20/6/09

Por fin: notas sobre La Siesta

Sí, estábamos cansados. Cuando todos los compañeros bloggeros hablan de política y esas cosas, nosotros nos metemos, de caraduras, y decimos cosas. Qué se yo. Pero, en el fondo, siempre estamos impostando, somos un poco improvisados, cuando decimos palabras raras, cuando hablamos de libros y gente que se dedicó a pensar de verdad. Este es el blog de alguien poco instruido que juega, para divertirse, a que no lo es tanto.

Por fin, un día, los compañeros de la blogósfera hablan de algo de lo que, humildemente, podemos dar opinión autorizada y académica: La Siesta. Yo recomiendo, antes, escuchar este audio de La Bloguera, y leer este post de Mendieta.

Aquí vamos con algunas notas sobre La Siesta:

- Hay una siesta de fin de semana, que sólo se duerme entre los 16 y los 23 años, que se engancha con el proceso de sueño matinal, toda vez que el sueño matinal, a esa edad, se ha acortado por esas tres conspiraciones contra el buen dormir llamadas amistad, salidas nocturnas y alcohol. Esa siesta es, también, reparadora. Son las siestas diagnosticadas por la vida para curar el mal de las primeras resacas. Siestas de baldes junto a la cama, de un olor inexplicable mezcla de cigarrillos, perfumes y humo de aquél asado previo, siestas de recuerdos de la noche anterior olvidados en esa cama, siestas interrumpidas por salvajes amistades con domicilio cercano, quienes, incomprendiendo la justicia poética de un hombre que duerme para olvidar lo que pasó la noche anterior, irrumpe con la venia de nuestros padres en tu habitación, y al canto de "levantáte, puto, que vamos pa´ lo del Checho" termina con ese dulce néctar en el que, como dijo Heráclito, no volveremos a bañarnos jamás. Pues nadie duerme, dos veces, la misma siesta.

- Una vez, un trotamundos entró en un pueblito desconocido. Caminó por las calles desiertas del pueblo, miró hacia adentro de las casas, de los bares, de los hospitales, y no encontró a nadie. Mientras oscurecía, el trotamundos siguió caminando hasta dar con un paredón enorme, descascarado, con pintadas y un letrero desmejorado que decía: "Cementerio". El hombre entró, y comenzó a observar las placas: Miguel Z. 1945-1954; Aleida M. 1982-1991; Héctor F. 1967-1978; Mariela S. 1934-1942. El hombre comenzó a sacar cuentas y se horrorizó: todos los muertos allí eran niños. Por un momento entendió el vacío del pueblo, alguna enfermedad los estaría azotando. Descansó unos momentos sobre una roca antes de partir, cuando vino un viejo, viejísimo, y se sentó a su lado. Llevaba el viejo consigo una libreta con una birome, una bolsa de bizcochos y unas lagañas enormes en los ojos. El trotamundos le preguntó al viejo que había pasado, por qué tantos niños habían muerto en ese pueblo:
- Aquí no han muerto más niños que los que en otros lugares -respondió, tras bostezar, el anciano.
- ¿Cómo puede decir eso?, ¡aquí todos los muertos son niños! -exclamó ofuscado el trotamundos.
- Ah -respondió - ¿usted lo dice por los años de vida de nuestros muertos? Voy a explicarle. ¿Ve aquí esta libreta que llevo conmigo? -la señaló, mientras apuntaba un número 2 bajo una fila larguísima de otros números - Aquí anotamos la cantidad de horas de siesta que cada uno de nosotros duerme por día. Luego, cuando una persona muere, contamos la cantidad de años que esa persona ha dormido de siesta, y la ponemos en su lápida.
- ¿Y para qué? -preguntó el trotamundos, ya confundido.
- Porque esos son los verdaderos años que se han vivido. Dormir la siesta, algunas veces, es la única forma de ser feliz.
- Eso es falso. La amargura es parte de la vida.
- Exacto. Y la única solución a la amargura es una siesta.
- ¿Y dónde están todos ahora, han muerto?
- No, están durmiendo.
- ¿Durmiendo la siesta?
- Sí. O viviendo.
(Adaptación de un cuento del ladri de Bucay que escuché una vez por la radio en un colectivo).

