31/3/11
La gente es pelotuda
Como ya se hizo costumbre en este blog, le pedimos a Lucho Majul que, además de escribir grandes notas en La Nación, nos grafique la semana política en una columna exclusiva para nosotros. Hoy está punzante.
La gente es pelotuda
Por Luis Majul
La ventaja que tenemos los periodistas independientes es el hecho de estar en contacto con los problemas reales y concretos de la gente. A diferencia de los políticos que, claro, no. ¿Por qué? Porque los políticos en vez de solucionarle los problemas a la gente, se dedican a hacer política, que es una cosa diferente.
Bien. Este amargo oficio del periodismo independiente, ojo al piojo, tiene sus tragos amargos, valga la redundancia. Decía que estamos siempre en contacto con los problemas concretos de la gente. Yo, sin ir más lejos, veo las desgracias cotidianas en las que está inmiscuida nuestra Nación. La veo desde la radio, a la mañana temprano, que tengo una ventana ahí. Después me subo al auto y me voy a almorzar a casa, y ahí te veo otros problemas. Luego paso por el diario, entrego la nota, miro unos problemas por la ventana de la redacción y los domingos, cuando hago el programa, te veo más problemas. No en el estudio, que es más bien cerrado. Pero cuando el fantástico “Ponele la firma”, de Marcelo Polino, me entrega un rato más tarde, me tomo un café en el bar y, adivinen qué: veo más problemas. Concretos. De la gente.
Los otros días, Polino estaba con una tema medio urticante y me pidió quince minutos más. Se los di, porque yo no soy nadie, ni Moyano soy, para coartarle la libertad de expresión a nadie. En esos quince minutos subí al bar, me pedí un café, vi problemas de la gente y pensé: qué pelotuda que es la gente. Así me salió. Lo que pasa es que la ecuación cierra y, si me acompaña en estas líneas, verá sencillamente que usted, estimado lector, es un pelotudo.
Pensaba lo siguiente. Pensaba que la gente tiene problemas. Eso lo se yo, porque veo problemas, lo sabe la propia gente, porque los tiene, y además lo sabemos todos porque lo vemos por la tele. Problemas, hay. Aunque intervengan el INDEC o Cristina le diga “Él” a Néstor, problemas, lo que se dice problemas, hay. Cuando vos tenés un problema lo que tenés que hacer, pensaba, es dejar de tenerlos. Y acá la gente tiene problemas básicamente por el Gobierno. Entonces hacía esta ecuación: si A = B, siendo A = Gobierno y B = Problema, lo que pensaba es que si vos eliminás el Gobierno, al toque eliminás el problema.
Bueno, esta oración no la lean: sólo pongo que estoy de acuerdo en la AUH, porque da ecuanimidad. Y sigo que ya había agarrado envión.
Como ven en la oración anterior, yo soy ecuánime. Como te digo una cosa, te digo la otra. Yo estoy a favor de la democracia, eso desde ya. Entonces digo: eliminar un Gobierno es agarrar y votar a otro. Bueno resulta que se hacen encuestas y la gente, en vez de elegir votar a otros y no tener más problemas, elige votar a los mismos y seguir teniéndolos. Yo me pongo a pensar, y digo: pucha. Faltaban diez minutos para que Polino me entregue, y dije: pucha, fijate que la gente es pelotuda. Porque con un poquito de plata que anda dando vueltas, se olvida que podría tener menos problemas si dejara de votar al Gobierno. La verdad es que uno hace sus esfuerzos, se escribe unos libritos de 500 páginas, con lenguaje medio pelotudo para que ustedes, pelotudos, lo entiendan. Les armo un portal en internet, les hablo por la televisión, hasta me abro un Twitter. O sea, muchachos: les digo en 140 caracteres lo que está mal y no lo comprenden. Si no quieren que se les diga pelotudos, no sé, háganse un par de replanteos, argentinos.
Claro que hay distinta clase de pelotudos y uno no debe generalizar como hace el Poder cuando generaliza entre nosotros, los periodistas independientes, y ellos, los periodistas comprados por el Poder que se dedican a hablar de los periodistas independientes. Pero, sin generalizar, puedo decir que todos ustedes, pelotudos, comparten un paraguas general que me permite ponerlos bajo la misma etiqueta de pelotudos, y este paragua es no comprender que el mal que azota a la Argentina es el Gobierno, y que quien tiene el Poder -que es sólo el Gobierno porque en la monarquía es así- es el responsable de todo lo que acontezca. Entonces: hay un responsable, y ustedes, manga de pelotudos, lo quieren seguir votando en vez de responsabilizarlo, que es lo que se suele hacer con los responsables en los países serios del mundo. Pequeña diferencia: los países serios del mundo no suelen estar compuestos por una sociedad de pelotudos.
Esta oración tampoco la lean: acá pongo que en la oposición también son un poco pelotudos porque da ecuanimidad, y me da chapa de operador político como Carlos Pagni, que me mira desde su escritorio mientras escribo esta nota y miro problemas por la ventana. ¡Carlos, eh, Carlos! No me escucha, estoy escribiendo, jeje.
Claro que la gente del gobierno no son paracaidistas rusos que vinieron a gobernar una sociedad de pelotudos. Pero como todos sabemos, en el país de los pelotudos, el que menos cucuruchos en la frente se clava, es rey. En el mismo lodo, todos pelotudos. El gobierno tiene su ejército de pelotudos que intenta hacerle creer al resto de los pelotudos que los problemas no son tantos y que en definitiva no hay que pisarse la manguera entre pelotudos, porque todos caerían al mismo tiempo en tanto que oligofrénicos.
