20/4/11

La serie de la democracia



Tenemos que escribir, espero que con mi amigo Martín, un día, un unitario.

Me imagino una escena, una gran escena. Quizás hasta puede empezar así, la serie que vamos a escribir. Va a ser una serie, un unitario, no importa después veremos.

La cámara se queda con el último que se levanta de la cama. Te das cuenta que hay tres más porque hay cuatro camas, tres están vacías, deshechas, y queda la cuarta. Con uno de los personajes que recién se levanta de una cama con frazadas improvisadas, ropa desparramada en un bolso en el suelo. Como que salió apurado de algún lado. Hay un crucifijo, en la pared, vaya a saber por qué. Ninguno de ellos es católico. Pero está ahí, y no quiere decir algo religioso: es un crucifijo que, en cámara, va a querer decir que esa casa no es de ellos. Que se la prestaron, que es una suerte de aguantadero.

Entonces ahí van a venir las reminiscencias. Por eso no vamos a enfocar el auto que está afuera, todavía, ni el router, ni la tele o el DVD. Para que sea una escena atemporal. Para que el espectador diga: ya está, lo saqué. Y piense que es una casa monto, una casa de esas de La Voluntad, que todavía no habían sido cantadas. Alguno hasta va a pensar que es esa estancia, La Celma, la del fusilamiento a Aramburu. Se va a confundir porque va a ser una quinta, también, en la Provincia de Buenos Aires. Al toque va a decir: uh, una serie sobre los setenta, no es mala idea. Pero nosotros vamos a ir por más. Vamos a jugar los primeros minutos con esa idea, con esa ambivalencia. Después, cuando la serie sea de culto, los intelectuales van a interpretar ese primer momento como una suerte de trasvasamiento generacional, un clima de época. Pero al principio lo vamos a dejar para que el espectador decida en qué momento de la historia argentina va a ser.

Entonces se levanta el último, los otros tres toman mate, con unas marineras que sacan de una bolsa de nylon. Pueden ser los setenta, o puede ser ayer, todavía no se sabe. Hay una conversación medio perdida, desganada diría yo, sobre a qué hora es la cosa. El último que se levanta pide por una toalla para pegarse una ducha, uno le advierte que van a llegar tarde, que van a tener problemas por eso, y el otro ni pelota. Se entra a bañar igual. Uno sale afuera, la cámara lo sigue, es medio otoño y hace frío. Prende un cigarrillo. Va a fumar uno solo de los cuatro personajes. Este es el que fuma. Prende un cigarillo y mira perdido al horizonte. Te trata de confundir, la serie, porque esa mirada va a ser la mirada de un tipo que se está jugando la vida. Que está escondido, además. Eso después va a ser mentira, pero este primer momento es clave. Entonces va a escuchar un grito de adentro, no un grito, un llamado y va a abrir la puerta -el mosquitero, en verdad -y va entrar. Empiezan a agarrar las cosas, unas carpetas, unos papeles, y entonces se descubre todo:

- Che, te olvidás el teléfono – le dice uno a otro y se lo señala. El teléfono está en un sillón, enchufado a la corriente eléctrica, cargándose. El acto parece menor, pero elimina la ansiedad del espectador por conocer, nada menos, que el espacio-tiempo donde se ubica la serie. El tipo agarra su teléfono, es un BlackBerry, lo desenchufa, se queda mirando unos mails que le llegaron.

- Dale, boludo, que llegamos tarde – lo apura otro, y le tira con la llave del auto.

Salen y el auto elimina todas las sospechas. No es lujoso, pero es moderno, un auto de ahora. Tres se suben, el que llega último, el del teléfono, le toca ir a abrir la tranquera. Van en el auto, conversación intrascendente, uno pregunta para qué es la reunión. Hablan de ejes de campaña, uno llama por teléfono a quien parece ser el jefe de campaña y le pregunta por los temas de la reunión. Corta y se los dice a los otros tres. Uno responde que no tiene nada para aportar sobre ninguno, y el resto se ríe. Suena un tema...tiene que ser una guitarra, puede ser Eric Clapton, algo que acompañe, sin voz. Va a tener mucha música en inglés la serie. Salvo en un momento, que va a venir después, cuando el comando de campaña se traslade a un bar, un club de fomento. Y ahí va a tener cumbia, muchísima cumbia, de la buena, de la de Gilda, de Los Charros, de Marilyn y La Nueva Luna. Al costado de la calle de ese pueblo de la provincia de Buenos Aires, caen las hojas de otoño, el auto avanza, uno pide bajar a comprar cigarrillos, le dicen que ya están tarde, que cerca del local hay un kiosco. Hablan sobre cosas que pasaron en alguna esquina que atravesaron, uno indica que ahí vivía alguien que todavía no sabemos quien es. Bajan en el local, vidriado, afiches del candidato, uno dice que se olvidó la computadora en la quinta. Saludan a otros que ya estaban ahí. Hay algunas bicicletas apoyadas en el cordón, con el pedal haciendo de pata.