- Con mi hermano, habíamos bautizado a una siesta: se llamaba Juan Alberto Siestardi, y no era una siesta más. Era la madre de las siestas, la siesta total, la siesta por excelencia. Era una siesta que venía una sola vez en la vida: la
Siesta Perfecta. Debía ocurrir inevitablemente un sábado, aunque a veces decíamos que si el lunes era feriado, lo mismo podía darse. Con el tiempo, me volví más fundamentalista y sólo creo que puede ser un sábado. Porque el domingo deprime, aún levantándose de la Siesta Perfecta. La Siesta Perfecta comenzaba con una comida, pero no con cualquier comida. Debía ser abundante y muy, pero muy, pesada. Lo suficiente como para no permitir leer o mirar televisión antes de dormirse: esos dos elementos conspiraban contra la perfección de la siesta. Lo suficientemente pesada, debía ser la comida, como para entrar en una etapa de somnolencia tan profunda que llevara los sueños a un punto inexplorado por la raza humana. En la Siesta Perfecta todos los sueños son maravillosos, la fantasía es tan real como la realidad. La Siesta Perfecta, habíamos acordado, no podía ser buscada: venía o no, pero las condiciones había que buscarlas. La oscuridad debía ser absoluta, y el silencio casi tenebroso. Nada por fuera de esa siesta debía existir. Debe llover, también, diluviar casi, pero sin truenos ni rayos, llover copiosamente sobre un techo de chapa: ese, admitimos, era un ruido permitido. Todos los pájaros debían callar y cualquier perro podía terminar con la posibilidad de una Perfecta. Es que la Siesta Perfecta, como la felicidad, es tan reconfortante como efímera y endeble: cualquier anomalía, por mínima que sea, termina con ella para siempre. El mundo, decía mi hermano, se divide entre quienes creen en la Perfecta y quienes no. Porque era una cuestión de fe. Porque ninguno de los dos, nunca, había tenido una Perfecta. Pero ambos íbamos a dormir, cómplices, esperando que ese día, una Siesta Perfecta nos estuviese esperando. Y hasta habíamos creado un poema:

"Hay siestas en las que está lloviendo y hace frío,
y son buenas:
Hay otras que se duermen de a dos,
y son mejores.
Hay siestas en el medio de un campo
con mucho silencio,
y son muy buenas.
Pero hay una siesta que aparece
una sola vez en toda la vida:
esa es la Siesta Perfecta."

Luego, cuando descubrimos a Tolkien, tambien creamos esta fórmula:

"Tres siestas para ser feliz por semana.
Siete para ser un verdadero parásito.
Nueve para quienes están condenados a morir.
Una Siesta Perfecta para gobernarlos a todos. Una Siesta para encontrarlos,
una Siesta para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas
en la Tierra del Sueño donde se extienden las Sombras".

En ese momento, también, estábamos convencidos de que aquél que pudiera dormir una Siesta Perfecta, podría dominar el mundo.

- (Agregado post-post). Hay un momento clave de la siesta. Un momento en donde no se es. Levantarse de una siesta larga, dominguera, interminable, es una forma natural de perder la identidad. El hombre que está solo y se despierta ha perdido por un micro-segundo todo aquello que lo constituye como tal: el cerebro se resetea por un instante. Quien se levanta de una siesta confundido, disfruta de un maravilloso instante en el cual no existen los problemas, no ha establecido relaciones, carece de conocimientos y prácticas culturales que lo condicionan. Es una vuelta al grado cero de la vida, la oscuridad de esa habitación es, también, el vientre materno, la virginidad en estado puro, la plena potencialidad de todo. Se es, otra vez, un niño que lo puede todo. Desconoce la idea de día y de noche, de tiempo como tal, de espacio en tanto lugar, el yo no existe más que por sí solo. Hay, en ese milimétrico segundo un espacio de libertad plena, una regresión majestuosa, sí, pero angustiante. Angustiante cuando el reinicio de todo aquello que en realidad existía previamente y que apenas si pudo ser olvidado, vuelve. Hay, en la siesta, una necesidad libertaria por excelencia: dormir la siesta es, por un instante, un momento del no ser.

Fin. Me voy a dormir la Siesta. Está nublado, por ahí llueve y, quién les dice, en una de esas hoy, sábado, venga la Siesta Perfecta.

5 comentarios:

Charlie Boyle dijo...

Le voy a agregar un ingrediente fundamental a la sista perfecta, én la televisión no puede haber cualquier programa, debe haber una carrera de autos, una clasificación para el domingo o una semifinal de tenis, que ámbos siempre ocurren los días sábados. Pero de los dos me quedo con la carrera, no creo haber sobrevivido a ninguna entera, si es de indianápolis mejos, uno no entiende nada y los autos dan vueltas en óvalo.
Lo dejo porque me voy a sistiá.
Muy buen post

Primo Louis dijo...

Tomás,
En Facebook puede encontrar el grupo del Movimiento por la Recuperación de la Siesta. Si está ahi, sumese hombre.

io dijo...

Apuesta:
Dado que sos un animal politico, te propongo un debate, de esos que te deben encantar. En este link podes encontrar todo lo que me inclina a no votar por Kirchner: http://www.taringa.net/posts/videos/2788958/Las-100-mentiras-de-Kirchner-(Supervideopost).html
Si podes rebatirlo con ideas, razones, argumentos convincentes ( notaras que no son sinonimos, te tiro ese changui) cambio mi voto y prometo solemnemente apoyar publicamente al FPV, en lugar de continuar alentando el voto a Obama.
It's up to you.

Tomás dijo...

Votá al que quieras Io.

Carmela Zandanga dijo...

Maravilloso..
Si no pude dormir la siesta perfecta, puedo presumir que he estado muy cerca. Soy una experta siestera. La que mejor ejecuto es la siesta con culpa.