Entonces me invade la congoja, cinco minutos antes de que empiece el programa de Polino, y pienso que a todos ustedes, vagón cargado de pelotudos, les importa todo tres carajos. Les cuento por qué el kirchnerismo es malo. Les explico que lo que hace el Gobierno en principio está mal (aunque soy ecuánime por lo de la AUH), que usa métodos malos para hacer cosas malas, que cuando hace cosas buenas lo hace motivado por motivaciones diabólicas
Y ustedes nada, manga de pelotudos. Ustedes embobados como pelotudos comprando un televisor en cincuenta cuotas en Garbarino para verme a mí, todos los domingos, diciéndoles lo pelotudos que son por haberse comprado este mismo televisor... ¡mientras en La Rioja el gobierno se vuelve menemista y pacta en Libia con Khadafi, mientras La Cámpora toma la Catedral y hace un guiso de chorizo a la pomarola en el cosito de bautizar a los nenes, al mismo tiempo que Gioja con la venia del Gobierno autoriza las prácticas umbanda contra periodistas independientes a cielo abierto y Moyano envia su sindicato a tomar un Musimundo y violar todos los CD´s de Bono, mientras la AFIP en vez de investigar la evasión fiscal se dedica a investigarme la evasión fiscal, y ustedes ahí, como pelotudos, embobados con dos mangos en el bolsillo mientras el Gobierno tiene un discurso antiimperialista y deja que los ingleses le roben las Malvinas y en vez de reclamar que se las devuelvan no hace nada y si hiciera algo también estaría mal porque ese reclamo chauvinista por dos canchas gigantes de fútbol 5 que son esas islas ya re fue! Uf...me cansé.
¿Por qué todo esto?, ¿por qué nadie dice nada del Gobierno?, ¿por qué sólo Clarín, La Nación, y sus pequeñas repetidoras levantan la voz contra ese Leviatán comunicacional que consiste en dos programas de la tele, unos chicos con unas compus y los cortes del fútbol?, ¿por qué?
Mi respuesta la conseguí en el bar de América (el canal, no el boliche gay), mientras esperaba que Polino (por eso aclaré lo del bar, aunque no tengo problemas con... porque ojo, yo soy ecuánime y reconozco lo del matrimonio igualitario también) salga del aire.
Mi respuesta es que ustedes, estimados lectores, son unos pelotudos.
28/3/11
Selling Hume: Weber, en placa
Como a nosotros nos cuesta explicarnos, llamamos a Selling Hume, nuestro Jorge Asís Nac&pop para que nos explique qué pasa...en Gran Hermano.
Weber, en placa
escribe Selling Hume,
especial para Burbujas.
Fallan quienes, inocentes, politizan electoralmente el Gran Hermano. Posee, el programa, su propia politicidad. No reproduce, cual Catamarca o Chubut, nacionalizaciones electorales. Alberga en su seno disquisiciones de carácter filosófico acerca lo político. Mas no suceden, entre Peluffos y Riales, entre Ubfals y Trezeguetes, las internas del Frente para la Victoria. Es, el Gran Hermano, una totalidad en sí misma. Ampliaremos.
Weber, en placa
El Imaginario quiso construir como pelea de fondo a la disputa entre (Su Majestad) Cristian U. y Emanuel. Fallaron, y fue Emiliano. Erraron, en verdad, el color de la témpera del zeitgeist. No es el Gran Hermano un reflejo de la vida misma. La discusión al interior del Hogar de los Hermanitos discurre por otros carriles. Paradójicamente, ajena al devenir mundial, en la casa el fin de la historia, fukuyamesco, es ley. O hay, quizás, una pluralización del fin de la historia. Han muerto, seamos rigurosos, Las Historias.
Consistieron durante años, los realitys shows, en plebiscitos sobre tragedias personales a ser subsanadas por un premio monetario. Era la extorsión emocional el mecanismo por excelencia. Este Gran Hermano es sólo reflejo de su época allí donde sinceró otros objetivos. De las historias trágicas que se encargue el Estado, o la Prepaga. Aquí, dicen los Hermanitos, hemos venido a participar de un juego y ganarlo es, por excelencia, el objetivo. Allí discurre, dicen los expertos, la genialidad del jugador Cristian U. Lograr ser, tío Cámpora querido, la referencia, el centro del ring. Inevitable se vuelve mencionar aquello de que los hay conservadores, liberales, de izquierda o de derecha, pero que peronistas son todos. No decía, el General, que la totalidad abrazó las tres banderas. Decía, eso sí, que ya no se podía jugar a nada sin esas banderas. Logró, Cristian U., el mismo efecto. Con su regreso. Ampliaremos.
El momento bisagra fue, tío Cámpora querido, la eliminación de la participante Luz. Hace, apenas, algunas semanas. Encarnación de la bondad y la moral, Luz fue bendecida con la potestad de quitar un participante de la votación de eliminación. Sin reflexionarlo, quitó a su compañero de ruta Alejandro, frente a la posibilidad de salvarse ella. O quitar, como exigía la pura racionalidad, a alguno de los dos restantes participantes del bando de los amorales. Para enfrentar, así, dos contra uno y atomizar sus votos en contra. Pero el “sin reflexionarlo” que prologa este relato no es, por cierto, nada casual. La derrota de Luz, y posterior y causalmente de Alejandro, se explican así. Weberianamente.
El ala Rincón de Luz del Hogar de Gran Hermano, ha elegido apostar por el inmovilismo de “las historias de vida”. Los suponen estandartes conmovedores. Abandonaron la capacidad de “jugar”, de definir estrategias a largo plazo o, al menos, un intento precoz de táctica. Firmaron su sentencia de muerte allí cuando Luz decidió “no reflexionar”, votar con el -dicen- “corazón”. Se trata, tío Cámpora querido, de tipos ideales de acción que se disputan en la casa. Los hermanitos de la moral insisten -luego de semanas de ser incendiados por la voluntad popular- en apostar a las acciones con arreglo avalores. Aquellas determinadas por la creencia en el valor propio y absoluto de la propia conducta. Aquella que carece, por cierto, de relación alguna con el resultado. Comparte esta desgracia estratégica, tío Cámpora querido, con la relación afectiva del bueno de Weber. Que no pone el sentido de la acción, Dios los libre, en lo que está ya fuera de ella. El Resultado. Acción que se ejecuta motivada por los afectos y los estados sentimentales pasajeros.
