31/3/08

Reflexiones sobre el lock-out


  • el cacerolazo, sumado a la elección de Macri, terminó con el mito estúpido de que Capital Federal era el distrito “más progresista” de la Argentina;

  • rescato como positivo de este conflicto que, por fin, alguien agredió físicamente a Fontevecchia;

  • el lock-out de la patronal del campo, terminó con el mito landriscinesco acerca de lo bondadosa e inocente que es la gente del campo;

  • el diálogo, en ciertas ocasiones, sí es signo de debilidad: si el Gobierno dialoga con el campo con las rutas cortadas, de acá a los cuatro años que le quedan se va a comer el reclamo de cuanto cuatro de copas sienta que está afectado su derecho a la rentabilidad (?) por los impuestos que debe pagar por obligación constitucional;

  • sí, si fuiste al cacerolazo sos un garca o un ignorante. Lo triste es que ser ignorante no te quita responsabilidad;

  • gracias al paro, pudimos descubrir qué quería decir TN cuando hablaba de “la gente”, y, sobre todo, quienes no son “la gente”;

  • si un tipo de campo, que va a seguir ganando a pesar de las retenciones, tiene derecho a cortar la ruta, entonces un profesor titular asignado de la UBA que gana cuatrocientos veinte pesos por mes, por carácter transitivo y reajustando las variables, tiene todo el derecho de adquirir una ametralladora y salir a hacer justicia por la calle;

  • a mí a veces me jode que se crean la ciencia más cercana a la objetividad como neutralidad valorativa: pero, no hay caso, hay que estudiar más economía, y sobre todo economía política;

  • lejos de las empresas de comunicación, hubo lugares en donde se pudo hablar de política en términos de proyectos, estructuras y procesos sin caer en la idiotez de comparar la rentabilidad del campo con las carteras de Cristina Kirchner;

  • escuché muchas idioteces: pero lo de Carrió, asegurando que esto es un paro por la dignidad, superó los límites de lo racional -algo recurrente en una persona que apela a un tipo sobrenatural que se llama dios y que habla con ella. Consejo que Maquiavelo se olvidó al Príncipe: toda vez que no se quiera decir nada, apelar al concepto de dignidad;

  • hay momentos en los cuales las terceras posiciones se diluyen, y apenas son la tierra de la tibieza: a veces hay que ensuciar los principios éticos y filosóficos en el barro de la Historia.

27/3/08

¿Vamos?


-
Che gorda, ¿y si suspendemos el cine y vamos al cacerolazo?

- Ay, cuchi, pero quiero ver esa peli.

- Pero la compramos trucha al boliviano de acá a la vuelta, dale, lo llevamos a Jonathan a que vea.

- Sí, mejor, porque no se va a dormir, hoy durmió siesta.

- Dale, ponele el conjuntito rojo, gor.

-¿Agarro la cámara de fotos?

-Y, llevala...¿no le mandás un mensajito a mamá que ponga la tele, por ahí salimos y lo puede ver a Joni?

-Ay, sí, pasame el celu...

- ¿Vamos?

- Vamos...


- Loco, ¡no sabés lo que es esto!

- ¿Qué pasa boludo, que te fumaste?


- Un fasito, pero salgo a la ventana acá en el depto de la abuela en Callao, y está toda la gente tocando las cacerolas, las tocan y miran a los cartoneros de la calle, boludo, es una utopía socialista, ¡les están cocinando a los cartoneros y les tocan las cacerolas para llamarlos a comer!, boludo, es una repartición espontánea de la riqueza... es como si me hubiera fumado un trosco...


- No, pajero, dejá de fumar porquerías, están tocando la cacerola en apoyo al campo, a la Sociedad Rural, a la Federación Agraria...

-Uh...qué bajón...y...¿vamos?

- Vamos...


Chechu dice: boluda t mnde un msj...

Los sueños fueron hechos para cumplirlos...(Ro te amo) dice: tngo el celu sn vatería, q qres???

Chechu dice: ay boludaaaaaa... lo vi a martín hoy, a la salida del kole!!!!

