27/4/10

John Colloway, el creador del kirchnerismo

Cuento número 18 de "El amor en tiempos del kirchnerismo".


John Colloway, el creador del kirchnerismo.

Homenaje por momentos cuasi textual, robo indigno
dicen algunos, del mejor cuento escrito por la Humanidad.



Valerosos y mundanos caballeros intentaron definir la obra del publicista norteamericano John F. Colloway como la construcción a través del plagio de un candidato presidencial. Insultan la buena memoria del publicista, quienes con ello acuerden. John F. Colloway no quería recrear otro kirchnerismo -lo cual es fácil- sino el kirchnerismo. No se dedicó a copiarlo. Su marketinera ambición era producir un fenómeno que coincidiera momento a momento con el proceso político iniciado en mayo del 2003.

El método inicial que imaginó era sencillo. Tomar un candidato nacido en Santa Cruz, hacerlo estudiar derecho en la Universidad de La Plata, convertirlo en intendente de Río Gallegos, gobernador de Santa Cruz, casarlo con Cristina Fernández, procrear un hijo varón y una hija mujer y ser, luego, presidente de la Nación. Ser Néstor Kirchner. John Colloway estudió ese procedimiento (incluso hizo mudar a un candidato, en quien personificaría a Néstor Kirchner, a Santa Cruz, y lo golpeó en repetidas ocasiones en la mandíbula hasta encontrar el mismo tono de seseo), y lo descartó por su simpleza. Convertir a su candidato en Néstor Kirchner, y de ahí replicar el kirchnerismo, le pareció menos arduo que mantener la identidad de su candidato y conseguir, de todas formas, el kirchnerismo.

¿Por qué el kirchnerismo?, se preguntará, impávido, algún lector. John Colloway responde: "el kirchnerismo me interesa profundamente, pero no me parece ¿cómo decirlo? inevitable. No puedo imaginar una Argentina sin Yrigoyen, sin Perón, sin Alfonsín o sin Menem, pero me sé capaz de imaginarlo sin el kirchnerismo. El kirchnerismo es un fenómeno contingente, Néstor Kirchner es innecesario. Puedo premeditarlo, puedo recrearlo, sin caer en una redundancia. Hay, por eso, quienes lo obvian, quienes lo vinculan a tradiciones pasadas con agregados propios (menemismo con, peronismo con, clase media con). Es indiscutible, entonces, que mi problema es harto más difícil que el de Néstor Kirchner. He contraído el vano deber de reconstruir literalmente un fenómeno espontáneo. Ese solitario desafío está gobernado por dos leyes poalres: la primera, me permite ensayar variantes de tipo formal, político o psicológico; la segunda me obliga a sacrificarlas al fenómeno original y a razonar de un modo irrefutable esa aniquilación. Componer el kirchnerismo después del 2001 era una empresa necesaria, acaso fatal; cincuenta años después, es casi imposible. No en vano han transcurridocincuenta años, cargados de complejísimos hechos. Entre ellos, para mencionar uno solo: el kirchnerismo."

A pesar de estos obstáculos, el incipiente intento de kirchnerismo de John Colloway es más sutil que el de Néstor Kirchner. Es sabido que el gobierno del candidato de John Colloway removió, por ejemplo, una Corte Suprema acusada de connivencia con el poder anterior. ¡Pero que el gobierno del títere de Colloway reincida en semejante actitud! Un sector psicologista de la academia ha visto en esa actitud de Colloway una admirable coherencia en la subordinación del creador a su creación; otros, escépticos ellos, una copia fiel y burda del kirchnerismo; una tercera interpretación habla de la influencia hegeliana. El kirchnerismo y el proceso liderado desde las sombras por Colloway son idénticos, aunque el segundo es infinitamente más rico.

Es revelador cotejar los discursos del del títere de Colloway con los de Néstor Kirchner. Éste último expresó, en su discurso de asunción:

"Debemos asegurar la existencia de un país normal, sin sobresaltos, con el sector público y el sector privado cada uno en sus respectivos roles. Hay que dotar a la República Argentina de buena administración, gobernabilidad, estabilidad con inclusión y progreso social, y competitividad."

Dicho en el 2003, pronunciada por el ingenio lego de Néstor Kirchner, esa enumeración es una mera declaración de ciertos principios. Colloway, en cambio, hace decir a su candidato:

"Debemos asegurar la existencia de un país normal, sin sobresaltos, con el sector público y el sector privado cada uno en sus respectivos roles. Hay que dotar a la República Argentina de buena administración, gobernabilidad, estabilidad con inclusión y progreso social, y competitividad."

La idea de un país normal, sin sobresaltos, con inclusión y progreso social, es asombrosa. Es sorprendente el contraste de estilos, el manejo anacrónico, por momentos artificial, de cierto idioma post-2001 que realiza Colloway. No así el de Néstor Kirchner, que maneja con desenfado el idioma corriente de su época.

En la literatura, dice Borges, la caducidad es notoria. El kirchnerismo, dice Colloway, fue ante todo un proceso agradable; ahora es ocasión de brindis peronista, de reivindicaciones generacionales, de repasos históricos. El juicio de la historia es, como la gloria borgeana, una incompresión y quizá la peor.

Supongo que es factible ver en el kirchnerismo una especie de palimpsesto, en el que deben traslucirse los rastros del candidato de John Colloway. Desgraciadamente, sólo un nuevo Colloway, invirtiendo el trabajo del anterior, podría exhumar y resucitar esas Troyas. Colloway, acaso sin quererlo, ha enriquecido mediante una técnica nueva el arte del análisis político: la técnica del anacronismo deliberado y de las atribuciones erróneas. Esa técnica nos insta a recorrer el irigoyenismo como posterior al duhaldismo, al alfonsinismo como previo a la generación del ´80 y al menemismo, tal vez, como etapa superior del kirchnerismo. Esa técnica puebla de aventuras los procesos más calmosos. Atribuir a Perón la privatización de Entel, ¿no es una suficiente renovación de esos tenues avisos espirituales?

- Pero, te afanaste un cuento de Borges.

- ¿Sabés qué pasa, negro? Pensar, analizar, inventar no son actos anómalos, son la normal respiración de la inteligencia. Atesorar antiguos y ajenos pensamientos es confesar nuestra languidez o nuestra barbarie. Todo hombre debe ser capaz de todas las ideas y entiendo que en el porvenir lo será.

- ¿Eso...

- Sí, también es de Borges. Reescribir El Quijote después del Menard de Borges es casi necesario, fatal. Pero reescribir a Pierre Menard...he ahí la paradoja.

3 comentarios:

Charlie Boyle dijo...

Sencillamente brillante. Impresionante, medalla beso, dado por Mendieta en persona.
Apabullante, contundente.
El kirchnerismo es un movimiento hippie en la dirección correcta.
Algunos viviran dentro de cincuenta años esta experiencia kirchnerista, otros se justificarán ante sus hijos endilgándoselos a los pecados de juventud como quien se fuma un porrito.
Conténtese con ser testigo y disfrute

manolo dijo...

Me sumo a la felicitación, pero me queda una duda, de viejo jodido nomás.
¿Es posible el kirchnerismo, sin el substrato del Duhaldismo sin Duhalde?
Porque la clave para llegar al 25 de mayo de 2003, son los años que trancurren entre el Pacto de Olivos y marzo del 2003.

Tomás dijo...

Gracias Charly.

¿No será, Manolo, que la necesariedad de Duhalde posibilitó la contingencia de Kirchner? ¡Faaaa!