Así, tío Cámpora querido, les va.
El Cristianuismo es un humanismo
Falla, en Gran Hermano, todo actor que no actúe -cobreme por caja la redundancia- con arreglo a fines. Utilizando expectativas como condiciones o medios para la consecución de fines propios racionalmente sopesados y perseguidos.
Encarna, Cristian U., el pragmatismo. Que debe ser aquí reivindicado. No en tanto aplauso a la amoralidad, por la amoralidad misma. Como se ha hecho, efectivamente, costumbre. Es un problema, tío Cámpora querido, el goriperonismo. Suponer que el pragmatismo es correcto en tanto que tal. Y no por lo que consigue. Quitar la moral del republicanismo para ubicarla en el pragmatismo es un ejercicio tan sencillo como torpe. Como cambiar el collar, solía decir mi amigo trotskista de Parque Centenario, sin dejar de ser perro.
No es Cristian U. la voluntad popular, el clima de época encarnado. En cambio, sí la voluntad popular ha decidido dejar de premiar las acciones con arreglo a valores. Inconsultas, anti-estratégicas, inútiles. Inútiles, tío Cámpora querido, hasta para conseguir aquello que se puede desear verdaderamente. Ha decidido, la Voluntad Popular, premiar la contingencia. Desechar el inmovilismo de plebiscitar historias de vida.
Esa es, tío Cámpora querido, la mayor lección de teoría política que otorga Gran Hermano. La politicidad de una época está signada por su elogio -o no- de la contingencia. Una mentira (hija o madre del progresismo, aún no lo sé) nos recorre: aquella que supone que las acciones sentimentales o con arreglo a valores, no pueden ser racional y estratégicamente planificadas. Pregúntenle a Luz, cuya imprevisión provocó su salida y posteriormente la de su amigo. El Amor, tío Cámpora querido, es mucho más lindo cuando es imprevisible, loco, irracional y espontáneo. Sabe usted, y saben los lectores, que esa mentira dura lo que un suspiro. El Amor también, discúlpeme la infidencia, exige unas planificaciones. Es cierto que contigo pan y cebolla. También es cierto que al pan y la cebolla hay que ir a comprarlos.
Niego aquí, tío Cámpora querido, los términos que enfrentan al pragmatismo con los valores. Como excluyentes. La mantención de determinados valores exige, siempre, un mínimo de pragmatismo. Las incapacidades estratégicas, tácticas y por qué no, políticas, encuentran luego su disfraz en los valores.
La moral, tío Cámpora querido, es el campamento de refugiados de los incapaces.
Kant buy me love
El regreso de Cristian U. a la casa, luego de haber salido voluntariamente, fue la señal. Todo había muerto. Las reglas. La genial sentencia rialesca: “esto es Gran Hermano: no la Constitución Nacional”. Los Hermanitos debieron haberlo previsto. Se distrajeron, tío Cámpora querido, pataleando en pos de la Justicia. No comprendieron que Justicia había muerto. Enterrada en una fosa común con Igualdad. Y Libertad. Y la más muerta Fraternidad.
Reingresó Cristian U., revólver en mano, con el respaldo de la Voluntad Popular y un solo mandato: matar al Sujeto. Aquello tarea en la que fracasó Nietzsche, ese Aníbal Fernández sin Gestión. El inconcluso objetivo de Michel Foucault, ese Pedro Lalín postestructuralista. Afirman, los militantes del anti-kantianismo, que es Cristian U. el Elegido. Para terminar con los valores occidentales y cristianos. Para instalar un nihilismo televisado por Direct TV. El paseador de perros entró -muchos no lo vieron- heideggeriano. Dispuesto a asumirse como el Dasein. A “ser ahí”, “ser en el mundo”. Cristian U. entró dispuesto a ser en Gran Hermano. Y liquidar, en el camino, al Sujeto. Refiere Nietzsche que Dios ha sido la gran objeción de la existencia y que negándolo redimimos al mundo. Hemos visto, tío Cámpora querido, negar a Cristian U. las responsabilidades morales de los demás participantes. Y, así, ganar.
Fueron, tío Cámpora querido, semanas de festejos nihilistas. Donde el Sujeto, si no alcanzó a morir, al menos se vio estallado. Semanas que estremecieron, de verdad, al mundo. Un pequeño hogar donde un grupo de jovenzuelos no sólo implosionó al Sujeto, sino que también lo televisó.
Pero esas semanas de vigor foucaulteano, esas semanas que vieron en Cristian U. al Übermensch nietzscheano, ese Superhombre, han terminado. Ha vuelto, la moral, a la casa del Gran Hermano.
Paradójicamente, de la mano de quien encarnaba la voluntad de poder transformadora del Ser Humano. De, habré de aclararlo, Cristian U. Quien no pudo, tío Cámpora querido, con su propio juego. Abandonado en la deriva de la ética racional, alejado del muelle de los valores morales, (Su Excelencia) Cristian U. fue la última víctima de su reingreso. Cuando, por capricho del Destino, estableció una nueva forma de moral. Que consiste en explicitar que “hay cosas, como mezclar a la familia, que no se pueden utilizar en el juego”.
Entonces el Sujeto, ese can atado en el patio del fondo a algún valor supremo, renació. Para terminar con los sueños, tío Cámpora querido, de quienes habían visto en Cristian U. a la revolución anti-kantiana (como el dueño, ejem, de este portal de Burbujas con Detergente). La negación de los imperativos categóricos. La adopción de un lugar, una pequeña casa, donde la voluntad de poder pudiera ser absoluta. Total. Ese fracaso, advierto por si quedasen dudas, alcanzará para que Cristian U. se haga, quizás, con el dinero del premio. Mas su tarea de liquidar al Sujeto ha quedado trunca. Como queda trunca (por imposible) la tarea de extrapolar estos hechos a situaciones políticas “del Afuera”.