Los sueños fueron hechos para cumplirlos...(Ro te amo) dice: jajajaj r bn boluda k le dijiste??!?!?

Chechu dice: nada, tipo q quedamos hoy p vernos

Los sueños fueron hechos para cumplirlos...(Ro te amo) dice: r bno!!!! a k hora??

Chechu dice: ahora a ls 8

Los sueños fueron hechos para cumplirlos...(Ro te amo) dice: dnde se ven??

Chechu dice: en el caserolaso de sta fe y callao, viste que él es tipo...re política...me acompañas?!?!?!

Los sueños fueron hechos para cumplirlos...(Ro te amo) dice: y....vamos...

25/3/08

Te equivocaste, Marx

Te equivocaste. La propiedad privada no era lo importante: la clave era la explotación. A la clase dominante no le importaba tanto acumular propiedad privada como explotar, como hacer sangrar a los dominados. No, no son fetichistas de los placeres que les otorgan sus pertenencias: la propiedad privada es apenas la frutilla del postre, un ratito más de goce para cuando se acaba la explotación. Es el último tiro a un cádaver.


Si vos vivieras, te hubieras dado cuenta que un capitalista no defiende a muerte la propiedad privada: defiende su necesidad de chuparse toda la sangre de los demás. Del conjunto “propiedad privada” la parte que le gusta es la de privar: ama lo que tiene no por poseerlo, sino en tanto que priva al otro de que lo disfrute. Si prefiere arrojar lo que produce al suelo antes que alimentar a sus hermanos hambrientos. Si no hacen lo que yo quiero, ustedes van a ver por la televisión el espectáculo pornográfico de cómo arrojo lo que a todos ustedes les falta. Sino dejan que yo siga acumulando sin límites, sino dejan que plante toda la soja que yo quiera en todos los lugares que yo quiera destruyendo la diversidad de cultivos necesaria para el futuro, sino me dejan destruir las bases de este país, entonces se van a morir de hambre, y ahí si me voy a dar el último gusto de disfrutar de lo privado de mi propiedad.


Marx, te equivocaste, por lo menos con el capitalismo argentino. La propiedad privada no es el punto nodal de este sistema: aquí las cosas funcionan de otra manera. Funcionan en base a prejuicios, funcionan de acuerdo al gusto por la explotación, a la naturalización de esa relación de dominación. Te equivocaste, Marx, cuando a estos tipos les tocás su derecho que suponen legítimo a explotar a los demás, ya no les interesa la propiedad privada y son capaces de agujerear camiones que transportan maíz. La propiedad privada no es la clave en este debate: acumular es apenas el postre de una cena que se están comiendo unos pocos.

20/3/08

El Productor y el Periodista Estrella

Aunque todos le digan que será inevitable, por dentro le corre la adrenalina de que quizás no ocurra. ¿Y si no pasa? Entonces no hay vuelta atrás. Chau anunciantes, adiós buen pasar económico, posición social, se terminan todos los beneficios de ser El Productor Ejecutivo de Noticias del Canal. Entonces prende el primer cigarrillo del segundo paquete del día, unos Parisien, única secuela de sus épocas de cocainómano (eso, y mirarse la nariz al espejo todo el tiempo). Porque el miércoles a la noche no pasó nada, y está bien, era dentro de todo previsible. Pero también podría haber ocurrido algo, quizás que no ocurra nada es un mal augurio de lo que vendrá, del vacío total.


El Productor camina fumando en su oficina y recorre con los ojos todos los canales de la competencia, en sus diez televisores encendidos al mismo tiempo, que maneja desde un control remoto único. Y busca en su computadora personal todos los diarios, y actualiza las páginas desesperadamente. Se pregunta cuándo ocurrirá. Va a ser un fracaso, piensa. Va a tener que llenar el espacio de notas a señoras que viajan a Santa Fe a visitar a un pariente enfermo, va a tener que cubrir el paro del agro sin tomar demasiada posición, hablando un ratito con el señor de campo y otro ratito con el camionero enojado. Entonces se desespera, y junto al segundo cigarrillo toca uno de esos botones que lo comunican con la secretaria que está ahí a diez metros, y le dice que lo comunique con el móvil que está yendo a la misa de Bergoglio.


