13/12/07

Gambeteando molinos

Quizás es la edad –y me asusta que sea así. Tal vez el monstruo de la Madurez tenga sus ventajas. Hace tiempo, me he dado cuenta, esquivo discusiones. He desarrollado una técnica, intransferible, para dejar de discutir sobre casi todas las cosas: en la mesa, en el bar, aquí mismo, en este mundo paralelo que se torna tan igual a aquél otro. Discutir ha dejado de ser un placer adolescente y ha devenido en una carga espantosa. Ya no soporto dar mi opinión sobre casi nada: considero que no tiene validez lo que tenga para decir, que para cualquier tema hay alguien mejor preparado que yo para decir algo muchísimo más inteligente. Incluso discusiones sobre fútbol, o chiquitajes, hasta chusmerío infantil que a cualquiera siempre lo tienta, ha dejado de hacer efecto sobre mí: y eso ya no es Madurez, sino desgano. He rogado a gritos no saber más, he ignorado introducciones a una confesión sólo para no escucharla, he caído en la certeza de que la ignorancia no genera compromisos. Hundido en el mar del relativismo, he dejado pasar ante mí aseveraciones otrora fácilmente refutables. Ya ni siquiera insulto a la televisión.

Y no es que no tenga opiniones, porque las tengo –erradas, inútiles y sin importancia. Lo que ocurre es que no encuentro la motivación para darlas a conocer. Solamente opino cuando hay que fastidiar. No me jacto de “llevar la contra”, porque me parece una actitud imbécil opinar lo contrario sólo porque la rebeldía cae mejor que el conformismo: la rebeldía puede ser, y tantas veces lo es, igual de estúpida cuando carece de fundamentos. Pero en la discusión banal y sin sentido, opino a favor de Bielsa y de la clase política. Y, por lo menos, el tiempo pasa mucho más rápido.

(Digo, para aclarar: no vale tomar este argumento, llevarlo al extremo y acusarme de macrista. Considero que la política debe estar fundada en la discusión, pero de otra clase. Aquí hablo de otro tipo de debate, menos importante pero más constante y cotidiano, un debate menos profesional pero más agotador e infecundo).

La última discusión en la que sentí placer versaba sobre la posibilidad, las causas y las consecuencias de llenar una pileta con gelatina. ¿Acaso moriría un sujeto arrojado allí dentro?, ¿cuántas cajas del producto en cuestión serían necesarias?, y la pregunta, fascinante, que provocó sobre mi espíritu indiferente una sensación de fascinación: ¿cuánta gelatina habrá, hoy, en el mundo?

El Quijote me parece una obra maestra. Y el personaje me encanta. Un señor que se llamaba Ricoeur, y al que nunca entendí demasiado, hablaba sobre la importancia de la lectura de novelas en términos de juzgar nuestros propios valores en referencia a los personajes (o algo así). A mí la lucha del Quijote contra los molinos de viento siempre me había resultado una metáfora fascinante de lo que yo quería ser: el valor, positivo en aquella época en que leía El Quijote, de la testarudez. Chocar cincuenta veces contra una pared me parecía un gran mérito, si la pared debía ser tirada. Hoy, tal vez, encuentre la virtud en aquellos que gambetean el molino y siguen su camino con la cabeza sin abolladuras, mirando el molino que dejaron como una enseñanza, como un símbolo de las discusiones que sí valen la pena enfrentar. Muchas de las cosas que estoy dejando pasar, molinos inquebrantables que no pretenden ser derribados, están enseñándome a discriminar las discusiones y no caer en la tentación sofista de la discusión por la discusión misma.



5 comentarios:

Anónimo dijo...

me recuerda a un señor obeso y feo que gambetea las molinos pero no de las discusiones sino mas bien a los ataques hacia su persona, desviando la combersación para otro lado
la historia del sujeto ya la conoces.

Anónimo dijo...

solo quería corregir mi error de "combersación" a "conversación"

(que burro)

Pegame y decime Sheena dijo...

Che me estoy dando cuenta que desde que me llevo con vos no hemos tenido un debate (vale aclarar que no hace mucho que te trato). Eso no es justo, ahora voy a debatir con vos de la sopa, en vez de quejarnos de la fuck. Grossa mención de Ricoeur, debe leer más a Habermas usted. Pronto te voy a discutir en nuestro pago.
Saludos
Max

Anónimo dijo...

"...técnica intransferible...", eso me deja como hambreado en la vidriera de un restorán. Las discusiones me tienen tan harto que si no fuera porque nuestro muy reverendo sistema legal dice que no vale que dos tipos se casen, te propondría matrimonio.

martín

Unknown dijo...

Bueno bueno, tranquilidad.
Lo siento chiquito, llegaste tarde.. Este chico ya tiene dueña y no anónima...
Saludos y suerte en la próxima.