Lo voy dejando, tío Cámpora querido.
A las cinco, empieza el debate.
23/3/11
35 años, 35 visiones
Así que ahí fuimos. Y estamos al lado de un par de grossos eh.
22/3/11
Para leer sobre Japón
Hoy me pasó una cosa que pensé que no me pasaba más. Enojarse con una nota. Como si los medios fueran esa berretada que supone Lasswell, una aguja hipodérmica inyectora, un sistema de adoctrinamiento para las masas estúpidas e ignorantes. Pero me pasó igual, ahí estaba yo, enojado con esta nota sobre los peligros de vivir en Atucha. Una nota que se desdice a sí misma cada dos párrafos. Y entonces pensé en escribir esto, y decir que Perfil esto, que Perfil lo otro. Y tuve un poco de miedo, que los blogs se estén convirtiendo en fábricas de responder editoriales. Un embole.
Pasa seguido, con los blogs. Pasa que a veces no hay temas, también. Uno se aburre. Y lo bueno de aburrirse, es que se puede buscar otras cosas para hacer. Incluso, dentro de los blogs. Los blogs políticos son un espacio así de chiquitito. En una de esas épocas de aburrimiento, empezamos a leer unos blogs particularmente interesantes: blogs de ciencia. De divulgación científica. Que hay un montón, muchos españoles y muchos muy buenos. Entonces pensé si en vez de tirarme a la marea de la contestación de editoriales, no había lugar para usar este blog para otra cosa. Para que alguno que pase por acá, se pueda ir a dar una vuelta por ese otro barrio. Que está buenisimo, encima. Lo que pasó en Japón me sirvió, además, para saber dónde ir a buscar información un poco más rápido. Porque encima los tipos estos se linkean entre ellos, se corrigen posts. Unos genios. Así que lo que pasó en Japón, que fue un garrón, yo lo leí en todos estos lugares. Quizás sirve para contestarle, alguno, a esa nota en Perfil. Quizás no y también está bien.
- Amazing.es es nuestro blog de ciencia de cabecera. Escriben sencillo, para divulgar de verdad, y hacen ciencia militante. Militantes contra el Oscurantismo. Acá hay un buen post sobre cómo funciona un reactor nuclear.
- Uno de los blogs más completos que encontramos se llama La Pizarra de Yuri. Tiene también un post sobre el funcionamiento de una central y también uno muy bueno sobre los mitos de Chernobyl. Creo que en este blog descubrimos la figura de "Los liquidadores", unos 600.000 tipos (según este informe de la ONU) que se ocuparon de minimizar el desastre de Chernobyl construyendo -sin protector- un sarcófago para absorber la mayor cantidad posible de radiación. Claro que muchos de ellos murieron después y sabían que morirían mientras lo hacían.
- Nuestro tercer blog favorito es Migui, y recomendar un solo post y no todos es una injusticia. Pero si hubiera que leer uno, habría que empezar por "El oportunismo catastrofista". Y no se puede dejar pasar esta frase maravillosa en este otro post: "No soy pro-energía nuclear, soy pro-aritmética". El post plantea que hay que ir hacia energías renovables sub-explotadas, pero concede que hoy, ya, ahorita, las energías renovables no producen la suficiente densidad de energía. Proponer la sustitución por energías renovables sin que éstas estén aún desarroladas, me hace acordar a Fernando Iglesias quejándose por los resultados de las elecciones de Catamarca, sin presentar candidatos propios. Un tercer post que hay que leer es sobre las piscinas de combustible nuclear usado. Cuando yo sea un millonario excéntrico, me voy a comprar primero una manada de hipopótamos como Escobar, y luego una de estas piletas de combustible nuclear usado, porque están buenísimas.
- En este blog hay un detallado "minuto a minuto" de cómo fue lo de la central nuclear japonesa, y en este otro una explicación más detallada.
- Vía Amazing, después encontramos una guía para no decir gansadas sobre energía nuclear. O física para inútiles como nosotros.
- En Tecnología Obsoleta, encontramos un mapa de riesgo sísmico e instalaciones nucleares en el mundo.
- También aprendimos sobre El síndrome China, en posts como este. El Síndrome China, popularizado por una peli de los ´70 que ahora tengo ganas de ver, es una situación teórica en la cual el material resultante de una fusión de un reactor nuclear destruye el sistema de contención. O sea: hace un agujero en el piso y llega incluso hasta aguas subterráneas. Se le puso síndrome China porque se inventó en EEUU y se suponía que el material podría llegar a China.
- Algunas discusiones paralelas al fenómeno son muy buenas. Hay dos posts muy buenos sobre el HAARP y la posibilidad de una bomba electromagnética. También nos enteramos leyendo por ahí que la HAARP es como una obsesión de las teorías conspirativas sobre dominio mundial.
- En el simpático blog "Física y Ciencia Ficción", encontramos cómo funciona un tsunami.
- Finalmente, todos los días leemos Geospatial, que tira minuto a minuto el grado de radiación y otros números. Pero no nos da, no entendemos un corno. Si alguien sabe mucho sobre energía nuclear, este es el blog perfecto. Nosotros intentamos saber algo con los de acá arriba.
21/3/11
Los tres días que estremecieron al mundo
Imagen de @agusgui.
Los tres días que estremecieron al mundo
John Reed. Enviado Especial de BCD.
Andalgalá – Un tsunami, millones de muertos, y la inminencia de una explosión nuclear. Las revueltas árabes y la subsiguiente invasión a Libia por parte de la OTAN. El fin del mundo arrecia a la Humanidad y los ojos de la Historia se posan allí. Ajenos a esta historia de desastre y muerte, el devenir de los seres humanos comenzaba a cambiar su suerte para bien. En un pueblito alejado, alguien no cerró el candado, y el flujo de la revolución hizo su ingreso triunfal. Como un barco decidido a (proyecto)surfear las olas de la tragedia. A prender una luz de Justicia entre tanta desidia.