- Filmala toda, Hernán -le ordena

- Pero en Redacción me dijeron que haga la Presidenta y un pedazo del mensaje.

- La cosa está difícil, filmala toda porque por ahí sale, buscame caras de desaprobación -contesta El Productor.


Levanta el teléfono y pide hablar con CNN para pagar la transmisión de la misa de Benedicto, a pesar de lo que les dijo el lunes, que el precio era excesivo, que las misas eran todas iguales. Sí, querían la misa en vivo, por las dudas. Y también contrató un helicóptero, y mandó a uno de los movileros a que buscar algo desde arriba en la ruta.


El Periodista Estrella entra en la oficina de El Productor y charlan un rato. Miran, entre los dos, buscando un Urgente, un Último Momento, una placa roja, algo que les de una luz de esperanza. Va a ser la peor Semana Santa. El Productor llama a su casa y le avisa a su mujer que el domingo no van nada a comer a lo de su cuñado, que no se siente bien, que va a tener que trabajar el doble. Su mujer se enoja un rato, y le dice que van a hablar cuando vuelva a casa.


Son las seis de la tarde y El Productor tiene un nudo en la garganta. Entonces apaga todos los televisores, mira por la ventana de su amplia oficina, y escucha el grito desde la Redacción:


- ¡Maipú, la puta madre, Maipú carajo!


Rodea su escritorio, sale de su oficina y ve al Periodista Estrella con una sonrisa que le llena la cara.


- Un camión contra una camioneta, fuego, dos muertos – grita el Periodista Estrella.


El Productor sonríe, vuelve a su oficina a buscar en Google dónde queda Maipú. Le gusta la poca distancia de Buenos Aires. Vende, Maipú es un accidente con muertos que importan. Entonces llama al móvil que iba a la misa de Bergoglio y le dice que suspendan la filmación de toda la misa, que traigan lo de siempre, cuando el tipo hable de los pobres y parezca una crítica al Gobierno. El Periodista Estrella viene con una pasante nueva que tiene familiares en Maipú. El Productor le habilita un teléfono especial para ella: necesita imágenes de celular por más berretas que sean, humo, alguien corriendo, lo que sea. Y entonces otro grito, ahora en Córdoba, o cerca. Los accidentes siguen creciendo. El Productor ahora se sienta en su sillón, llama a su mujer para confirmar el asado del domingo, corta y prende otro Parisien.


- Esto es como el fútbol, papá, cuando entra una, y se abre el arco, después entran todas -se ríe, cínico, El Productor con el Periodista Estrella.


19/3/08

El ranking de los apóstoles

Las religiones no me gustan: salvo el paganismo, creo que las demás pecan de tener dioses demasiado celosos. Y en su exclusividad están sus extremismos. Pero si algo rescato del catolicisimo, es el Nuevo Testamento, un librito entretenido por momentos, una especie de Señor de los Anillos que, lamentablemente, se convirtió en dogma. Si hubiésemos considerado a la Biblia como un libro de aventuras, probablemente sería algo mucho más agradable de leer: pero tuvieron que usarlo para justificar cosas como la Inquisición, y entonces cualquier lectura ya no es tan inocente.


Y me gustan las historias de los apóstoles. De toda la Biblia, quizás, son los personajes que más simpáticos me caen, junto al dios vengativo y tan humano del Antiguo Testamento. Me da la sensación de que ser apóstol es puro producto de las circunstancias (ser uno de los Doce Apóstoles,digo), que ninguno de ésos doce pudo haber sido lo que fue de no haber nacido en el lugar y en el momento indicado, que cada apóstol es una prueba viviente de que nacemos determinados por algo llamado azar.


Aquí va el ranking de mis tres apóstoles favoritos, con sus respectivas razones.


