En todos los otros planos de la vida, estoy a favor de la tecnología. En todos los otros planos de la vida, soy mucho -muchísimo- menos respetuoso de las tradiciones, de la pureza, del encanto romántico de lo artesanal. Casi que detesto a veces esa cosa de reivindicar lo viejo porque es viejo, lo trabajoso como si tardar más fuera un mérito . A mí la eficiencia no me jode: hasta, en un punto, me parece épica. Pero acá...
Acá pierde el fútbol. Pierde belleza el fútbol profesional, pierden los que patean tan bien los tiro libres que usan la misma carrera para seguir directo hasta el córner a festejar el gol (corten ustedes para mirar un VHS, positivistas, ese enlace mágicamente planificado); pierden las definiciones por penales que van a durar treinta minutos (los arqueros se adelantan en todos los penales, sin excepción); se pierde la magia del gol agónico a los 93 minutos, se van a ganar finales...van a ganar finales 11 tipos parados frente a una pantalla o, peor, parados frente a un ñato con un auricular en la oreja, esperando a que les digan si les toca la gloria o si les toca Devoto. No quiero un video de El Gráfico cuya imagen final tenga algo que ver con el referí (¿vieron lo feo que es el último punto de Vilas cuando gana Roland Garros, ese microsegundo innecesario en que espera que el referí dé buena?). ¿Quieren proteger al árbitro? Basta, hermano, no podemos proteger a todas las minorías del planeta: yo no te obligué a elegir ser árbitro. El tipo que quiere ser árbitro, tendrá sus razones patológicas para elegirlo, pero en ningún momento se le promete un mundo diferente al que vive: se lo putea desde que dirige el baby hasta que llega a primera, sin distinción.
De todas maneras, no pierde tanto el profesionalismo. El que pierde es el fútbol como cosmovisión del mundo. Y pierde el fútbol porque pierde más el amateur, el picado. ¿Sabés qué hace al fútbol el mejor deporte que inventó la Humanidad? La simpleza, la escasez de requerimientos y condiciones para jugarlo: la cercanía entre lo profesional y lo amateur. Se puede jugar al fútbol en la calle, en una plaza, en una cancha de fútbol 5 y hasta en una habitación cuando uno es más o menos pequeño. Y todo eso, a su manera, es fútbol. Y se puede jugar con botines, con las topper de lona, con ese despropósito llamado "zapatilla de básquet" y se puede jugar en patas. Y todo eso sigue siendo fútbol. Entre el fútbol profesional y el picado de la plaza no hay demasiada diferencia, más que algunas condiciones de territorio y ciertos esquemas de vestimenta. Agregale la tecnología al fútbol profesional y entonces la brecha se acrecienta, y el juego se transforma, y repetirlo es más caro, y más complejo. Y un juego impermeable a ser reproducido es un juego menos popular. El fútbol tiene algo maravilloso: si existiese la posibilidad de formar una Selección de fútbol del Argentino Promedio, y se disputara un encuentro contra la Selección profesional, el partido saldría 7 u 8 a 0. Una goleada, pero no más que eso, posiblemente fruto de las condiciones atléticas del profesional. En cuestiones técnicas, sin embargo, la brecha no sería sideral. En cambio, poné un Argentino Promedio contra el número 300 (no con el 1°, con el 300 o peor) del mundo al tenis: firmo acá que no toca la pelotita en todo el partido.
El fútbol para Argentina es un instinto. Lo demuestra el tipo que pasa cerca de un picado y ve que la pelota viene para su lado y corre para atraparla antes que llegue a la calle. Corre. Si ve un cochecito con un bebé rumbo al medio de la 9 de Julio, lo piensa. Si ve la pelota, corre: no es una actitud moral, es instintiva. Y la devuelve con el pie. Un argentino se siente un boludo con la pelota en la mano. El fútbol -podría haber dicho Borges en vez de esa gansada de la pelota per cápita- es una forma de la intuición, y tal vez la mejor.
Esta nota (de dos politólogos de la Universidad de Michigan...háganme la caridad) dice que el fútbol se quedó en el siglo XIX. Nosotros no sólo estamos de acuerdo con eso, sino que asumimos esa identidad y la resignificamos: si ustedes -los tecnologicistas- son lo nuevo que quiere nacer, la revolución tecnológica, el empuje irreverente de las fuerzas productivas, nosotros desde acá estamos con la conservación de las relaciones sociales de producción del fútbol. Nos gusta así como está, este fútbol medio anacrónico, feudal, que nos empuja a la heroica tarea de parafrasear a Carrió: no vamos a dudar en defender a la runfla de la FIFA si es para preservar la simpleza del fútbol. En esa lucha reivindicamos la resistencia feudal contra el progreso: somos luditas. Aprenderemos a patear de puntín en el lugar que destruya ese chip invasor que atormenta la pureza de la número 5 ; si hace falta pegaremos codazos sin intención a las orejas de los referís y ensordeceremos las órdenes botonas de ese super-comisario panóptico que quieren poner. Vamos a sabotear todo intento de tecnologizar el fútbol, nos convertiremos en terroristas de luces de estadio hasta que tengan que poner los partidos de día y sin tecnología, y llevaremos la guerra de guerrillas ludita hasta la casa del segundo referí que intentan agregar en la cancha.
Somos luditas porque en el fútbol somos, señores,...con-ser-va-do-res. No creemos como ustedes, materialistas ortodoxos, que todo desarrollo de las fuerzas productivas, en tanto que fuerza productiva, necesariamente deba modificar la forma de organización humana, aunque reivindiquemos su carácter dinámico (de hecho, es su carácter dinámico, contingente, lo que explica que no siempre un desarrollo productivo implique una modificación en las relaciones de producción). (Nota al pie: ahora sí es histórica la discusión: ustedes, materialistas, bancaron al capitalismo para que suplante al feudalismo porque el próximo paso era la sociedad comunista (ustedes, materialistas, llamaron al Lobo para que saque a la Chiva: ahora no tienen ni el palo, ni el fuego, ni nada que pueda sacar al Lobo, y se enojan con el Lobo en vez de con ustedes). Las relaciones sociales de producción no son boludas, no se dejan garchar por la primera fuerza productiva que le toca timbre y le trae flores: la victoria del capitalismo no es un fenómeno monocausal, puramente económico. La creación capitalista de su base social no se da por generación espontánea, es una tarea política: el feudalismo perdió porque no ofreció horizontes que es, más o menos, hacer política. Espero que Gramsci se los haya dejado claro). Nuestra lucha concreta es por defender estas relaciones de producción del fútbol frente al avance de una fuerza productiva: no negamos que otros cambios puedan hacerle bien. Porque nuestra lucha más amplia e ideológica es por la contingencia de esa interrelación.
Ustedes, compañeros ludditas, ¿se suman?
Estoy mal de la cabeza. Terminen el Mundial, por favor.