Fue un domingo como cualquier otro en Andalgalá, un pequeño pueblo a casi 250 kilómetros de la capital de Catamarca. Ese territorio, otrora habitado por diaguitas y calchaquíes, habíase decidido a transformar la historia y lo haría por la vía de las urnas. Amaneció el domingo cálido, en contraste con aquél ruso invierno que vio tomado su Palacio. Esta vez la revolución sería diferente. Sin fallas, sin muertos, con el consenso de un pueblo. Un pueblo que se encontraba en el café, frente a la plaza, dispuesto a pintar su aldea. Para, recién luego, pintar el mundo de otro color. Verde. Fue una sorpresa para todos. El candidato de una fuerza menor, pero combativa y revolucionaria, ganaba las elecciones: Alejandro Páez. Los líderes nacionales de la fuerza viajaron hasta la humilde Andalgalá. Vieron el cartel de la historia iluminarse por primera vez y hacia allí fueron, victoriosos, a instalar la revolución democrática, limpia y mundial.
Fueron tres días que cambiaron el mundo. Decididos a transformarlo todo, el candidato Páez se acercó ese lunes a la intendencia, a negociar el traspaso ordenado del mando. Entonces el recelo del partido Proyecto Sur comenzaría a desatarse. No se había llegado hasta ahí, hasta esa victoria irrefrenable, para negociar con los poderes concentrados. Con ninguno de ellos. Nada que tenga poder, que transpire poder, que irradie poder, debería acercarse a la pureza revolucionaria. El candidato fue reprendido por primera vez. Fue esa noche, en una cena sin comida en un gran galpón recuperado por una cooperativa. A la que auditaron, primero, para ver si había cometido el ilícito de ganar -Dios me libre- dinero. Donde Claudio fue el encargado de pedir la cena y se vio trunca la ingesta de alimentos: la revolución no encontró ningún pequeño productor de asado de tira. El debate sobre comprar o no unos patys en el supermercado chino se estiró hasta la madrugada. La decisión, si bien no unánime, fue rotunda. Las autoridades nacionales decidieron que aún no está claro el carácter imperial o no de la actual China, y que hasta entonces “se verá”. Lo importante es alejarse del poder, aunque sea preventivamente.
Los siguientes días no fueron menos tortuosos. La intención de Páez de mantener una charla con la Minera Alumbrera fue rápidamente repudiada por las autoridades nacionales de Proyecto Sur. En el plenario, que continuaba en ese galpón recuperado, se decidió que Páez debía expropiar la Minera. Paéz refutó que habría que ver, que quizás cuando asuma, y la respuesta fue rotunda. Sin posibilidad de réplica. Había que expropiar la Minera Alumbrera de manera urgente. Ese día. Páez intentó explicar que aún no era intendente, y fue desoído. Solanas comenzó a descreer de su compromiso con la revolución. Cómo podía ser que alguien dudara tanto de lo que estaba bien. Por eso fue casa por casa, a formar un comando de expropiación. A la hora de la siesta, con una temperatura cercana a los 40°, la moral revolucionaria parecía recaer. El sistema, o el sueldo mínimo de 5 gambas de la minera, o la calor (vaya uno a saber), parecían carcomer, a tan solo dos días, la transformación del mundo. Solanas no se rendiría tan fácil. Era momento de radicalizar el proceso.
El martes a la noche, las huestes de Solanas interrumpieron las transferencia de dinero a los bancos para pagar los sueldos municipales. Aseguraron, las autoridades, que dicho dinero estaba manchado con la corrupción del poder. Algunos de ellos fueron detenidos por las fuerzas policiales, lo que motivó la denuncia de Proyecto Sur y la necesidad de avanzar en un sistema en el cual, en vez de policía, la gente fuera buena y progresista por sí misma, sin necesidad de nadie que vele por sus vidas y propiedad privada. Propiedad privada que no sería abolida, paremos la bocha, pero sí que se reduciría hasta convertir a Andalgalá en un paraíso de pequeños y medianos productores de todo. “Seamos medianos, lo demás no importa nada” fue el grito de guerra que empuñaron quienes eran subidos a los patrulleros. Aquellos que no fueron detenidos, recibieron cascotes y golpizas de los propios y reaccionarios empleados municipales incapaces de acceder a sus viles y materiales sueldos.
El miércoles a la mañana la revolución caminaba rumbo al abismo. Páez decidía abandonar Proyecto Sur. Pero tres días de transformación habían cambiado al mundo para siempre. Ese domingo a la noche, ese lunes y ese martes, un pequeño pueblo de Catamarca le demostraba al mundo que se puede pelear contra todos los intereses concentrados al mismo tiempo, sin ceder, sin ensuciarse la planta de los pies con barro. Se puede pintar la aldea y pintar el mundo, dijeron los andalgaleños, esos tres días. Algunos dirán, con malicia, que tres días son poco. Que no hay ninguna transformación cierta en tres días de pureza, o que esa pureza son también las imposibilidades. Yo les diré que necesitó Cristo apenas tres días nada menos que para resucitar. Yo les diré que fui testigo, en Andalgalá, de la resurrección de un sueño breve. Se podrá decir sobre eso lo que se quiera. Se podrá debatir sobre los alcances de estos fugaces electroshocks revolucionarios. Pero no se podrá decir, jamás, que alguno de ellos ha abandonado sus banderas. La tarea de gobernar, de gestionar y administrar una ciudad, no pueden ser puestas por encima de los ideales. Si los ideales no sirven para la gestión, peor para la gestión. La verdadera transformación estará entonces en fracasar, cada cierto período de tiempo, en la administración de lo público. En acceder a una gobernación cada tanto y elevar tanto el piso de las expectativas que se haga imposible acceder mínimamente a él. Así ninguna transformación material podrá ser realizada. Pero el mundo tendrá pequeños lugares donde darse un baño de pureza. Cada tanto. Unos tres días.
