28/1/08

Apuntes sobre el liberalismo

A veces, en general cuando uno está comiendo y ve por la tele como hay otros que no comen, nos preguntamos por qué no repartimos mejor. La respuesta es el sistema: así funciona, y no podría hacerlo de otra manera. El liberalismo funciona por una supuesta meritocracia que esconde tras de sí todo un sistema de jerarquías previas al nacimiento: nacer en una cuna y no en otra da determinados derechos. Que la Razón suplante a Dios: esa mentira se acabó el día después de la Revolución Francesa -o quizás después del Terror de Robespierre: extremo pero justo, diría en una mesa de café, y no creo que en muchos más lugares.

Nos aguantamos toda la basura del liberalismo, nosotros los cobardes, porque a cambio nos da un par de libertades individuales con las que fuimos criados y a las que no podríamos nunca renunciar. Podemos quejarnos de que hay otros que no comen, y hasta ahí nomás: tu derecho, dice el liberalismo, termina donde empieza el del otro. Y con esa frase, tan poética, se justifica que alguien acumule hasta el hartazgo mientras el otro se muere por esa acumulación.

¿Panfleto revolucionario? No. El viernes la Policía me realizó el afamado control de alcoholemia. Uno de los principios básicos del derecho burgués es el principio de inocencia. Seguramente un abogado me contestaría que es simplemente un control, o que los principios también son reglamentados por leyes y códigos, pero a mí me parece que hacerme un control sin haber cometido un delito previamente es violar el principio de inocencia. Yo no digo que esté bien o mal: solamente que los principios que nos rigen son así. Muchísimos de ellos son una mierda, y ojalá alguna vez tengamos los huevos para cambiarlos, pero mientras tanto nos rigen. A veces da la sensación de que el liberalismo contiene en su interior tantas contradicciones que va a caerse por sí solo, pero últimamente me parece que mientras más contradictoria es una cosa, más posibilidades de sobrevivir tiene -pregúntenle al peronismo, sino.

Nos aguantamos esas reglas sanguinarias que generan desigualdad, porque a cambio el sistema nos permite a los cobardes tener dos o tres libertades. Habrá que esperar a que el modelo no soporte esas dos o tres libertades para verlo en su verdadera expresión: como un sistema de explotación que se sostiene sobre la mediocridad del individualismo más aterrador.

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