Judas Iscariote: el único apóstol dado de baja de la lista, reemplazado por un tal Matías -que ni siquiera tuvo contacto con Jesús. Es decir, la Iglesia decidió incluir a un sujeto que no cumple con las condiciones básicas de ser apóstol: haber conocido a Jesús y ser testigos de su resurrección. Quizás Judas tampoco haya sido testigo, pues algunos dicen que se suicidó en el momento posterior a cobrar las treinta monedas de oro por entregar a Jesús. Judas es mi apóstol favorito porque representa el altruismo, el sacrificio por una idea: Judas fue el más cristiano de los apóstoles, el más convencido, y en ese convencimiento enfermo comprendió la necesidad de convertir a su dios en un mártir. Para que existan los mártires deben existir los traidores, porque, sí, Jesús hubiera sido encontrado y muerto de todos modos, pero entonces la Historia no hubiera tenido la moraleja que tuvo. La responsabilidad hubiese recaído sobre los romanos, y la culpabilidad sobre un todo siempre se disuelve (por eso es tan inútil la idea de que todo lo que pasa es un problema de la sociedad entera). Entonces Judas decidió encarnar la traición él mismo, hacerla figura viviente, representarla. Dio su vida para que otros entiendan que alguien mató a Jesús, pero que ese acto era la Humanidad entera. Lo de Judas no fue un mensaje religioso -y por eso me atrae- sino moral: Judas es la representación de la Humildad llevada al extremo, el sacrificio de la vida propia en aras de mejorar la Humanidad entera.


Tomás: quienes me conozcan podrán decir que mi objetividad queda anulada cuando comparto nombre con este apóstol. Pero mi admiración por éste apóstol no tiene que ver con su nombre. Es, posiblemente, uno de los menos conocidos, y, sin embargo, creo que su intervención en el Nuevo Testamento ha dejado una enseñanza que perdura hasta el día de hoy, y es la base de las ciencias y del método científico. El apóstol Tomás es, en mi humilde opinión, el padre de las ciencias. No se lo nombra, no tuvo un lugar destacado en la Última Cena, y posiblemente no haya intervenido en ella. Tomás no habla en el Nuevo Testamento hasta que alguien viene a contarle que Jesús ha resucitado. Y Tomás es un empírico: necesita ver, tocar. Entonces lanza la frase más maravillosa de la Biblia: "si no veo en sus manos la señal de los clavos y meto mi dedo en el lugar de los clavos, y meto mi mano en su costado, no creeré". Tomás está diciendo, en el libro más espiritual de todas las librerías, que no cree. Es una apuesta seria: está diciendo que necesita ver las marcas de los clavos, meter los dedos...¡está diciendo que quiere investigar! Se le está comunicando que un tipo resucitó, y que por eso es el Mesías, y que la Historia va a cambiar, y que él es parte de eso. Pero por un momento piensa, deja su aprecio por Jesús de lado, y acude a la Razón. Tomás es el primero que acude a la Razón en todo el cuento. Y entonces no cree, porque ya pensó. Ocho días después, Jesús se le presenta y Tomás mete los dedos en los agujeros de los clavos y, ahora sí, con las pruebas científicas, cree. Tomás necesita la comprobación, es un científico. Entonces Jesús le recrimina: “dichosos aquellos que pueden creer sin ver”. Y Tomás, por dentro, piensa que Jesús tiene razón, pero que algunas personas no nacen con la capacidad de la fe, y necesitan hundir los dedos en las marcas de los clavos. Tomás es el primer agnóstico de los apóstoles.


