Primero una hoja en blanco. Sí, para escribir esto primero necesitás una hoja en blanco. No, que no llueva. Todavía, que no llueva. Pero que esté gris, que todo sea gris, que no se asome el sol, que no se haya asomado en todo el día el sol, que haya llovido, sí, pero que vos no lo hayas visto. Que sepas que llovió, nada más, que todavía esté húmeda la calle. Que mires la calle desde un balcón, no demasiado alto, que puedas distinguir los colores de lo que hay en el piso. Una música de fondo, sí, eso sería importante. Podría ser ópera, eso estaría bien, a pesar de que no entiendas de ópera, pero que te haga saber lo triste que es, que te lo diga en un idioma que no entendés. No, la música no debe salir de tu casa, no, debe ser algo más casual, de algún vecino melómano, un director de orquesta frustrado, un profesor de historia, una mujer, sí, que sea una mujer. Que no esté muy alta, la música, que parezca que la estás esuchando vos solo, que por momentos otros ruidos la tapen, que resurja un in crescendo de una voz firme.
Un cigarrillo, tiene que haber un cigarrillo. Que no se consuma demasiado rápido, pero que no sea el centro de la escena. Fumá negando la vida, enfermate más de lo que estabas, tosé cada pitada, escupí pedazos de cosas que no te van a pasar. Que los demás piensen que estás ahí fumando, que te divierta esa idea, que la anotes en un papel y que luego lo pierdas para siempre. Que la migraña se instale en tu cabeza y se niegue a retirarse, que el dolor se haya hecho tan cotidiano que te acostumbres a vivir con él. Que miles de pequeñas agujas se inserten en tu frente y que la tortura sea el estado calamitoso y constante de tu existencia.
Que haya pasado algo triste. Que se te haya oscurecido el alma, que te quedes mirándote al espejo un largo rato, sin preguntarte nada, mirándote nada más. Que ella se haya ido para siempre y que pienses que nunca vas a estar con otra como ella, que alguien cercano ahora te odie, que tu vida no encuentre el rumbo, que todo lo que antes decidías sobre la marcha ahora lo tengas que pensar, y que cada vez que elijas te des cuenta de lo equivocado que estás. Que ese pueda haber sido el final de todo, que te asuste, pero que te asuste de verdad, la idea de que en serio esté por terminar todo. Recorré la casa sin quedarte en ningún lugar, quedándote en todos, odiándolos. Que lo triste no te abandone por un segundo, que sea cada vez más triste, que el olvido parezca más lejano, que el recuerdo te destruya por dentro sin nada que hacer. Que no te entusiasme nada, que lo bello te parezca abominable. Leé una cosa y preguntáte si vos vas a ser capaz de escribir algo como eso, y retorcé tu espíritu, patealo en el piso y humillalo. Contestate que no.
Sufrí la certeza de que eso que tenía un sentido era, en realidad, una sucesión de azares impronosticables. Repetí en tu cabeza muchas veces: azares impronosticables, y deducí que es un oximorón, que un azar es azar por impronosticable. Que la idea te parezca una mierda.
Que no entre un rayo de luz. Persianas bajas y bien cerradas, que se respire un aire putrefacto, estancado, que el aire se aburra a sí mismo. Recordá las mejores cosas de tu vida, y pensá que nunca van a volver a ocurrir. Pensá en lo que extrañás, pensá que lo vas a extrañar para siempre.
Ahora sentáte, y escribí.
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Primavera 2024 (88)
Hace 14 horas.
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