12/3/11
Hay un prensa que muere
Hay un prensa que muere
En Corrientes y 9 de Julio hay un prensa, sentado en una ambulancia, a punto de morir. Junto a él, otros dos prensas fingen una preocupación, mientras fijan un ojo en alguno de los dos teléfonos que acarrean. Empuña, cada uno, un tercer télefono: se han repartido equitativamente uno de los dos teléfonos que hasta hace minutos controlaba el prensa convaleciente. El prensa que está a punto de morir. Al contrario de lo que parece, el segundo teléfono de un prensa, el Laboral (así, con mayúsculas), es una ampliación de su derecho a la intimidad. Esa es, al menos, la idea original: el segundo teléfono permite separar los números y mensajes de la vida privada, de todo aquello que se vincula a su mundo laboral: otros prensas, otros periodistas, otros ministros, otros ceremoniales y protocolos.
El prensa que está por morir mantiene, profesionalmente, el silencio. Ha sido entrenado para cumplir con esa tarea. El médico exige, en una camilla improvisada en los márgenes de ese acto, una tranquilidad para la cual el prensa no ha nacido. El terrible calor lo sacó del partido y siente cómo el peso de la responsabilidad lo estruja contra el suelo. Ante las directivas del doctor, no puede sino pensar en que, en ese instante, el Ministro está solo. Lo comunica a los otros dos prensas que se solidarizaron con él. “El Ministro está solo”. Ambos mueven la cabeza, lo obligan a concentrarse en su salud aunque saben, en el fondo, la terrible angustia del pecado que un prensa jamás debe cometer. Dejar al Ministro solo.
Los prensas, que no son periodistas sino asesores de prensa de los funcionarios, jamás nombran al Ministro por su nombre. Ante terceros, enuncian el cargo: el Ministro. Más relajados, ante sus pares, los otros prensas, vierten la sensación de una cierta lejanía. Los denominan por sus apellidos, a secas. Quitando títulos y honores. Los prensas mantienen, así, una relación profesional. Evitan el nacimiento de vínculos afectivos. Como la relación médico-paciente o la más mística del cura con el confesado, los prensas juran unas lealtades absolutas. Aunque no sean, luego, sujetos de la mesa chica del funcionario. El prensa que está a punto de morir es la agenda del Ministro. Y es los momentos de mayor intimidad. El prensa es las decisiones trascedentales y las más pequeñas. Su poder, escaso, es la cotidianeidad. La palabra justa, el momento adecuado.
El prensa y el Ministro desarrollan un lenguaje de señas. Es una práctica común en esta clase de relaciones. Pueden comunicarse sin hablar, mirándose, como una pareja de millones de años que, con sólo mirar la hornalla, manifiestan su intención de preparar mate. No es un lenguaje casual. Más: no es un lenguaje, en verdad, que haya nacido fruto de la casualidad, sino una consecuencia lógica de la esencia del oficio. El prensa habita el mundo de las sombras. La trastienda de lo real. Es, más que un titiritero, un escenógrafo. Vive para hacer creer que no vive. Su tarea es que los sucesos que rodean al Ministro parezcan haber ocurrido por voluntad del mismo. Que esa botella de agua esté ahí, que ese periodista consiga o no alguna nota, que los eventos a los que el Ministro asiste figuren en los diarios de mayor tirada del país. El prensa es la pata operativa de la omnipotencia artificial que debe acompañar al funcionario estatal. Evitándole contactos intrascendentes, como el check-in en un aeropuerto, el prensa es el aceite que lubrica un engranaje que vuelve superior al Ministro. Que lo pone en el lugar legítimo que debe tener, allí en lo alto de la jerarquía vertical del Estado moderno. El prensa es el andamio que las cámaras ignoran, concentradas en el escenario. Desde ese parque de las sombras, el prensa desarrolla una economía austera de las palabras, que reemplaza con ademanes y gestos. El prensa toca su muñeca, corporiza un reloj inexistente, cuando quiere anunciarle al Ministro que se avecina otra reunión. El Ministro levanta las cejas cuando quiere preguntar si aquél tema, el principal, está resuelto. Entonces el prensa baja levemente sus ojos para tranquilizarlo, o finge un breve gesto de preocupación si el Ministro debe abandonar lo que sea que esté haciendo para ocuparse de aquello. El prensa aprende, con el paso del tiempo, a evitar levantar la voz. Son los prensas, por obligación, ventrílocuos conceptuales.
El prensa que está a punto de morir le exige al médico que lo exima de algunos análisis. Que los hará en otro momento. Repasa su agenda, que es la del Ministro, y sabe que miente. La tarea del prensa es tan agotadora como ineficaz. No por él a quien debemos considerar, dentro de los parámetros, un buen prensa. Pero la tarea del prensa es ontológicamente ineficaz. Es una tarea imposible. Y lo es en tanto y en cuanto todo funcionario público desconoce y por ende subestima los engranajes del mundo de la prensa. El Ministro siempre supone que se pudo haber hecho un poquito más. Si su presencia se refleja en todos los grandes medios, siente que el prensa ha descuidado a los más pequeños. Si es al revés, el Ministro refunfuña contra la falta de visibilidad. Ocurre entonces que la tarea del prensa es al mismo tiempo tan necesaria como inútil. Como un castigo divino de algún Dios cruel y futbolero, el prensa ha sido condenado a vivir en la tragedia de un arquero cotidiano. Su tarea exige esfuerzo monumentales, responsabilidades totales, morder el pasto y poner en juego hasta su integridad física. Todo por un reconocimiento que no llega nunca. Todo puesto en suerte todos los días, todo el tiempo, a toda hora. Cualquier error vuelve el reloj a cero. El prensa hace borrón y cuenta nueva cada veinte minutos. Sus victorias no son acumulables. Le permiten, apenas, surfear una coyuntura extremadamente mínima. No hay en su labor noción de futuro ni de pasado. Es una tarea pura y exclusivamente del aquí. Del ahora.