Pedro: me gusta éste apóstol porque si la primera piedra sobre la que fue construida la Iglesia es así de endeble (Pedro: “fragmento de piedra”, derivación del griego), entonces será cuestión de saber dónde tocar para que la Iglesia, alguna vez, se derrumbe. Me gusta la hipocresía de Pedro, y creo que es una paradoja: la institución moral de Occidente está fundada sobre un tipo que negó tres veces a su líder, luego de que su líder, incluso, se lo advirtiera -y le diera precisiones acerca de la hora en que lo haría. Pedro, entonces, es la necesidad de la Iglesia de darse un baño de humildad, de reconocerse como falible. Es la hipocresía moral de los que intentan juzgarnos desde un púlpito. Porque, incluso, es doblemente paradójico que la negación de Pedro aparezca, obviamente, en el Libro de Juan, porque nadie escribe sobre sus propias traiciones. Si Juan hubiese negado a Jesús, esa negación hubiese aparecido en el Libro de Pedro: nos construimos nuestras virtudes en relación a las bajezas morales de nuestros hermanos. Todavía más: Pedro estuvo en el proceso de selección para el reemplazo de Judas. Es increíble, el tipo lo negó a Jesús tres veces, fiel a un instinto de salvación que yo aplaudo -convengamos que hoy es fácil, pero en el momento apostar por un judío palestino como Mesías no era una estrategia conveniente- y después se da el lujo de juzgar a quien no hizo otra cosa que negarlo, negar su carácter divino tal vez, por unas treinta monedas. Para Judas treinta monedas valían más que las promesas de salvación de un hippie de pelo largo; para Pedro su vida valía más que martirizarse junto al hijo de su dios. La diferencia entre ambos fue que Judas dio una muestra de humildad, y se suicidó convencido de un error. Pedro fundó una Iglesia sobre la base de la hipocresía y la sostuvo hasta el final de su vida, con la soberbia de quienes son incapaces de reconocer su carácter falible.

14/3/08

Yo lo quiero torturar...¿y usted?

Dijo Mariano Grondona, una vez, cuando se decía que era periodista. Me encanta, todavía, ver el patetismo de ese hijo de puta, ver cómo se hunde en sus falsos silogismos, cómo encubre su autoritarismo en citas de otros autoritarios que no lo parecen porque escribieron libros y porque son viejos, y en general la gente vieja que escribe libros no puede ser catalogada de autoritaria, porque sino la academia lo tilda a uno de reduccionista.

Como todo razonamiento estúpido, el escenario es sencillo: el terrorista está detenido y tiene información de dónde va a explotar una bomba en quince minutos. No va a hablar, excepto que sea torturado. Ahí aparece la versión fascista de Roberto Galán, un joven Mariano Grondona apelando a la moral, a los sentimientos de la población, a conmoverse por la vida de los niños -porque increíblemente ahora sabe que va a explotar en una escuela y con niños- y azota: yo lo quiero torturar...¿y usted? El argumento, lo supongo, debe ser que es preferible torturar a uno antes que se mueran muchas más personas: una adaptación de la teoría del mal menor.

Sin embargo, el mal menor en este caso, suena fuerte y puede ser, es que la bomba explote. El peor de los males es vivir en un Estado que haya torturado. Soy capaz de vivir en una sociedad donde haya algunos idiotas que pretendan cambiar las cosas poniendo bombas en un colegio: porque la muerte violenta sigue formando parte de este sistema, y porque de hecho vivimos en ese tipo de sociedad -nos guste más o menos. Y, mal que mal, uno vive de esa forma. Pero no podemos vivir en un Estado que se arrogue para sí el derecho a torturar. No me puede cobrar los impuestos, no me puede pedir obediencia, no me puede llevar detenido, un Estado que se cree con la potestad de denigrar a una persona. Hoy es la bomba en el colegio, y mañana van a estirar la excusa a "cuestiones de seguridad nacional". Por cuestiones de seguridad del Estado funcionaba la Gestapo, y la Stasi, y la triple A, y todas las policías secretas que torturaron. Yo no quiero torturarlo...¿y ustedes?

12/3/08

Los zapatos del cartonero

Imaginate que tenés más de treinta y cinco años. Que trabajabas en un frigorífico que cerró hace quince años, que te quedaste en la calle con una mujer y cuatro hijos. Que nadie te volvió a contratar porque toda tu vida habías trabajado en ese frigorífico que te sacó de la escuela a los dieciséis años, que se lo vendieron a unos alemanes, y que esos alemanes se lo vendieron a unos franceses y ahora ahí hay un supermercado enorme -donde vos, por supuesto, no podés comprar nada-. Ahora no podés seguir pagando el alquiler, y te tenés que mudar a un terrenito en el Gran Buenos Aires que compraste con la indemnización, más algo que te dio tu suegro.

