Continuación onírica de una sensación persecutoria respecto de las fuerzas de seguridad.
- Debe ser que a mí me afloran los sentimientos patrios, será el amor a mi tierra por mis raíces campesinas -decía el militar que era uno, pero cuyo rostro iba cambiando a lo largo del sueño.
- Bueno, lo felicito, pero a mí no me interesa ir.
- Pero usted debería ir, sabe, se lo estoy pidiendo bien -insistía el militar, que ahora ya me tomaba del brazo. Caminábamos por una especie de parque, donde cada tanto me preguntaba por alguno de mis conocidos.
- Y aquél, ¿a qué se dedica?
Parecía como que debía esforzarme por no decir nada concreto sobre nadie. Cada diez pasos cruzábamos un patrullero, las sirenas casi no dejaban escuchar las acotaciones nacionalistas del militar, y me daban tiempo a pensar.
- Estudia, trabaja, está haciendo deportes, ¿no lo ve que hace deportes? -le aportaba, mientras el militar anotaba casi todo.
- Ese tipo de personas nos hace quedar mal -agregaba, vaya a saber con qué fundamentos, vaya a saber ante quién nos hacía quedar mal.
- Esas personas nos hacen quedar mucho mejor de lo que nos hacen quedar ustedes -le grité, cuando un grupo de gente empezó a acercarse. El militar intentaba calmarme, de una forma no demasiado ortodoxa, amenazándome con la cara.
- Baje el tono que hay demasiada gente -decía, mientras con la mirada llamaba a otros dos.
- Se están cagando en todas las libertades, loco, empecemos a darnos cuenta -continué gritando, mientras más gente, ahora conocidos, se iban acercando-.
- Por favor, este jóven está desvariando -afirmó el militar, esgrimiendo una sonrisa afable-. Solamente se le pidió que se acercara hacia donde están todos, al pueblo.
- No quiero, no pueden obligarme a ir al Corso, no me interesa su Corso*, estoy harto del Corso.
- Es cierto, a mí ayer me pidieron documentos solamente porque no quise ir al Corso -agregó alguien que parecía estar de mi lado, y ahora la muchedumbre entendía nuestras razones.
El militar comenzaba una retirada antes de ver llegar a los otros dos que él mismo había llamado. Eran viejos, demasiado viejos para ser soldados, y sin embargo llevaban la ropa de combate.
- Se están cagando en la libertad, se están cagando en nosotros, pero se les va a terminar...-se estaba diciendo en esta reunión improvisada, cuando advertimos la presencia de los dos, y como un acuerdo tácito decidimos callarnos. Ambos se acercaron a hablar con el militar que estaba de civil, al tiempo que la gente se impacientaba.
- No se puede opinar, nadie puede hablar libremente en esta ciudad. El chico no quería ir al Corso, nada más -decía una señora con voz angustiosa que se perdía mientras se alejaba por temor.
- Yo no digo que no exista el Corso, pero que además haya otras cosas, que no sea lo único, que no nos obliguen a verlos pasearse, autofestejarse -enfatizaba uno que estaba al lado mío (el que hacía rato estaba haciendo deportes, el que para el militar nos hacía quedar mal).
Mientras tanto, el militar nos señalaba con los ojos, y los dos soldados viejos se acercaban. Con el dedo índice casi sobre mi pecho, el militar más viejo dijo mi nombre en voz alta como forma de pregunta, y me estremecí de pies a cabeza. A mi lado, mi compañero sufría lo mismo.
- Nos matan, boludo, nos matan.
- No, estos hijos de puta nos van a torturar.
- Matame -me pidió mi compañero.
*En mi Ciudad se está realizando el Corso en estos momentos, y puede ocurrir que eso haya influído en mi salud mental y psíquica.
Primavera 2024 (88)
Hace 15 horas.
7 comentarios:
Entonces vos qué hacías en el corso el Sábado???
jajajaj, como te quemaron.
Es que me gusta mucho bailar...qué va a ser...
"...decía el militar que era uno, pero cuyo rostro iba cambiando a lo largo del sueño."
¿Alguien entendió que yo soñé eso que escribí?
Y sí, borré un comentario porque no da poner nombres y apellidos, para chimentos armamos otra página y nos morimos de la risa.
que boton borra mensajes
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