- Pero, ¿qué se festeja?
- Festejar, lo que se dice festejar, nada. Salvo el domingo. El domingo sí podría ser un día de júbilo: que se yo, te mataron y resucitaste. Es un motivo. Son importantes los motivos.
- Entonces los días previos, la "Semana Santa" es en realidad una víspera.
- Una víspera. La parte más interesante: Jesús acusado que se retira al monte, la relación con los apóstoles, el lavado de patas, la última cena, la traición. El Nuevo Testamento es toda la literatura posible.
- Judas.
- Judas.
- Está de moda, ahora.
- ¿De moda?
- Reivindicar a Judas. Decir que, bueh, si no estaba Judas quién iba a traicionar a Jesús. Que lo suyo fue, en definitiva, necesario.
- Que eso, además, lo redime.
- Que lo coloca por encima del traicionado. Para mí Judas siempre fue un out-sider, y a mi me gustan los tipos que se hacen laburando, que arman, que no son conocidos por una acción mediática.
- De todas maneras, ambos sabemos que no fue Judas.
- ¿Cómo? Yo sí lo sé. Está en los libros, está demostrado científicamente y, por lo tanto, es popperianamente verdad: Judas es culpable hasta que alguien me demuestre lo contrario. Las teorías conspirativas están bien para las películas. En la vida real, las cosas son generalmente menos planeadas. En resumidas cuentas, es posible que si sos el Mesías te venda cualquier boludo por treinta monedas.
- Para que después te reivindiquen, encima, como héroe.
- A mí me gusta más el materialismo de las treinta monedas que la teoría de la asunción de la necesidad del sacrificio.
- Es menos épica.
- Es más real. Dice más: dice que lo material determina la conciencia. La base de una religión de 2000 años está determinada por el carácter de las relaciones de producción e intercambio.
- Judas, marxista.
- Judas, protomarxista. No fueron dos sacos de sal, ni diez cabezas de ganado: fueron monedas de oro. Símbolos, negrito, símbolos.
- Igual, dijiste que no había sido Judas.
- Para nosotros, lamentablemente, no pudo haber sido Judas. El tipo entregó a Jesucristo, cobró las monedas y se amasijó en un árbol. No hay móvil.
- ¿Qué dice?, las monedas.
- Las monedas están bien. Pero era poca guita para entregar un Mesías.
- Treinta monedas de oro es mucha guita si enfrente tenés un tipo que, quizás sea un Mesías pero más quizás no. Judas no tenía las herramientas para evaluar eso.
- Son cosas que se saben, Negro. Aunque no fuera así: traicionar por treinta monedas de oro exige que utilices esas monedas en algo bajo. Putas, puede ser, la metáfora cerraría perfecta y la Iglesia tendría un elemento más para rechazar lo femenino. Tu Mesías traicionado para satisfacer deseos carnales. Si Judas hubiese querido dar una lección acerca del sacrificio, debió haber disfrutado la guita.
- Entonces Judas no fue.
- Judas pudo haber sido, pero no tenemos elementos de prueba y tenemos que ser positivistas. Podemos hablar sólo de lo que sabemos. Y lo que sabemos, por inducción, es que uno solo tenía un móvil.
- ¿Quién?
-
Matías. El sucesor de Judas. El apóstol N°13, el que entró en el segundo tiempo por Judas.
- Pero fue por sorteo.
- Está bien, pero sortearon entre dos y la cosa fue media celestial: bolitas de bingo frías, dos papelitos con el mismo nombre, tongo con el juez, andá a saber. Yo entregaría al Mesías si me garantizás 50% de chances de ser el último apóstol.
- ¿Matías lo entregó?
- Sí, y pidió a cambio inmunidad histórica y que le den treinta monedas a Judas. Por eso se mató Judas, tratando de decirles a todos que él no había sido, entendió que debía dejar un mensaje hacia el futuro: sean positivistas, yo no tenía por qué matar a Jesús, y todo tiene que pasar por y para algo.
- ¿Y el beso de Jesús a Judas?
- Un beso, a veces, es un beso. Eso es lo malo de ser el Elegido. Todo lo que hacés tiene significado, y eso es terrible: no poder rascarse la panza sin bendecir alguna cosa, es peor que convertir en oro todo lo que tocás.
- ¿O sea que Judas se colgó de un árbol y Matías entregó al Mesías para que usted pueda deschavarlos en esta mesa de café de la Provincia de Buenos Aires, dos mil años después, ante mi?
- El Señor, negrito, obra de formas misteriosas.
1 comentario:
¿Y Valcielo para cuándo, Tomás? Soberbio, lo tuyo. Como siempre. Una suerte grande que estés por acá.
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