Cuando llegaste al terrenito había dos o tres familias cerca tuyo, pero cuando terminaste de construir la casa, ya se había convertido en una villa entera. Y cuando empezó a llamarse villa las cosas se te pusieron más difíciles, porque a cada entrevista que ibas tenías que poner tu domicilio, y vos lo escribías dignamente, pero cuando te lo preguntaban te miraban con esa cara, sí, con esa cara de "nosotros te llamamos". Y vos que te preguntabas adónde me van a llamar, si no tengo teléfono, y te lo preguntabas por dentro, porque la humillación de los tipos de traje ni siquiera te permite contestarles, mirarlos a la cara.

Entonces la cosa no da para más, aunque tenés un carrito con el que salís a cortar el pasto por la zona. Pero a la gente también le empieza a ir mal, y ahora escuchás que tu vecino sale todos los días a la mañana para Capital, en un tren que permite llevar carritos para juntar cartones y botellas y lo que sea, y venderlos en un galpón, donde unos camiones te llevan por un peso. Imaginate que te da vergüenza preguntarle a tu vecino, pero un domingo mientras escuchabas el partido, él pasa por la ventana y vos lo llamás y se quedan charlando, un rato. Y el lunes a la mañana, salís en el tren con tu amigo, y volvés a la Capital, y no volvías desde que te echaron del frigorífico, y la cosa está cambiada. Te miran de otra manera, ahora, los que se atreven a mirarte. Porque la mayoría te saca la vista cuando los mirás.

Imaginate que juntar cartones no te alcanza para demasiado pero, a duras penas, tus hijos tienen un plato de comida, y todavía pueden ir a la escuela. Lo demás se consigue con el plan de tu mujer, y hay un centro comunitario en la villa, a vos te gusta participar, a vos, que siempre le tuviste como miedo a la política. Y en ese centro te juntas con tus vecinos, y terminas la secundaria, y arreglan los problemas de ustedes entre ustedes, y a vos te parece que está pasando algo importante ahí. Imaginate que las cosas empiezan a cambiar.

Ahora te propongo esta imagen: el hijo caprichoso del papá millonario. Papá le compra un club de fútbol para que se divierta, pero el nene caprichoso se aburre del club que le compraron, y mira una ciudad, la ciudad donde vos trabajás, y le pide a papá que le compre esa ciudad. Entonces el nene millonario juega con la ciudad, y resulta que no le gusta que vos estés en su ciudad porque, dice, le estás robando la basura -sí, eso dice increíblemente-, le ensuciás el espacio público, dice, a vos, que hacés todo lo que hacés porque de otra manera tus hijos no comen. Entonces el juego del nene caprichoso se convierte para vos en un juego de vida o muerte.

Imaginate que un día el tren que llevaba tu carrito queda suspendido, y ahora ya las cuentas no te dan, porque si tenés que pagar el boleto, no te queda un peso para traer a casa. Entonces con tus compañeros, con todos los que compartías el tren de ida y vuelta, deciden quedarse en Capital a acampar pacíficamente. Imaginate que tenés que convivir con la mirada que intenta denigrarte de los vecinos de una zona de clase alta. Ahora pensá que como la gente bien de ese barrio no soporta ver que su riqueza tiene que ver con tu pobreza, el nene millonario ordena que te saquen del lugar, y que te saquen a palos. Imaginate que te suben a una camioneta pegándote en la cabeza, a vos, un policía que no debe ganar mucho más que vos, y que te grita negro de mierda, él, para creerse algo más.

Calzate los zapatos del cartonero, su carro, su vida, las humillaciones que sufrió, y calzate también su dignidad, y contestáme algunas cosas. Explicame por qué no incendiarías toda la ciudad, por qué no te organizarías con tus compañeros para destruir todo lo que te está arruinando la vida, no sólo a vos sino a tus hijos. Contestáme, vos, que te quejás de los piquetes, si tendrías la cordura suficiente para, solamente, cortar una calle reclamando lo que es tuyo, y no saldrías armado a reventar a tiros al hijo de puta de traje que no te da trabajo porque vivís en una villa, o al forro del vecino que te mira asqueado cuando vos juntas las cosas que ellos tiran a la basura, o al hijo del papá millonario que juega con tu vida porque su jueguito de fútbol ya le aburrió. Explicame, vos, con los zapatos del cartonero puestos, si a veces la violencia no parece que tiene un gustito muy parecido al de la justicia.

