21/3/10

Imaginate que te llamás Wang

Decimocuarto de "El amor en tiempos del kirchnerismo". (No sé qué tiene de amor, ni de kirchnerismo, pero va).



Imaginate que te llamás Wang.

Primero, imaginate que sos un chino. Con todo lo que eso significa. Ser un chino es, también, compartir esa característica con 1.313.973.713 de personas. Un chino es una persona, entonces, que tiene el sentido de pertenencia más grande del planeta, no porque pertenezca más, sino porque pertenece con más gente. Después de ser humano, ser chino es la forma más concretamente voluminosa de pertenecer.

Ese sentido de pertenencia, también, es un desafío. ¿Cómo ser un chino y sobresalir? Ser el mejor chino en algo, es superar los esfuerzos de 1.313.973.713. Descontale los niños, los enfermos y los muy ancianos, si querés. Y contame si no siguen siendo muchos. En los ´90, recuerdo, corría en las escuelas secundarias una especie de mito respecto de los chinos, que decía que los que se sacaban un ocho, un siete, se arrojaban desde algún edificio alto, y los más poéticamente justos decían que desde su propia aula. Posiblemente era una fábula; sin embargo, tenía justificación teórica y empírica. Es posible que sacarse un 7 en un examen en China, te ubique inmediatamente en un universo de mediocridad china de aproximadamente 3/4 de billón de personas. Así como así. Por olvidarte el nombre del segundo emperador chino. Porque te emborrachaste con una china la noche anterior. Si Shakespeare decía que es el destino el que baraja las cartas, pero nosotros los que jugamos, a los chinos les tocó un mazo de 1.313.973: demasiados anchos de espada (32849,325 unos de espadas, para ser exactos). En ese mazo, el destino lo es todo.

Ahora imaginate que, de todas maneras, sos uno de esos elegidos. Uno de esos chinos que te hacen la fatality del Mortal Kombat con el dedo gordo del pie a los siete años. Es extraño, pero la metáfora de "El elegido" implica, para Occidente, la idea de unidad. Hay UN elegido. Es EL elegido, y eso lo hace extraordinario. Pueden haber doce apóstoles, pero tiene que haber un Cristo; pueden existir Burruchaga y Valdano, pero tiene que existir EL Diego. Lo material determina la conciencia: en China los elegidos son, por comparar, la población argentina entera. Imaginate ese país de elegidos. Imaginate que bajás a comprar el diario, y el portero que te habla del partido es un elegido, y la señora que sale de misa es otra elegida, y el canillita también lo es; y lo es el policía, y el maestro pizzero que se ve desde la ventana del bar, y el viejo que lee el diario solo, y la que no te llama. Imaginate que la que no te llama es, también, una elegida.

Ahora te llamás Wang, y sos uno de tantos millones de elegidos. Sos un chino que la tiene clarísima con las computadoras; un chino que casi nunca sacó menos de un nueve (aquél fatídico nueve, que terminó con una golpiza de tu padre; él, que tanto arroz cosechó para que vos estudies, y saques un miserable nueve); un chino que a puro esfuerzo y talento ingresó al Instituto de Ingeniería de Sistemas de la Universidad Tecnológica de Dalian, China. Y ahí ya sos otra clase de elegido, aunque multitudinario, también: un elegido más entre millones de elegidos. Decime si no pensás que, en cualquier otro lugar del mundo, con una población razonable, ese esfuerzo estoico ya te hubiera llevado, como mínimo, a ser el ministro de ciencia y tecnología. No, no lo pensás. Porque sos chino, porque respirás multitudes. Porque no cuestionás lo que respirás.

Ahora vos, que sos Wang, estás terminando tu paper para un congreso que se llama Safety Cience. Elegiste tu tema porque creés que, actualmente, los estudios sobre informática se volvieron un tanto autorreferenciales. O sea, bromeas con esa idea con tu decena de amigos igual de nerds que vos, porque quizás a nadie más le haga gracia (convengamos que, en China, nadie más quiere decir que sólo a una treintena de millones de personas solamente le hace gracia: lo que en China es "nadie", aquí alcanza para instaurar, apenas, una dictadura democrática de 150 años). Lo que querés decir es que a veces se pierde la aplicación de las tecnologías en la vida cotidiana de las personas. Entonces vas a lo básico, la electricidad: decís que hay un problema de vulnerabilidad en los sistemas informáticos que controlan la red de energía en los Estados Unidos. Tu paper es un éxito. Construiste un modelo con dos posibles ataques informáticos a la red eléctrica norteamericana, y desnudaste la vulnerabilidad. Humildemente, te parece una genialidad lo que hiciste, porque diagnosticás un problema que hay que solucionar, y porque, muy en el fondo, esperás que tu paper llegue a manos norteamericanas y te conviertas en el estereotipo del científico chino que trabaja en Estados Unidos para mejorar la seguridad mundial.