En el presente la perspectiva de la muerte no existe. Para el prensa la idea de la muerte no es un tema que exija ningún tipo de reflexión. Mucho menos cuando una tragedia más actual, más certera, le invade todos los pensamientos. El Ministro sigue solo. Desde lejos, visualiza que el acto continúa, y eso es una buena noticia. La ventaja del palco que lo contiene de los periodistas. Hasta allí no podrán llegar, jamás, las fieras. El prensa vuelve a pedirle al médico que lo libere. Sabe que algunos minutos lo separan del fin de su carrera. No recuerda historias de prensas que hayan abandonado su tarea en medio de un acto. No despegarse del Ministro nunca. Lo aprendió en su primer día de trabajo, cuando otros prensas se rieron de él. Ese día que se sentó, en la mesa de los prensas, de espaldas a su propio Ministro. Los demás rieron, notaron rápidamente su condición de novato y le explicaron. Que el contacto visual no se pierde jamás. Como un francotirador con su víctima. El prensa debe vivir en términos relativos hasta para comer. Siempre en la silla opuesta a la ubicación geográfica de su Ministro. Donde continuará el lenguaje de señas desde distancias más largas.
Sin asumir que está a punto de morir, quizás todavía no lo sabe (y la negación entonces es ignorancia), el prensa repasa brevemente su vida. Sus imágenes son oscuras. Ha habitado, por siempre, las sombras. Escucha negociaciones telefónicas. Recuerda el día que logró levantar de un diario aquella nota funesta a cambio de una decisión que él jamás debió haber tomado. Quiso la fortuna que esa decisión haya coincidido con los deseos del Ministro. Recuerda improvisaciones de último momento, conversaciones superficiales con el Ministro, decisiones trascendentales, suspensiones urgentes. Sus primeros días, los errores de novato, los almuerzos con otros prensas. Pero un prensa no recuerda como recuerda un héroe de película a punto de morir. No lo emociona, ni una lágrima, su vida pasada. Todos esos recuerdos compilados imaginariamente no sirven sino para aumentar el peso de la tragedia que está a punto de ocurrir. Recuerdos que atosigan un presente, más que significarlo. Todo aquello que pudo haber sido bueno, o regular e incluso malo, será destruído cuando, en los próximos minutos, el Ministro baje del palco y no vea a su prensa. Y el caos se adueñe de la situación. Los periodistas lo rodearán y él contestará preguntas que no debía. Se resignará a la mundana tarea de buscar a su prensa con la mirada, y no lo encontrará. El Ministro demostrará su lado más humano y débil. Y eso será una tragedia.
Esas fieras le nombrarán sucesos que han acontecido durante las dos últimas horas, y el Ministro no sabrá que responder. Porque el prensa que está a punto de morir, lleva en su mano izquierda una carpeta azul con dos hojas. El clipping, como le llaman. Las últimas noticias que el Ministro repasará mientras el prensa se las cuenta, antes de abordar a los periodistas. Nada de eso está a punto de ocurrir. Por el contrario, los micrófonos lo atosigarán y se confundirá. Desmentirá tal vez a compañeros de su propio gobierno. La responsabilidad del prensa en su decadencia será atroz. Un prensa no garantiza ningún éxito. Pero sí, puede evitar grandes sucesos trágicos como el que está por ocurrir. Como un dique ambulatorio, una represa que sigue a su río a todas partes. Su inexistencia provocará el desborde. Es a todo lo que aspira un prensa.
Como este prensa, que está a punto de morir en una ambulancia estacionada. Donde un médico toma nota de la situación y le advierte que deben partir de manera urgente. El prensa asegura que se encuentra bien, y que debe volver. Alcanzarle el clipping. Ve un tumulto cerca del palco, y la angustia termina de cerrarle la garganta. Ahora el prensa hace un esfuerzo inútil por levantarse y correr hacia el palco. Y cae a los dos pasos. Levanta la mirada y se dirige hacia el único prensa que quedó a su lado. El otro debió ir a buscar a su Secretario, que ya bajó del palco. Le pide al prensa restante que le alcance al Ministro ese clipping. Que le explique algo, una cosa que el otro prensa no alcanza a comprender. Con el último suspiro, se debate entre enfatizar esa demanda o pensar que el otro prensa jamás abandonará su propio funcionario para asistirlo a él. Por más muerte que se disponga a encarar, sabe que no es extorsión emotiva suficiente para exigirle que abandone su tarea esencial. En el fondo, descubre que la tarea del prensa es individual. Que ese corporativismo que se refleja en almuerzos de prensas, donde cada uno se sienta de forma tal de poder observar a su Ministro, en realidad es falso y sucumbe ante la potencia de sus labores individuales.
El prensa a punto de morir estira su mano y pone en el otro el clipping de prensa. Logra arrastrarse contra la rueda de la ambulancia, hasta poder observar que su prensa amigo tomó la dirección contrario, incumpliendo con lo que el moribundo prensa le había solicitado. Entonces por primera vez en toda la tarde sonrió.
2/3/11
Acerca del ultrakirchnerismo
Son, los Dentistas, odiados por el común de la gente. Hay tres cosas que nos dan pánico del dentista. Comparto con Borges, en primer lugar, un profundo temor, un respeto humillante por el dolor físico. Me parece lo más terrible que le puede pasar a una persona, y quienes dicen que lo último que debe perderse es la dignidad, nunca se dieron de noche el dedito chiquito del pie contra la punta de la mesa, ni tuvieron otitis. Lo último que se pierde son los resguardos contra el dolor físico. No quiero generalizarlo, quizás se trata de una simple cobardía individual, pero temo que es una cuestión instintiva. Yo, compañeros, estoy dispuesto a perder todas y cada una de mis dignidades por miedo al dolor físico.