Es el primer corte de la serie que nos falta: la serie sobre la democracia, una serie que se compre en DVD´s o, aún mejor, que se baje por Cuevana. Una serie que cierra el ciclo que empezó Okupas, que sea todo lo contrario de Okupas, que sea el momento de síntesis de un sistema social y político reconstruido. Una serie que muestre un montón de instituciones funcionando, cuatro pibes con laburo, que además laburan para la campaña de un pibe joven, un pibe que quiere ser intendente de un pueblo de la provincia de Buenos Aires. Una serie que pinte con millones de colores el gris de la democracia, que hable de los militantes, de los que piensan la campaña, de los que la diseñan, del quilombo que significa una campaña en la Argentina, las luchas internas de poder por tomar un café más con el candidato y decirle para qué lado hay que ir. Una serie que hable sobre la comunicación política, sobre el pequeño marketing, sobre el reunionismo exacerbado que caracteriza nuestra forma de hacer política, sobre las dificultades de sentarse un sábado a la mañana, un sábado que hace un frío de cagarse, y escuchar a alguien que tiene un proyecto de algo para la ciudad. Sobre lo que significa ordenar todo eso. Una serie con un par de romances, claro que sí, pero que no son la piedra de toque de la vida de ninguno, sino anécdotas laterales. Una serie que va a bajar línea como loco. ¿A favor de alguien? Sí, va a bajar línea a favor de lo divertida que es la democracia, de la cantidad de personajes que median entre la voluntad de un tipo de ser y su llegada al poder. Sobre los miles de errores que se cometen en el medio. Una serie que va a idealizar un toque la política, nos van a acusar mucho de eso, pero va a ser una serie también sobre cómo hay poderes establecidos, poderes fácticos gusta decirse ahora, que juegan fuerte en política. Sobre cómo hace la política para acercarse a ellos, en un nivel tan distinto como es un municipio: las cooperativas, el colegio de abogados, el de médicos, el consejo escolar, todo eso. Una serie sobre cómo el candidato a veces es mejor que sus consultores, cómo a veces es al revés, y el consultor la pega. Vamos a escribir una serie sobre cómo los medios funcionan con una lógica totalmente diferente en el Interior, sobre las radios prendidas en las casas y almacenes todo el día. Sobre los bares del Interior, sobre el problema zarpado de alcoholismo en ciudades que a veces son monótonas. Sobre esas monotonías, también, tenemos que escribir.

Una serie que, cuando lo entrevisten a mi amigo Martín, va a tener que decir que obviamente está influenciada por The West Wing, porque no lo vamos a poder evitar. Una serie sobre cómo en la Argentina las campañas más pequeñas no tienen con qué financiar consultores, y entonces ese rol lo ocupan un par de tipos ad honorem, militantes, por lo divertido de la democracia, por la adrenalina de ser votado. Por lo fascinante de estar en las sombras, también. Una serie sobre los que están medio en las sombras. Una serie sobre consultores que no son consultores, sino militantes que trabajan a ciegas, casi sin más encuestas que las que hace el único diario online del pueblo, y que está operada por todos los candidatos al mismo tiempo, y una serie sobre cómo un cyber-café de un amigo de la infancia se puede convertir en una unidad básica de pronto, con pibitos siendo beneficiados con horas gratis de cyber a cambio de que borren las cookies y voten cada veinte segundos.

Tenemos que dejar de boludear en Twitter, en los blogs, y empezar a escribir la serie de la democracia para consumo masivo.

7 comentarios:

Fede SF dijo...

Bien pensado, pero a la contra se le ocurrió antes!

http://www.ciudad.com.ar/espectaculos/78678/comenzaron-las-grabaciones-de-el-puntero-el-nuevo-unitario-de-pol-ka

Tomás dijo...

Apa, no la conocía, capaz hasta está buena, ¿no?

Mingus dijo...

Yo me prendo...

Primo Louis dijo...

Hay que aprovechar la movida para generar contenidos para la tele digital! Tomas ahi tenes el financiamiento, escribilo IA!

Aitor Rivera Payá dijo...

Hola amigo blogger, aqui te dejo la dirección de mi blog de poesía, espero que te gusten. Me harías un gran favor si me comentases alguna con tu opinión, gracias.
www.trobadordelapoesia.blogspot.com

Martín L. dijo...

¿Qué hay de la película El estudiante, que estrenaron en el BAFICI hace poco? Tiene muchas similitudes con la trama de esta hipotética serie.

Juanelemental dijo...

Seria un golon la serie, mira que en blogspot no te leo una entrada tan larga ni de casualidad, pero en este caso me colgue y lo lei de punta a punta.