Deberías imaginar, a esta altura, que sos un científico. De una ciencia, además, dura. Los científicos duros tienen esa capacidad de aislarse del contexto que los rodea, porque, en términos de disciplina científica, una de sus ventajas es poder aislar variables. Además de llamarte Wang, la verdad es que no sabés demasiado del conflicto entre tu gobierno, Google y el Departamento de Estado norteamericano. La verdad es que vos sos un pibe comun, un chino de barrio, que tiene un gran talento para lo que hace, pero que no se imagina el sistema de interrelaciones de información entre las dos grandes potencias mundiales. La verdad es que no tenías noción de la existencia de un tipo llamado Larry Wortzel, un especialista norteamericano en tu país, que sabe tu nombre. Que leyó tu paper. Y que el 10 de marzo pasado, cuando para vos tu paper había sido algo divertido, quizás un elemento para jetonear un poco adelante de alguna dama china, ese señor especialista en tu país le dijo a la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso de los Estados Unidos, que tu Universidad había publicado un paper para atacar las pequeñas sub-redes de energía que permitirían provocar una serie de fallas en todo Norteamérica.

Imaginate que te llamás Wang, y que tu paper está siendo analizado en un lugar como el Pentágono. Imaginate que sabés que hay, a millones de kilómetros de distancia, una carpeta de esas marrones, con una foto tuya enganchada con un clip, con tus datos personales, gustos, actividad política, vínculos con el gobierno. Imaginate si, al principio, no te da algo de gracia. Aunque después debas salir a explicar que no, que quisiste ayudar a mejorar el sistema de seguridad informática.

Ahora imaginate que tu paper tomó vida propia. Que no te pertenece más porque las circunstancias políticas se adueñaron de él. Te lo vaciaron: ya no importa las redes de energía, ni el sistema informático, ni tu laburo de un año, ni tu viejo cosechando arroz para que vos estudies. Ahora lo que importa es que tu paper sirve para que EEUU destine más presupuesto a Defensa. Imaginate que tenés veintipico y escribiste un paper y con ese paper un congresista dice: duplicá el presupuesto de defensa interna. Ahora pensá que a China le molesta esta serie de provocaciones. Pensá que te llaman a una oficina del Estado chino, y te recibe un alto funcionario, con ropas militares y miles de mapas y planos, y va al grano:

- ¿Se puede hacer esto, Wang?

Pensá que te arroja tu paper impreso. Imaginate que te ofrecen guita, mucha guita, y un cargo en un área militar. Imaginate que el tipo se siente en confianza y te cuenta que en diez días China va a salir al mercado a vender todos los títulos públicos que tienen del Tesoro de los Estados Unidos. Imaginate que te dicen que vos, Wang, el chino que una vez se sacó un 9 y el padre lo cagó a trompadas, sos el plan B de la política exterior china en caso de que EEUU se moleste demasiado por la venta de todos sus títulos y el derrumbe posterior de su economía.

Imaginate que te llamás Wang. Imaginate que estás por destruir al mundo.

Basado en hechos cuasi-reales.

9 comentarios:

Néstor Dulce dijo...

Compañero:
Lo invito a leer la nota:
"La comedia argentina candidata al Pinocho de oro:
LA JUEZA SAR-MIENTO Y SU POBRE ANGELITO"

Julio dijo...

Me recordó el cuento "Retiro de Afganistán, ya" del negro Fontanarrosa.

Un hombre común en una situación nada común.

Fitus dijo...

muy bueno... me encanto la metafora de cristo! un abrazo....

dardo dijo...

cumpa, dos cosas.
los chinos no se emborrachan la noche anterior en una cita porque ese tipo de cosas no existen.
y wang sería un apellido, estoy casi seguro que como nombre no existe.

Tomás dijo...

Licencias poéticas, amigo Dardo.

matilda dijo...

pasó la prueba d la lectura en voz alta
generando carcajadas entre kirchneristas donde hay amor

Manso Posh dijo...

Excelente! Una genialidad de tu parte! Primera vez que entro al blog pero a partir de ahora será mas seguido, felicitaciones por tanto talento!

Una corrección, le erraste en la cantidad de anchos de espada, era mayor (32.849.342), siguiendo esa proporción para mi estás dentro de los 1.003.360 elegidos de este despoblado país.

Saludos!

MM dijo...

Impecable.

Trato de imaginarme como Wang y sé que sería capaz de mandar todo al carajo, pero sigo imaginándome y sólo me veo como el dueño del supermercadito de la vuelta de mi casa.

Saludos!

Raúl C. dijo...

Tomás: excelente.
Dardo: confirmado, los chinos ponen primero el apellido.