Hay un segundo temor que forma parte del primero, y tal vez es lo único que supera el pánico al dolor físico: el momento previo a ese dolor. La angustia que provoca la certeza de que en pocos minutos uno va a padecer una situación dolorosa. Dentistas sádicos tienen la morbosa delicadeza no sólo de torturarnos, sino de multiplicar la tortura, avisándonos. El infierno, intuyo, debe ser así: una amenaza eterna. Una suspensión ininterrumpida de avisos de dolor. Debe entrar un vago, cada quince minutos, a decirte que en quince minutos te van a torturar. Y así, cada quince minutos, por el resto de los tiempos.
El tercer miedo al dentista es más terrenal, menos terrorífico. Es el miedo a tener que confesar nuestra desidia en términos de cuidado dental. La vida moderna es así, y sólo los musulmanes logran mantener una rutina que exige cuatro momentos del día. A cambio, los musulmanes reciben el Paraíso; el Dentista, por cierto, nos exige dedicarles a ellos cuatro momentos de nuestras vidas a cambio de no morir de sufrimiento. Es demasiado poco. Los Dentistas lo saben, y nos atormentan con ello, con nuestra debilidad. El momento de esa confesión es trágico e inevitable. Si fuéramos valientes, nos atreveríamos a confesarles, dentistas, la verdad.
Les diríamos lo siguiente. Les diríamos, Dentistas, que al contrario de lo que piensan ustedes, para el resto de la población los dientes son un hecho concreto dado y no una responsabilidad. No queremos saber de causas ni de consecuencias: están ahí, los cepillamos tantas veces como podemos y nos acordamos. Nos gusta el altruismo del diente, y la mejor dentadura es, como el referí, aquél que no da señales de existencia y cumple su función. Sabemos que es injusto, pero es así, y en estos años hemos mejorado. No llevamos con nosotros el cepillo a todas partes. Está en casa, lo vemos de noche y a la mañana, y aunque pudiéramos, no lo llevaríamos todos lados. Es incómodo. En el fondo, es obvio que tienen algo de razón. En términos de costo-beneficio, si nos cepilláramos siempre, nos evitaríamos algunos disgustos. Pero a veces tenemos ganas de quedarnos dormidos. A veces tenemos que trabajar, y no encontramos un lavatorio donde desplegar el arsenal de objetos necesarios para efectuar esa limpieza que nos exigen.
Son muchos. Son muchos los que les encantaría poder hacer más por sus dientes, y les da hasta ahí. Aplaudan eso, feliciten más, dentistas. No les vamos a pedir que abandonen la tarea de concientizar. Solamente les pedimos que dejen de creer que la población está compuesta por dentistas: están, ahí afuera, los pacientes. Tipos que los alimentan, además, a ustedes. Si no fuera por nuestra desidia, a veces nuestro desinterés culposo, ustedes no tendrían la elogiosa tarea de conducir esta parte específica de nuestras vidas. Compañeros dentistas, les estamos diciendo eso: hay muchos, muchísimos, para los cuales los dientes son, apenas, una parte de sus vidas. Que a veces cobra importancia, y otras veces se pospone. A veces tenemos ganas de continuar la sobre mesa. Algunas veces, incluso, por qué no decirlo, nos agarra una fervorosa disciplina dental, y mantenemos unos meses los dientes más blancos que cualquier publicidad. Pero otras veces nos volvemos a olvidar el cepillo en casa. Sabemos que está un poco mal. Sepan ustedes que nunca, nunca, vamos a vivir en una sociedad de obsesivos de la limpieza dental. Por eso, no paren de laburar ni de cumplir su tarea nunca.
Pero no nos humillen por no ser como ustedes, porque nosotros también queremos hablar con los pacientes. Entiéndannos, porque estamos todos juntos en esto.
No sean más dentistas que el Papa.
1/3/11
Los títulos de mañana
Después de escuchar el discurso, accedimos a los posibles titulares de mañana:
- El país decrece un 89,9%
Lo afirmó Cristina, en su discurso de apertura de sesiones, al sostener que el país crece al 9,1%
- Cristina accede a un pedido de Gadafi
La primera mandataria pidió al Congreso que se trate una ley antilavado que exige el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI). El error en el título es culpa del mismo que puso “Fueza”.
- El Gobierno le retacea el 91% del PBI a las provincias
Lo confesó Cristina, al afirmar que se produjo la transferencia del 9% del PBI a las provincias.
- Cristina defiende las muertes por choques de conductores que hablan por celular
Así lo expresó la primera mandataria, al festejar el incremento en la fabricación de celulares, lavarropas y LCD´s.
- CFK: “avanzamos ciega y tercamente”
Así lo manifestó la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, al referirse al modo en que su Gobierno insistió en el modelo de acumulación.
- El 93,53% se gasta en cosas que no educan a nuestros niños
Cristina Kirchner confesó ante los legisladores, que se asigna el 6,47% del PBI a la educación.
- Cristina Kirchner buscó diferenciarse del resto de América Latina
Así lo manifestó la Presidenta al afirmar que el país cuenta con el régimen de cobertura social más importante de Latinoamérica.
- El Gobierno fomenta la procreación descontrolada y el sexo desenfrenado
La Jefa de Estado anunció que se extenderá la Asignación Universal por Hijo, incitando a las mujeres a encararse chabones para vivir embarazadas.
- Avanza el Gobierno sobre la cabeza de la oposición
Cristina Kirchner confirmó las sospechas y llamó a “no hacerse los rulos”.
- Llamó Cristina a asaltar campos y robar los bebés de los productores agropecuarios
Lo hizo al pronunciar la frase “cuando la dirigencia no hace las cosas, finalmente la gente lo hace”, luego de mencionar la necesidad de tratar la ley de propiedad de la tierra y la ley de adopción.
El que adivina cuál sale mañana, se gana una cena con Diana Conti.
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