales pasajeros."

Esa puntuación, me molesta. Dudo que esté mal, pero me molesta.

El post brillante, duro para un cabeza cuadrada como uno, pero con esforzadísimos 10 minutos de lectura "se saca"

Ignacio A dijo...

jajjaja que groso Tomás!

Martín Zariello dijo...

Muy genial esto. Aguante Solange.