6/3/08

Marx y El Zorro

1- Prometo que esta es la última vez que hago un chiste con el Zorro. Es que la insistencia con el personaje hace suponer una campaña sucia de esta revista, levantando sospechas a poco tiempo de las elecciones. Pero no es así.

2- Don Diego de la Vega vuelve de una de sus tantas aventuras. Ha salvado a una serie de sirvientes de la tiranía del Capitán Monasterio. De la Vega reconoce que parte de su trabajo como Zorro, de impartir justicia, es cultivarse intelectualmente. Le ha llegado desde Europa una caja con varios libros y algunos periódicos. Diego llama a su ayudante mudo y le pide un vaso de brandy. Se sienta en un sillón comodísimo, frente a un fuego preparado especialmente para él, y abre los primeros dos libros. Le aburren inmediatamente y los abandona. Está pensando en irse a dormir, pero elige quedarse despierto un rato más. La hacienda de los de la Vega siempre posee actividad hasta tarde, una costumbre heredada de sus raíces españolas. Revolviendo esa caja con libros, uno le llama la atención. ´´El Manifiesto Comunista´´, de un tal Karl Marx. La portada es más bien sencilla, pero es la frase inicial, aquello del fantasma que recorre Europa, lo que atrae la atención del joven justiciero. De la Vega es un gran lector y devora con ansias el libro en cuestión. No es demasiado largo, y horas después se encuentra pegado a la ventana, mirando la neblina que recurre la estepa que lo separa del pueblo de California, reflexionando.

3- Diego de la Vega se pregunta si no está poniendo una curita en un hombre que se desangra. Acaba de descubrir que, quizás, es funcional a un sistema de explotación que siempre ha querido combatir.

4- Soy un reformista, piensa, una forma de opio del pueblo que hace descansar la posibilidad de la redención de las masas en un tipo enmascarado, un vanguardismo infantil y voluntarista que no conduce a nada. Como si la lucha de clases, piensa Diego, se terminara porque le marque una Z en la panza al Sargento García. Quizás es mejor, pensó el Zorro, dejar de recubrir las cadenas de la opresión con falsos ídolos como yo: quizás la conciencia de la ignominia venga de ver las cadenas como realmente son.

5- Diego se sabe poseedor de los medios de producción en su hacienda. Es un eslabón más en la cadena de expropiación del capital que los verdaderos productores de la riqueza han sufrido desde el momento de la acumulación originaria. Y de qué vale, reflexiona Diego, frenar los latigazos de un patrón a sus esclavos: ¿acaso no es mejor enfrentarlos con la verdadera realidad?, ¿acaso no descubrirán así, mejor, su verdadera condición de clase?. Se cuestiona si frenar una injusticia no es darle la falsa ilusión a las masas de que hay una posibilidad de salvación dentro de este sistema que es, por naturaleza, injusto. Si frena los latigazos, ¿por qué no frenar el sistema injusto de salarios?, ¿por qué no terminar con la mediación superflua de la figura del capitalista?, ¿por qué no frenar, acaso, la apropiación de la plusvalía?. El Zorro se pregunta hasta qué punto puede frenar una injusticia manifiesta sin ir hasta sus causas más ocultas.

6- Don Diego de la Vega se acuesta pensando. Su última mirada fue para un campesino de su hacienda que recién se levantaba para arar la tierra. Se preguntó si no sería mejor una masa anónima de zorros que un superhéroe anónimo que justifica el sistema.

7- El Capitán Monasterio ha decidido colgar en la plaza a dos indigentes. La gente asistió a la ejecución no tanto por el placer de la sangre, sino para ver de qué manera El Zorro liberaría a los condenados. Cuando la soga terminó con la vida de ambos, la desilusión se hizo carne en cada uno de ellos.

8- Ese día El Zorro no apareció. Nunca nadie volvió a verlo.


Publicado en La Paloma Mensajera.