"Las consignas de La Cámpora - que tiene la delicadeza de no ser agrupación, organización, cofradía, sección, sctor, secta, sólo La - aparecen en su página web, proferidas con ese tono de vocales cerradas y consonantes perdidas, afinación ausente, que suele reconocer como bel canto barra. Sus palabras son, por lo menos, dispersas: "Vayas donde vayas voy a ir,/ vos sos la razón de mi existir./ Te llevamos en el corazón,/ yo soy de Eva Duarte y Juan Perón./ Yo soy así, Perón yo soy (sic)/ de la cabeza siempre voy,/ ya van a ver, vamo´ a volver/ es la gloriosa JP", dice una, sin que quede claro a quién le habla (... mías, cita otras canciones acá).
Pero ninguna de ellas se compara con el último hit, plaga de futboleros, ésa que cantan en cada entretiempo del campeonato Néstor Kirchner varias docenas de adherentes. De ese monótono requiem llamado "Nunca menos" pocos más que los muy adheridos recuerdan la letra abolerada, pero el título se ha impuesto, se ha usado en convocatorias varias, ha pegado. Y es curiosos: la idea de nunca menos se propondría como una superación del nunca más pero, fuera de ese contexto estrecho, suena como un grito de guerra resignado: no es vamos por todo, siempre más, hasta la victoria u otras monsergas habituales para decir que su pelea continúa imparable. Es lo contrario, el grito del aguante: defendamos este poco, agarremo lo que hay, que no haya menos. Es la digna elegía de una organización llamada Frente para la Victoria. Es la épica posibilista en todo su esplendor, la canción que le correspondía.
Que aparece tan clara en el
artículo de un muchacho que se llama a sí mismo Tomás, se define como muy kirchnerista y escribe notas en un blog bastante debatido que se llama Artepolítica:
"La historia no se repite un carajo. Cada generación va haciendo lo que puede con lo que le toca. A nosotros nos toca esto y, le digo más: que está buenisima la época que nos toca, porque nos va a formar mejor, para ampliar más derechos, para institucionalizarlos, para crear nuevos. Nos toca esto porque nuestro pasado es el 2001, macho. Nuestro pasado es cuando no había instituciones. Perdón, perdón por no querer agarrar los fierros, perdón por nuestra épica posibilista frente a la de tipos como Caparros que iban a cambiar el mundo. Nosotros queremos institucionalizar el mundo, e ir corriendo la frontera de los derechos cada vez un poquito más. Gradualmente. Y que me disculpe el Che Caparrós por semejante aburguesamiento pero, ¿sabe qué, compañero?, en el 2001 no ganaron la calle los sectores populares frente a la caída del Estado. Al contrario, compañero: los sectores populares quedaron hechos mierda. Nosotros tenemos ese pasado y queremos construir otro presente y otro futuro: uno con más Estado en los lugares donde todavía no llegó. Ahí tiene razón Martín: tenemos una épica zarpada en posibilismo (... en el original). Queremos ver cómo hacemos posible que haya mejores cárceles, queremos pensar cómo diversificamos las exportaciones, queremos ver cómo hacemos ahora que nos cambió la ecuación energética y usamos más gas que petróleo. Pero, ¡qué burgués, compañero! Disculpe si no me replanteo mi forma de vivir, si no vendo mis pertenencias, si no me hago franciscano y arrojo el celular por la ventana para vivir de verdad, militantemente, como un militante de verdad, sin posesiones, sin propiedad privada como corresponde. Disculpe si en vez de cantar por la revolución que está por venir, “defendemos lo que hay”.
Nada de lo cual quita que hay una cantidad - difícil de evaluar - de jóvenes que no son funcionarios ni ganan muchos miles ni desafinan por la tele que también apoyan al gobierno kirchnerista - y que, sin duda, esa cantidad aumentó tras la muerte del doctor y su transformación en toponimia. Es un fenómeno interesante, también difícil de evaluar: ¿están realmente convencidos de que están cambiando algo importante? ¿Los excita o tranquiliza o moviliza la idea de hacer algo, aunque sea esto? ¿Se resignan a que, para hacer algo, hay que hacer poquito? ¿La falta de proyectos serios puede hacer que uno como éste los atraiga?
(... mías)
Hay algo que me interesa mucho en ese equívoco, en esa mezcla de rebeldía retórica y política institucional. Se puede pensar que el oficialismo puso a circular todo ese aparato mítico de discursos críticos y referencias a la "militancia" heroicizada para obtener ciertas ventajas políticas. Pero una vez que esas ideas circulan, lo que producen escapa al control de sus difusores y funcionarios - y quién sabe qué pasa. Va a ser interesante ver, de aquí a unos años, qué produce la circulación de ese discurso entre esos famosos jóvenes a los que supuestamente ha atraído: qué pasará cuando terminen de descubrir que esas referencias son el barniz contestatario de una política que tiende a mantener lo establecido, que sólo se pelea vocinglero con tres o cuatro enemigos cómodos mientras consolida el poder de los grandes capitalistas argentinos - y piensen que quizás valga la pena tomárselo en serio".
Argentinismos, Martín Caparrós. Pág. 350-352. Capítulo "Militancia".