1/4/09

Que no laven a Alfonsín


Como no sé bien qué escribir, como creo que hay algo para decir, mejor que otros digan lo que yo tendría ganas de.

Wainfeld.

"La vocación política signó su existencia. Atravesó con entereza su enfermedad y murió en la casa donde siempre vivió. Por si es menester subrayarlo: todas estas referencias son elogios en la escala de valores del cronista. Los políticos democráticos de raza, aun aquellos con los que se disiente o se embronca, le caen mejor que la nueva cosecha de deportistas (fogueados en deportes individuales), empresarios ricos, hijos de empresarios ricos o gentes de la farándula que surfean en la antipolítica en pos de votos, a veces con buena fortuna."

Mendieta.

"A mí Alfonsín me gustaba porque era un animal político. Porque educaba, comía y sanaba política. Rosca. Comité. Asados con vino. Militancia. Punteros. Amigos que eran amigos porque compartían la política. Amigos que eran amigos sin importar de qué partido eran (claro, si era radical mejor, pero…), pero que –y de eso no tengo dudas- no hubieran durado un segundo a su lado si no aceptaban que la política era la más noble, putamente noble, de las actividades que un tipo puede llevar adelante."

Ahora yo.

Qué se yo si era el padre de la democracia. Algunos días miro primero los Juicios a las Juntas, y digo: puta, si yo hubiese estado ahí hubiera sido un alfonsinista enfermo nada más que por eso. Y después miro todo lo que no, los límites, el posibilismo conserva, la decepción, el fracaso. Y al otro día pienso en la correlación de fuerzas, y pienso en lo que cuesta todavía y en lo que debió haber costado en ese momento.

Y, entonces, como no sé hacer un balance, como no sé si quiero, debo, es necesario, hacerlo, mejor digo esto: ante la horrenda lavada de republicanismo que se viene en los próximos días, yo me quedo con el gran operador que fue Alfonsín. Que alguna vez operó para el otro lado, y otras veces para este. Me quedo con el tipo que manejaba la rosca, que movía piezas todo el tiempo y que vivía por y para eso. Con el último de los radicales que entendió que la política es la suma de todas las partes y que eso no es joda: que es lo total y que exige ser algo más que un tecnócrata (exige, en principio, no ser un tecnócrata). Con el último de los grandes oradores de balcón.

Si le pegan una lavada a la figura de Alfonsín entonces estamos enterrando algo más que un ex-presidente y un luchador de los Derechos Humanos. Estamos enterrando el sentido de la política en sí. Todo lo demás es contingente. Que Alfonsín no se vuelva el paladín del Consenso. Que se vuelva el ejemplo para la militancia de todos los colores; que sea, siempre, la afirmación de la política ante los embates de la anti.