Luche y vuelve

A Rocky la política no le interesa. Rocky es peronista.

Rocky VI es la mejor de toda la saga, pero también es cierto que Rocky VI sólo pudo haber existido por las otras cinco. Es la mejor de todas las Rockys, porque es la primera que transcurre tanto tiempo abajo del ring. Es el post-Rocky, aunque la idea central es que Rocky Vuelve.

Pero hay una hora de película que se sucede bajo el ring, con el ocaso del ídolo. ¿Ocaso del ídolo? Mentira. Rocky es peronista, es culturalmente clase media baja, vive en el mismo barrio que lo vió nacer, rodeado de cierta sensación de decadencia. Los pibes y el consumo de drogas. El barrio. Un hijo que, si fuera argentino, sería un aspirante a funcionario, y que como es norteamericano es un empleado posiblemente de alguna consultora. Un hijo atravesado por el trauma de matar al padre famoso. ¡Dalma, Gianina! Una relación traumática con el pasado. Los muertos que vuelven todo el tiempo: Micky, Adrian. Adrian muerta de cáncer. Poly, borracho y golpeador, tratando de no mirar el pasado: el barrio también es la violencia doméstica, es la convivencia y la pasividad con eso. La imposibilidad de mirar para adelante sin anclarlo en un relato anterior. Ir a consultar decisiones de futuro al cementerio. El barrio.

Sí, un tipo que vive de la memoria de los éxitos pasados, pero también que forma una relación necesaria, confusa, arbitraria, con el presente. Que sabe los nombres de los tipos del mercado central al que va a comprar las verduras para el restorán (porque el tipo, si fuera argento, lo diría así: “no, negro, estoy ahí, con un par de quilombitos con el restorán”). El peronismo de Rocky no está metaforizado en un par de piñas arriba del ring; por el contrario, Rocky es peronista ahí donde entra a su restaurant y le pregunta a la minita que recibe a la gente cómo anda el embarazo, y le aconseja que se pase aceite de oliva en la panza para que el pibe nazca más fuerte. El peronismo es eso tanto como darle de morfar gratis a un tipo que entrenaba con él, al lado del que está pagando 150 dólares por comer y esuchar las anécdotas de Rocky sobre sus peleas. El peronismo es, también, un jefe de cocina mexicano en un restorán italiano.

Es el comienzo de Rocky VI donde Rocky es peronista. El peronismo es más institucionalización que vértigo. Aunque una cosa no sea posible sin la otra. Como Rocky VI no fue posible sin las otras cinco. Sin la soberbia armada de Tommy Gun, incluso. Para que Rocky se institucionalizara, para que vaya todos los días al mercado a comprar verduras y llevarlas al restorán; para que pudiera preguntarle a la minita que que recibe a la gente cómo anda el embarazo, Rocky tuvo que haber pasado del hambre a la gloria, de ganar y perder con Apollo Creed a la máquina soviética de Drago y el coqueteo con la muerte. De su propia muerte a todos sus muertos.

Rocky es peronista porque siente que tiene un cartucho más: “tengo que sacar la bestia que tengo adentro”, le cuenta a Poly. Y se lo confirma al final de una pelea absurda cuyo único objetivo era ese, sacárselo. Una última necesidad de vértigo que no se contradice con la idea de orden del peronismo: al revés. Necesita sacarse esa espina porque le pincha los talones de su estabilidad Como si en la escalera de la movilidad social ascendente, tuviera un tipo que le tironea de los cordones para abajo.

En Rocky VI, Rocky Balboa baja un peldaño de esa escalera para cagarse a trompadas con ese tipo. Rocky no escucha el resultado porque lo que importa es poder volver a subir sin que le rompan las pelotas.