Es raro encontrarse cara a cara con un estereotipo: un chino tintorero, un italiano mafioso, un japonés turista. Pero me pasó, hace tan poco, en Buenos Aires. Subo al taxi y ahí se encontraba: el famoso taxista porteño facho.
Porque yo, soy apolítico. Dijo, como para comenzar. Todavía me caía bien.
Dos cuadras después. Somos todos esclavos: vos, yo, tu familia. Esclavos de las doscientas familias más ricas de la Argentina. Era un sueño: un taxista que hablaba de la esclavitud, de la concentración de riqueza en la Argentina.
¿Y querés que te de nombres? No quería. Pero me los dio: Martinez de Hoz, Garciarena, Perez Companc. Creo que ya te dije bastantes, ¿no?. Macri, le agrego. Macri, me contesta, cómo ese hijo de puta puede ser diputado. Y, ahora sí, me parece que este puede ser el mejor viaje en taxi de mi vida. Y encima lo van a votar para presidente le digo. Y el viejo empieza a patinar:
- ¿Pero sabés quién lo va a votar?
- No sé, siempre hay alguno
- Los negros – me dice, y empieza-. Yo no discrimino ni por color ni por religión: discrimino por cerebro. Acá el 60, 70 por ciento de la gente es negra de cerebro, de alma.
Yo, soy apolítico. Dice, cada dos o tres frases. Como si lo anterior no fuera parte de una ideología. Yo, dice, no creo en los partidos políticos, y le contesto que si no le parece que se puede hacer política más allá de los partidos. No me responde. Los tacheros son los mejores inventores de excusas para hablar de lo que ellos quieren, y callar aquello de lo que no.
¿Sabés cuál fue el mejor presidente que tuvo la Argentina?. Fue militar, me ayuda a adivinar. Y me imagino a Perón. Y me dice que Onganía. Y se viene el discurso trillado de la derecha, casi una caricatura: no había la delincuencia que hay hoy, la falta de respeto que hay hoy, y la seguridad. Todos los demás presidentes fueron una mierda: pero con Onganía... Odio cuando me pregunta qué me parece a mí. Las primeras veces no le respondo, a la tercera vez le digo que Onganía hizo mierda la educación universitaria pública. Se queda callado, unas tres cuadras.
¿Sabés quién fue la única persona que quiso pelear contra las doscientas familias más ricas? Eva Duarte de Perón. Porque yo la viví, me dice, y es cierto –debe tener unos setenta años. Yo le digo que en algún punto estamos de acuerdo, y él me dice que no, que no podemos estar de acuerdo, y a mi casi que ya no me importa. Y dice que a mi no vienen a contármela. Cuando vos lees un libro, por detrás hay intereses de los partidos políticos, siempre cuentan una cosa y se callan otra. ¿A vos te enseñan estas cosas en la facultad?, me pregunta, y le digo que sí. Y me dice si me las enseñan así como me las dice él. Y le digo que no, y me gustaría decirle que en la facultad las cosas intentan discutirse, y que sentado en un auto todo es mucho más fácil. Pero no le digo y él me dice que ah viste, creyendo que ganó una discusión que yo no estaba peleando.
Estamos llegando y sigue hablando de la Revolución del ´55. Y de cómo no todo fue tan malo como dicen, él, el que venía hablando de Evita. Y que me va a contar unas cosas del Proceso. Y me asusta pensar las cosas que este tipo pueda llegar a pensar. Por suerte llegamos.
Vos tenés mala suerte. Justo te tocó un tipo que sabe mucho. Dice mi estereotipo, antes de devolverme el cambio.